Cuestionario librero 94: Noemí Sabugal
No es nada raro que Noemí Sabugal (Santa Lucía de Gordón, León, 1979) esté curtida en la novela policiaca, pues lo que lleva a cabo en su extraordinario último libro, Hijos del carbón, es toda una investigación, a fondo, sobre el principal combustible de nuestra memoria, un trabajo de campo en el que hay pesquisas, […]
No es nada raro que Noemí Sabugal (Santa Lucía de Gordón, León, 1979) esté curtida en la novela policiaca, pues lo que lleva a cabo en su extraordinario último libro, Hijos del carbón, es toda una investigación, a fondo, sobre el principal combustible de nuestra memoria, un trabajo de campo en el que hay pesquisas, desplazamientos, sorpresas, muchísima documentación y hasta “interrogatorios”. Al fin y al cabo, Sabugal es una periodista premiada, y sabe lo que hay que hacer: para obtener verdades, como para obtener carbón, hay que escarbar, y ella reúne en este libro a mineros, carboneras, trabajadores de térmicas o historiadores que, antes que ella, dieron cuenta del trabajo en las minas y de sus consecuencias, así como de la paulatina disolución de ese medio de vida, tan grabado en nuestra conciencia colectiva. Hijos del carbón, dice su autora, es “una ensalada de géneros”, pero es ante todo un reportaje meticuloso que es también un estudio histórico a través de las huelgas mineras, el sindicalismo, el gas grisú, la silicosis o la actual despoblación. Ella reside en Ponferrada, pero quedamos ante la fachada de la Fundación Sierra Pambley, frente a la catedral, y allá, en los metros cuadrados más universalmente famosos de León, le entregamos el “cuestionario librero”, con pregunta final de Héctor Escobar, de la Librería Universitaria.
[Fotografía: Noemí Sabugal, en León, 31 de marzo de 2021. Fotografía de Juan Marqués.]
¿Cuál fue el libro que inoculó en ti el veneno de la lectura?
El deslumbramiento no se produjo por un único libro, pero entre las primeras lecturas apasionadas estuvo una colección de cuentos del mundo, de la editorial Anaya, que había en la biblioteca de mi pueblo. Había cuentos japoneses, suecos, judíos, chinos, y también unos Cuentos al amor de la lumbre recopilados por Antonio Rodríguez Almodóvar. Leer aquellas historias era maravillarse y conocer otras culturas y países. Y a los quince me fascinó y fue importante para mí la lectura de Madame Bovary. Descubrí una oscuridad que me atraía, además de la sugestión de un estilo.
¿Hay algún personaje de novela al que te gustaría parecerte (o te hubiera gustado cuando lo leíste)?
Los personajes que más me gustan suelen ser complicados, estar llenos de traumas y no les suele ir nada bien, así que no me gustaría parecerme a ellos. Me alucinan los niños de El gran cuaderno, de Agota Kristof, la pianista de Elfriede Jelinek, el Pijoaparte de Marsé, la Andrea de Laforet, el Azarías de Delibes. Pero para vivir es mejor elegir la vida tranquila del que nunca es protagonista.
¿Cómo eliges tu siguiente lectura? ¿Qué peso tiene la selección de la librería o la recomendación del librero / de la librera en tu decisión de compra?
Siempre hay alguna autora o autor al que tengo ganas desde hace tiempo, un clásico pendiente o alguna novedad de la que me han hablado muy bien o que me interesa por el tema que trata. Me gusta curiosear por las mesas y estanterías y también sigo la recomendación de una librera y un librero amigos en cuyo criterio confío. Creo en el papel de los libreros como prescriptores, no sólo por saber cuáles son los gustos de sus clientes, sino también para ayudarlos a descubrir a nuevos autores.
Sé valiente, por favor: ¿qué lectura “insoslayable” tienes todavía pendiente?
No sé si insoslayable, pero lógicamente todavía tengo muchos libros importantes pendientes. Y qué bien. Me faltan algunos tomos de En busca del tiempo perdido, de Proust, muchas novelas ejemplares de Galdós y obras de Pardo Bazán. El Ulises de Joyce, que algo he leído pero a saltos, y también varios clásicos rusos. Con tantos libros estupendos, el futuro lector siempre es bueno.
¿Sabes de algún libro extranjero que habría que traducir con urgencia, o alguno descatalogado o muy desconocido que haya que reeditar para bien del mundo?
Pues voy a aprovechar esta pregunta para decir dos títulos que sólo he conseguido encontrar de segunda mano pero a precios nada razonables: Tropismos, de Nathalie Sarraute, y Ve y dilo en la montaña, de James Baldwin.
Algún vicio inconfesable sobre libros (subrayar, tirar a la basura, robar, gastarte lo que no tienes, esconder los libros que compras para que no te riñan en casa, hacer listas y hasta estadísticas con los libros que lees, leer hasta el ISBN y el colofón…)
Tengo apego a mis libros pero no los trato como reliquias. Ni mucho menos. Los subrayo, doblo las páginas, las marco, hago anotaciones y hasta correcciones. Tienen una vida bastante sacrificada en favor de mi aprendizaje y disfrute.
Define tu perfil de librero/a ideal: tímido/a, parlanchín/a, con un ordenador en la cabeza, sabelotodo, a la última, clásico/a…
Alguien con buen gusto lector, en fondo y forma, y con curiosidad. Que sepa de clásicos y de novedades. Una librera o librero que conozca lo que te gusta pero que también que te lleve la contraria para que te acerques a nuevos libros.
¿Qué tiene que tener una librería para que te apetezca volver a ella?
Personalidad y una apuesta por los buenos libros, sin distinción entre editoriales grandes o pequeñas, entre novedades o clásicos, además de un librero o librera entusiasta y lector.
Recomiéndanos, por favor, un clásico (o varios) y un libro reciente.
Como clásico voy a recomendar La Regenta, que es una de las mejores novelas españolas y una disección de la sociedad que todavía nos enseña muchas cosas. Debería ser un libro mucho más leído. Como libro reciente, recomiendo dos de cuentos: El niño que comía lana, de Cristina Sánchez-Andrade y Cuentos completos, de la genia Lorrie Moore.
[Y la pregunta 10 la lanza Héctor Escobar, de la Librería Universitaria (León):]
“¿Qué deberíamos hacer para enganchar a la gente joven a la literatura?”
A lo mejor la pregunta es qué deberíamos hacer para que la gente joven siguiera enganchada a la literatura cuando se vuelve adulta, porque los niños y los jóvenes suelen leer más. Aun así tenemos unos porcentajes de lectura bajos en comparación con otros países, en todos los grupos de edad. Para enganchar a los niños y a los jóvenes a la literatura lo primero es escucharlos, hay que saber quiénes son, qué les interesa. Es verdad que los colegios e institutos pueden ayudar, con actividades que muestren lo apasionantes que son los libros, pero no hay que olvidar que el ejemplo es el mejor estímulo. Me parece curioso que haya padres que reprochen a sus hijos que no leen, como si de adultos eso no fuera necesario. Para mí la lectura es algo esencial en mi vida pero tampoco me gusta verla como una obligación para nadie. Eso sí, creo que el que no lee se está perdiendo muchas cosas y no me refiero tanto al conocimiento sobre el mundo como al autoconocimiento.