Cuestionario Librero nº 1: Marta Sanz
Han sido las libreras y los libreros independientes de CEGAL quienes han articulado este cuestionario de 9 preguntas (en realidad llegaron 85 propuestas, pero sólo estas 9, equilibradas, variadas, suficientes, han merecido la gloria de ser lanzadas a personalidades de nuestra literatura, nuestra música, nuestro cine, nuestra política…). Nuestra querida y admirada Marta Sanz […]
Han sido las libreras y los libreros independientes de CEGAL quienes han articulado este cuestionario de 9 preguntas (en realidad llegaron 85 propuestas, pero sólo estas 9, equilibradas, variadas, suficientes, han merecido la gloria de ser lanzadas a personalidades de nuestra literatura, nuestra música, nuestro cine, nuestra política…). Nuestra querida y admirada Marta Sanz ha accedido a inaugurar esta nueva sección. Aparte de tener reciente la publicación de su novela pequeñas mujeres rojas (Anagrama) [una novela que ya fue vídeo-reseñada por Chema Aniés, de Anónima (Huesca)], Sanz obtuvo con Monstruas y centauras. Nuevos lenguajes del feminismo (Anagrama) el II Premio ‘Las Librerías Recomiendan’ de No Ficción. Ese ensayo fue reseñado en su día por Izaskun Legarza Negrín, de la Librería de Mujeres de Canarias (Santa Cruz de Tenerife), que es la librera que le lanza la pregunta número 10 (que en todas las entrevistas estará hecha por un/a librero/a distinto/a).
- ¿Cuál fue el libro que inoculó en ti el veneno de la lectura?
- Muchos. Algunos los leí en mi casa porque mis padres tenían una biblioteca bastante maja; otros en la escuela. En casa, me enganché al terror: de Nerval a Poe. Y, a través de los cantautores, a los poetas: Antonio Machado, Miguel Hernández, Alberti, Celaya… Con mi amiga Juani, devoré los cuentos de los hermanos Grimm y los libros de Agatha Christie. En el cole empecé a sentir una fascinación, formalista y enfermiza, por el comentario de texto: diseccioné a la generación del 98, con especial atención a Valle, y a la del 27, sobre todo, a Lorca y Aleixandre. Y de los libros que recuerdo haber leído con un gusto imprevisible está, sin duda, el Lazarillo.
- ¿Hay algún personaje de novela al que te gustaría parecerte (o te hubiera gustado cuando lo leíste)?
- No sé. Quizá la Elizabeth Archer de Retrato de una dama de Henry James. Por su evolución en el relato. Nunca a las protagonistas de las novelas de adulterio decimonónicas: ni Anas Ozores ni Bovarys ni Kareninas. Y siempre he dicho que ser una mujer fatal me habría encantado, pero no respondo al estereotipo físico y, bien pensado, la mayoría acaban mal, como su propio nombre indica. Pero me encantan Dinah Brand y Velma Valento. El tiro que les sale por la culata a los autores en la construcción de las malas mujeres o de las mujeres malas: la ternura y la violencia que desprenden. Su potencia subversiva y, a la vez, su ingenuidad. Su resistencia a convertirse en la carne de cañón del mundo.
- ¿Cómo eliges tu siguiente lectura? ¿Qué peso tiene la selección de la librería o la recomendación del librero / de la librera en tu decisión de compra?
- Por mi oficio, los libros suelen llegarme directamente desde las editoriales o desde el periódico en el que colaboro. Pero tengo un trato excelente con los libreros y las libreras, y, si me recomiendan un libro, no suelo dudar.
- Sé valiente, por favor: ¿qué lectura “insoslayable” tienes todavía pendiente?
- Muchísimas. Los clásicos de la literatura escrita en español los tengo más o menos controlados porque estudié Filología Hispánica y me lo tomé en serio. Eso también me llevó a algunos clásicos grecolatinos. Pero he leído muy poca literatura africana, por ejemplo. Y de las literaturas orientales -y no sé siquiera si la denominación es buena- prácticamente solo he leído obras japonesas. Y esto lo digo sin alegría. Yo me avergüenzo un poco de todo lo que me queda por leer. También me da rabia y me hace ilusión.
- ¿Sabes de algún libro extranjero que habría que traducir con urgencia, o alguno descatalogado o muy desconocido que haya que reeditar para bien del mundo?
- Ese trabajo lo hacen tan, tan bien los editores y editoras de Sexto Piso, Impedimenta, Libros del Asteroide, Periférica, Nórdica, La Navaja Suiza, Gallo Nero, Páginas de Espuma, Las Afueras, Candaya, Anagrama, Contraseña, La Uña Rota, Delirio, La bella Varsovia, Bartleby, Cabaret Voltaire, Hoja de Lata, etc. etc. -y perdón por los olvidos- que no me voy a meter en ese jardín… Me alegró muchísimo la reedición de Gadda y el descubrimiento de la gran Luisa Carnés.
- Algún vicio inconfesable sobre libros (subrayar, tirar a la basura, robar, gastarte lo que no tienes, esconder los libros que compras para que no te riñan en casa, hacer listas y hasta estadísticas con los libros que lees, leer hasta el ISBN y el colofón…)
- Subrayar, doblar las esquinitas de las páginas, anotar las hojas de guarda con impresiones y comentarios sobre el libro, resúmenes o esquemas de críticas que tengo que escribir, poemas. Todos los libros que ya he leído los marco con el ex libris de un gato que ya está perdiendo su silueta y comienza a convertirse en un borrón.
- Define tu perfil de librero/a ideal: tímido/a, parlanchín/a, con un ordenador en la cabeza, sabelotodo, a la última, clásico/a…
- Sin duda, soy muy partidaria de los y las sabelotodo. Me encantan las personas que tienen la generosidad de enseñarme cosas y hacen su trabajo con gusto y con rigor. Creo que en esta profesión no se deben guardar secretos y, frente a la idea, de que hay que adelantarse y adaptarse a los gustos del cliente, yo soy partidaria de quienes practican la intrepidez, forman su propio canon -reconocible y honesto- y colaboran a que los lectores y lectoras nos “estiremos” intelectual y sentimentalmente. Si, además de sabelotodos, prima la modestia y la amabilidad, eso ya roza la perfección.
- ¿Qué tiene que tener una librería para que te apetezca volver a ella?
- Una selección de libros, que no se centre solo en las novedades, y recoja márgenes y periferias del campo literario. Una librería con profesionales competentes. Cálida, acogedora, que organice presentaciones de libros que me interesan y esté integrada en la vida cultural del barrio.
- Recomiéndanos, por favor, un clásico (o varios), y un libro reciente.
Dos excelentes novelas de caballerías El Libro del Caballero Zifar y el Tirant lo Blanc, Poeta en Nueva York de Federico García Lorca. Cuatro clásicos de la literatura italiana contemporánea: El bello verano de Cesare Pavese, La conciencia de Zeno de Italo Svevo, Léxico familiar de Natalia Ginzburg, El jardín de los Finzi Contini de Giorgio Bassani. Y tres libros recientes que se han quedado congelados, como mis pequeñas mujeres rojas, en las librerías a causa de la pandemia: Claudio, mira de Alfons Cervera; La forastera de Olga Merino; y Heridas abiertas de Begoña Méndez. Son formidables.
- Y la pregunta número 10 [de Izaskun Legarza Negrín, de la Librería de Mujeres de Canarias]:
- En tu última novela, pequeñas mujeres rojas, hay un personaje que no toma la voz y que, sin embargo, tiene un papel fundamental desde mi punto de vista: Julita. ¿Puedes hablarnos de ella?
- Julita quiere ser cantante y peona caminera. Habla con los pájaros y las lombrices. Ve cosas que una niña jamás debería ver, pero se resiste a perder la inocencia o la bondad. Julita es castigada por ser una mujer imaginativa y libre. Es castigada por ser roja. Se la mete en ese saco de las locas que tan a menudo sirvió para encarcelar a las mujeres más lúcidas, subversivas y creativas. Para Julita, la protección que le quieren brindar no es más que la máscara de una prisión: de su anulación efectiva como ser humano. Julita es un personaje maravilloso del que me siento orgullosa.
Aquí puedes encontrar en tus librerías todos los libros de Marta Sanz.