Cuestionario librero 123: Bruno Galindo
Todavía está muy reciente su novela Remake, pero el libro que nos ha entusiasmado es el recién aparecido Toma de tierra, una curiosa autobiografía musical (o, mejor, un retrato, desde el periodismo y la promoción, de los últimos 35 años de la música) que puede convertirse en un de los mejores ensayos españoles de 2021. […]
Todavía está muy reciente su novela Remake, pero el libro que nos ha entusiasmado es el recién aparecido Toma de tierra, una curiosa autobiografía musical (o, mejor, un retrato, desde el periodismo y la promoción, de los últimos 35 años de la música) que puede convertirse en un de los mejores ensayos españoles de 2021. La banda sonora de este libro abarca el imaginario de cinco décadas, y va de Jamaica a Mali, del Buenos Aires natal de Galindo a Londres, trazando un gran mapa del penúltimo contexto español (y una hipótesis sobre la gris situación presente), de modo que hay en él también algo de elegía ante un mundo cancelado, nostalgia por esos años en que podían pagarte un viaje a Los Ángeles para entrevistar a los Sex Pistols. En este libro nos metemos en el mercedes de Bono (tapizado con auténtica piel de vaca loca) para irnos a tomar cervezas a un bar de marineros de Dublín, vamos de gira con Sinéad O’Connor (“Nadie come peor que un músico”, se constata allí), nos metemos en el corazón de la mansión de Prince, visitamos la habitación zaragozana de un todavía adolescente Enrique Bunbury y asistimos a uno de los poquísimos conciertos en que Morrisey accedió a telonear a Bowie (“Carisma es destacar sin esfuerzo”, anota Galindo en las gradas, en un gran aforismo). Pero este libro es mucho más que un anecdotario, y trasciende la crónica para internarse casi en el territorio del diario íntimo, de la cartografía privada, de una subjetividad con la que, sin embargo, es fácil estar de acuerdo: “Luego vemos el concierto [de REM] desde las butacas. Stipe me impresiona de por vida. No he visto una figura más magnética sobre un escenario”… Leyendo Toma de tierra confirmamos una vieja intuición: a los músicos verdaderamente grandes no se les identifica tanto en el escenario como en las entrevistas: ésa es su prueba de fuego, el who’s who, el filtro entre los conscientes y los diletantes. Y gracias a Bruno Galindo descubrimos que sucede en la música como en la poesía: “No es cuestión de cifras. Tampoco de popularidad. Es otra cosa. Los Planetas son legendarios. Estopa no”: impreciso, sí, pero no se puede explicar mejor. Quedamos con Bruno Galindo por el barrio madrileño de Tetúán para entregarle el cuestionario librero y, como sucedió con Maria Rodés y Santiago Auserón —bastante aludido en Toma de Tierra—, para la pregunta 10 recurrimos a El Argonauta, la librería madrileña especializada en música: la lanza, tomándoselo muy en serio, el librero César R. Altable.
[Fotografía: Bruno Galindo, en Madrid, 13 de julio de 2021. Fotografía de Juan Marqués.]
¿Cuál fue el libro que inoculó en ti el veneno de la lectura?
Uno de cuentos de Edgar Allan Poe.
¿Hay algún personaje de novela al que te gustaría parecerte (o te hubiera gustado cuando lo leíste)?
Cosimo Piovasco, el barón rampante de Italo Calvino. Oskar Matzerath, el niño de El tambor de hojalata. Dos niños contestones e idealistas; uno más elegante, el otro más molesto.
¿Cómo eliges tu siguiente lectura? ¿Qué peso tiene la selección de la librería o la recomendación del librero / de la librera en tu decisión de compra?
Leo más por necesidad —por documentarme o inspirarme con algo que estoy escribiendo— que por placer. Compro muchos libros cada vez, y siempre me llevo algo que no sé lo que es y que me recomienda algunos de mis libreros/as de confianza.
Sé valiente, por favor: ¿qué lectura “insoslayable” tienes todavía pendiente?
El Ulises.
¿Sabes de algún libro extranjero que habría que traducir con urgencia, o alguno descatalogado o muy desconocido que haya que reeditar para bien del mundo?
Diré un autor: Blaise Cendrars. Su obra —con tesoros como “Moravagine”— es relativamente encontrable, pero podría serlo mucho más. Hay un norteamericano de la generación de Foster Wallace, Eggers y demás que ha pasado desapercibido (aunque Tusquets publicó algo suyo) y a mí me encanta: Donald Antrim. Fogwill merecería una colección propia en un gran sello donde estuviera toda su obra ordenada. De Juan Filloy, su desconocido maestro, está casi todo por editar.
Algún vicio inconfesable sobre libros (subrayar, tirar a la basura, robar, gastarte lo que no tienes, esconder los libros que compras para que no te riñan en casa, hacer listas y hasta estadísticas con los libros que lees, leer hasta el ISBN y el colofón…)
Una de las zonas favoritas de mi biblioteca es la dedicada a libros escritos por personas que no se dedican a escribir pero que me fascinan por algún motivo: un catálogo de operaciones de cirugía estética coreano, una biografía autoeditada de un vecino, un libro con letra minúscula e ilustraciones de animales escrito a mano por un señor en guerra con su compañía de seguros… Algo así como una “biblioteca brut”. Sé que no contesto exactamente la pregunta, pero en fin.
Define tu perfil de librero/a ideal: tímido/a, parlanchín/a, con un ordenador en la cabeza, sabelotodo, a la última, clásico/a…
No te pregunta qué quieres nada más entrar a la librería. Es más bien silencioso/a. Se sale de las novedades del momento; conoce los fondos. Como el tipo que surte de gadgets a James Bond, siempre tiene algo especial reservado para ti.
¿Qué tiene que tener una librería para que te apetezca volver a ella?
Los libros bien expuestos. Libreros/as con criterio propio que te dejan estar a tu ritmo y te ayuden con lo que no sabes. Silencio.
Recomiéndanos, por favor, un clásico (o varios) y un libro reciente.
Cualquiera de John Fante es un disfrute seguro. Reciente, el poemario Causa errante de Sebastián Taberna (Pre-Textos).
[Y la pregunta 10 —y la 11— las lanza César R. Altable, de la librería El Argonauta (Madrid):]
“1. Es evidente que una vida intensa no puede retratarse al completo en un libro, pero en este caso, ayudado por el estilo narrativo (pequeños fragmentos que pueden o no ir conectados con otros), Toma de Tierra abarca una enorme cantidad de situaciones y experiencias del autor. ¿Se ha “vaciado” en él o ha dejado cuestiones relevantes fuera? Y si es así, ¿por qué? ¿Por algún tipo de autocensura —que no tiene necesariamente que ser negativa—, por pudor —entendiendo éste de una manera flexible, como una forma de mantener un núcleo de vivencias alejado de la exposición pública— o por dejar material para futuros proyectos?”
Ha quedado mucho fuera, sí. Debo haber quitado unos veinticinco capítulos, unas cien páginas. Y me ha costado lo mío. ¿Por qué? Algunas cosas posiblemente por pudor, otras por no repetir artistas, otras por… No he dejado nada para futuros proyectos, aunque tendría gracia hacer unos “outtakes” con historias que se quedaron fuera.
“2. El libro acaba de salir, así que todavía queda mucho para que todos aquellos que aparecen citados en sus numerosas páginas lo hayan leído pero, ¿ya sabe de alguien que se haya enfadado con él por lo que deja caer en las líneas de esta Toma de Tierra?”
La verdad es que no, no tengo noticia de haber enfadado a nadie. Ni es la función del libro; de hecho, no hay prácticamente nombres propios asociados a los vicios de las industrias musicales o periodísticas, que es donde podrían herirse más sensibilidades.