Cuestionario librero 36: Juan F. Rivero
Es verdaderamente maravilloso, por excepcional, que un hombre nacido en 1991 considere “libro reciente” uno que se publicó en España en 1989, y es también algo muy significativo de la personalidad del sevillano en Madrid Juan F. Rivero, personalidad muy poco “generacional” que se ha volcado de forma memorable en Las hogueras azules, el extraordinario […]
Es verdaderamente maravilloso, por excepcional, que un hombre nacido en 1991 considere “libro reciente” uno que se publicó en España en 1989, y es también algo muy significativo de la personalidad del sevillano en Madrid Juan F. Rivero, personalidad muy poco “generacional” que se ha volcado de forma memorable en Las hogueras azules, el extraordinario libro de poemas que publicó en Candaya en junio (y que ya recomendamos aquí sinceramente). No extrañará a nadie que Rivero sea un lector meticuloso de literatura oriental, pues el tono tradicional de aquellos lugares tiñe mucho de lo que él mismo escribe. Quedamos con él en la también japonesa Quinta de los Molinos de Madrid, y le colocamos delante el “cuestionario librero”, con pregunta final de la librera María Felices Rasines, de Cervantes y Compañía (Madrid). Y quien en su libro defiende de forma sublime que “no hay nada más hermoso / que ser frágil / en un mundo infinito”, afirma aquí que “me gustan los libreros que conocen al cliente y que recuerdan lo que compras”.
[Fotografía: Juan F. Rivero, en la Quinta de los Molinos de Madrid, 29 de agosto de 2020. Fotografía de Juan Marqués.]
¿Cuál fue el libro que inoculó en ti el veneno de la lectura?
Me parece que en realidad fueron muchos. Para mí la lectura ha sido siempre un hábito, aunque antes que lector fui oyente de los libros que mi madre y mi padre nos leían a mi hermano y a mí. Hay, sin embargo, dos libros que me impresionaron siendo todavía muy niño: el Romancero gitano, de Lorca, y Ocnos, de Cernuda. Creo que aprendí por ellos que en la lengua existe un ritmo que lleva lo que se dice, como un río cuando lleva las cosas que flotan en él. Recuerdo reparar en ese ritmo y quedar fascinado. Y buscarlo en otros libros que leí a partir de entonces.
¿Hay algún personaje de novela al que te gustaría parecerte (o te hubiera gustado cuando lo leíste)?
Cuando leí Anna Karénina me encantó el personaje de Konstantín. Tanto que tuve la impresión de verme desdoblado en la novela. No sé si lo que quería entonces era ser como él, pero sí que ahora me gustaría que las partes que de mí me recordaban a él se mantengan tal cual. Se trata de un personaje esencialmente bueno.
¿Cómo eliges tu siguiente lectura? ¿Qué peso tiene la selección de la librería o la recomendación del librero / de la librera en tu decisión de compra?
Procuro llevarme un libro siempre que entro en una librería, y como entro mucho tengo costumbre de pedir recomendación. He encontrado libros maravillosos gracias a las recomendaciones de libreras y libreros. Hace poco, por ejemplo, me pasó con Pequeños paraísos: el espíritu de los jardines, de Satz. Además, como por regla general soy un lector de fondo, la opinión de mis libreras siempre me ayuda a llegar a las novedades que merecen la pena.
Sé valiente, por favor: ¿qué lectura “insoslayable” tienes todavía pendiente?
¡Pues tengo muchas! No he leído, por ejemplo, Los hermanos Karamázov. Y los rusos me encantan, pero es uno de esos libros que llevo años reservando para un momento de tranquilidad que, por desgracia, nunca se ve en el horizonte.
¿Sabes de algún libro extranjero que habría que traducir con urgencia, o alguno descatalogado o muy desconocido que haya que reeditar para bien del mundo?
El maestro de go, de Kawabata, por ejemplo, lleva varios años ya descatalogado desde que lo publicó Emecé, pero parece que nadie se anima a reeditarlo a pesar de que es una obra genial y de que aquella traducción era buena. Creo que sería un momento fantástico para plantear una nueva edición teniendo en cuenta que el propio Kawabata la consideraba su mejor novela. También sería muy interesante traducir al castellano la obra de poetas chinos importantes de este siglo, como Bei Dao o Yi Lu, y de los que tenemos apenas cosas sueltas y difíciles de encontrar.
Algún vicio inconfesable sobre libros (subrayar, tirar a la basura, robar, gastarte lo que no tienes, esconder los libros que compras para que no te riñan en casa, hacer listas y hasta estadísticas con los libros que lees, leer hasta el ISBN y el colofón…)
Soy un comprador compulsivo de libros. No se trata de un vicio inconfesable porque todo el que me conoce lo sabe, pero es mi pareja quien sufre mis trastadas y mis continuos planes de ampliación y remodelación de la biblioteca. Lo bueno es que también me gusta mucho regalar, así que una cosa compensa la otra. Creo que, por lo demás, soy un lector muy bueno; lo peor que se me ocurre hacerle a un libro es subrayarlo a lápiz o doblarle una esquinilla si no tengo marcador.
Define tu perfil de librero/a ideal: tímido/a, parlanchín/a, con un ordenador en la cabeza, sabelotodo, a la última, clásico/a…
Me gustan los libreros que conocen al cliente y que recuerdan lo que compras. Cuando llego a una librería, de hecho, no hay nada que me guste más que encontrar al librero con alguna sugerencia preparada, del tipo: «Oye, ¿te gustó aquel que te llevaste el otro día? Este que tengo aquí te va a encantar». Puede que parezca pedir mucho, pero soy un cliente parlanchín y lo pongo muy fácil. Cualquiera de mis libreras de Madrid, en la Nakama de Chueca, la Cervantes y Compañía de Malasaña, la Dodó de Chamberí o la Taiga de Ciudad Lineal me tienen ya más que fichado a estas alturas.
¿Qué tiene que tener una librería para que te apetezca volver a ella?
Sobre todo un buen librero y una buena selección. Libros que no conozca y me apetezca descubrir. Sé que es inevitable tener ciertas cosas, pero cuando llego a una librería y lo conozco todo no suele parecerme una buena señal. Creo que las librerías independientes, ahora mismo, hacen una labor fantástica poniendo en contacto a las editoriales pequeñas con los buenos lectores.
Recomiéndanos, por favor, un clásico (o varios), y un libro reciente.
Voy a elegir un gran clásico japonés y un libro inglés de los ochenta que, sin embargo, también trata de Japón. El clásico es Sendas de Oku (Oku no Hosomichi), de Matsuo Bashō, una lectura maravillosa, mezcla de diario de viajes, poemario y ensayo, y que a mi juicio supone una de las cimas de su tradición literaria. El libro reciente es Un artista del mundo flotante, de Kazuo Ishiguro, que aborda delicada e inteligentísimamente la reconstrucción del tejido social japonés tras la catástrofe de la Segunda Guerra Mundial al tiempo que analiza la sociedad de preguerra.
[Y la pregunta 10 la lanza María Felices Rasines, de la librería Cervantes y Compañía (Madrid):]
La influencia de la poesía japonesa en tu obra es evidente y más concretamente la del uso del haiku. En tu anterior poemario, Canícula, aunque este tenía un corte más político, y en el que acabas de publicar, Las hogueras azules, haces uso de esta técnica y de ese gusto por lo oriental. ¿Crees que esta forma de expresión ha acercado a los lectores jóvenes a la poesía con más fuerza? ¿A qué crees que se debe? Y ya que hemos sacado a colación la bendita juventud, a la que perteneces: si fueras librero, ¿qué autores clásicos de la poesía oriental recomendarías a un joven lector?
La verdad es que no sabría decir si, en general, el haiku está acercando a la poesía a los lectores más jóvenes; de hecho ni siquiera sé si los autores jóvenes leen más o menos haikus que otros lectores de cualquier edad. Lo que sí puedo decir es que, en mi caso, fue así; desde el principio hubo algo en la manera de decir del haiku —siempre indirecta y abierta, pero expresiva y potente— que me cautivó. Por otro lado, tengo la sensación de que la cultura japonesa ha sido mucho más influyente para mi generación de lo que lo fue para nuestros padres, sin duda a causa de la popularidad de las series de animación, los videojuegos y los cómics desde finales de los años ochenta, pero también de la explosión de traducciones de obras literarias que se ha producido en los últimos años, y que hay que agradecer a editoriales como Hiperión, Satori, Alianza, Pre-Textos, Trotta… Por otro lado, el haiku constituye una forma fascinante de expresión poética que, por su brevedad, casa muy bien con las redes sociales y con la popularidad del aforismo, que es cada vez mayor. Todas estas circunstancias, creo, hacen que los lectores jóvenes que nos interesamos por la literatura japonesa seamos cada vez más; lo noto mucho, por ejemplo, en el perfil de los alumnos que cursan mis talleres.
Con respecto a la recomendación, para iniciarse en el mundo del haiku me gusta sugerir a Taneda Santôka y a Yosa Buson, dos poetas fantásticos y muy accesibles por la belleza y la plasticidad de sus imágenes. En concreto, en la colección “Maestros del haiku” de Satori hay una antología preciosa del segundo, titulada En un sueño pintado, que me parece perfecta para empezar. Pero si hablamos de la poesía oriental en general me inclinaría por recomendar a Li Qingzhao, poeta china del siglo XII de cuyos poemas, en España, tenemos una traducción magnífica de Pilar González España en Ediciones del Oriente y del Mediterráneo.