“En ‘Queridos niños’ intenté trazar un manual de uso de la democracia”
“Si en una novela no hay esfuerzo por entender lo que no entiendes, el viaje se queda a mitad”, afirma David Trueba en esta entrevista, y en ese sentido puede estar contento, pues en Queridos niños, su excelente nueva novela, consigue desnudar los entresijos de una campaña electoral y, con ello, retratar de un modo […]
“Si en una novela no hay esfuerzo por entender lo que no entiendes, el viaje se queda a mitad”, afirma David Trueba en esta entrevista, y en ese sentido puede estar contento, pues en Queridos niños, su excelente nueva novela, consigue desnudar los entresijos de una campaña electoral y, con ello, retratar de un modo detallista, crítico y bondadoso la decepcionante trastienda de la política contemporánea.
En las novelas, las columnas y las películas de Trueba siempre se da esa mezcla mágica de denuncia y comprensión, de protesta y de amabilidad: las suyas son comedias vigilantes y agridulces, rebosantes de humor y de desengaño.
David Trueba ganó con Tierra de campos el I Premio de Ficción de Las Librerías Recomiendan, y sin duda Queridos niños se va a convertir en otra de nuestras novelas españolas favoritas de este 2021, pues, siendo la más extensa y ambiciosa de su obra hasta hoy, es también una de las más logradas.
PREGUNTA: Se presenta Queridos niños, con razón, como un retrato descarnado de nuestros políticos y sus artimañas, pero al final, desde el mismo título se diría que quienes salimos peor parados somos los electores, la gente, nosotros… No somos tan torpes como para confundir tus opiniones con las de los personajes, pero ¿hasta qué punto estás de acuerdo con Basilio en su poca estima hacia la escasa exigencia de los votantes?, ¿somos tan fáciles de engañar?
RESPUESTA: Es evidente que el libro intenta dejar claro que las democracias depositan en el pueblo un grado de deliberación y escrutinio que si no se cumple con cierto compromiso desemboca en una aberración. No se trata de votar bien o mal, sino de hacerlo bien informado. El problema de nuestro tiempo es la infantilización de nuestras relaciones ciudadanas. Cuando Trump dijo aquello de que si se pusiera a matar gente en Times Square no perdería ningún voto estaba claramente expresando la poca capacidad de salir de su burbuja propia de los votantes, de su pasión infantil y superficial. Los votantes no son fáciles de engañar, pero engañarlos se ha convertido en el oficio de todo un aparato que los políticos se construyen tras de sí. Desenmascararlo era una de las búsquedas de la novela.
P: El profundo hartazgo de los ciudadanos ante los políticos, ¿no es, aparte de un fracaso social, una verdadera desgracia? Es como si ya hubiésemos decidido que “no tienen remedio”, que no hay vuelta atrás. ¿Cómo se podrá salir de eso?
R: En Queridos niños intenté trazar un manual de uso de la democracia. Creo que es algo que nos falta percibir como ciudadanos. Como no queremos entender cómo funciona la política en su trasera, no somos capaces de desarmarla y usarla en nuestro beneficio. En la novela propongo una ficción, pero que tiene esa propuesta de visión del tiempo con el que nos ha tocado lidiar.
P: Amelia, su candidata a presidenta, parece una mujer honrada y decente que lleva poco tiempo en política y está en ella más por accidente que por ambición. Pero son los miembros de su equipo de campaña los que están más maleados y la obligan a hacer cosas que la avergüenzan, o que ella preferiría no hacer. Y lo hemos visto en la realidad: hombres y mujeres admirables haciendo el ridículo, conscientes de que lo hacían, sufriendo. ¿Sería imposible que alguien noble y con carácter fuerte (es decir, que imponga su criterio sobre las tonterías de la propaganda) tuviera éxito electoral? ¿Es necesario rebajarse tanto o traicionarse o “disfrazarse” para conseguir votos?
R: Claro, el personaje de Amelia se enfrenta a la gran encrucijada de un político. Sin ganar elecciones, nada de su trabajo tiene grandes consecuencias. Así que en la lucha por vencer tiene que aceptar consejos y estrategias que en algunos casos traicionan sus propios principios. Creo que miramos la política desde fuera con superioridad y en Queridos niños trato de introducir al lector en la verdad que domina el juego electoral para que la próxima vez que juzgue a un político lo haga con más información y conocimiento del medio en el que han de moverse.
P: Tenemos un amigo que durante un tiempo escribió discursos para un presidente del Gobierno conservador. Nos contaba que le prohibían incluir la menor cita, aunque fuera de Churchill. Nada de referencias culturales: ésa era la consigna. En Queridos niños también se le reprocha a Amelia que cite a Spinoza en un debate televisado: ¿por qué esa desconfianza de los políticos ante la cultura?
R: Sí, en la novela apunto a las causas que han llevado el discurso político a rebajarse tanto. Allí los personajes se comunican a través de las redes, porque siete de cada diez españoles han dejado de leer periódicos y tan sólo se informan por titulares en aplicaciones gratuitas de Google. Es la desinformación disfrazada de información. Por eso los personajes lidian en ese magma y tratan de sacar ventaja, y allí cualquier discurso complejo e inteligente tiene las de perder, ésa es la frustración con la que luchan durante toda la novela.
P: Lo más divertido de Queridos niños está en las anécdotas de campaña, pero lo más hermoso, como suele suceder, está en la intimidad. Basilio, por decirlo suavemente, es un misántropo, pero hace reír a todos los personajes inteligentes o bondadosos, ante quienes va redimiéndose, y cae mal o fastidia a los viles o los necios.
R: Basilio es un personaje poliédrico, con cosas odiosas y observaciones admirables. Es un hombre apartado del mundo, que ha sido empujado hacia la vileza por sus propios rencores. Es un personaje que me gustó mucho componer, porque sabía que sería provocador y el reto está en hacerlo entendible pese a que comete todos los pecados a su alcance, pese a que es corrupto como persona y como profesional. Para mí, si en una novela no hay esfuerzo por entender lo que no entiendes, el viaje se queda a mitad. Basilio es la bomba nuclear de Queridos niños, pero la provocación no terminaría si al otro lado no llegan los lectores con sus prejuicios, su experiencia y su sensibilidad para que se produzca ese choque, esa fricción que yo creo que es lo mejor de una novela.
P: Por último, ¿nos puedes recomendar algún libro reciente?, ¿cuáles han sido los libros que más le han gustado últimamente?
R: El primer tomo de M de Antonio Scurati me gustó mucho, porque el ascenso de Mussolini en la Italia de los años 1920 tiene una lectura contemporánea muy acertada. Y también me gustó mucho el relato autobiográfico de Tove Ditlevsen en su Trilogía de Copenhague.
[Una entrevista de Juan Marqués / Fotografía de Ernesto Valverde]