Entrevistas

Marta Rebón: “La Rusia de Putin ha apostado por la involución”

Marta Rebón publica ‘El complejo de Caín. El ser o no ser de Ucrania bajo la sombra de Rusia’. Juan Marqués la entrevista para Las Librerías Recomiendan.

La conocíamos como traductora, la más activa, demandada y aplaudida en los últimos años entre las eslavistas, y últimamente se ha revelado también como una formidable autora de reseñas, de esas que, sin desentenderse del libro que comentan, consiguen trascenderlo y lanzar ideas generales (y originales) sobre la literatura.

Entre una actividad y otra, la barcelonesa Marta Rebón ya había escrito muchos artículos, pero en 2017 se destapó con su primer libro, el excelente En la ciudad líquida (reseñado en ‘Las Librerías Recomiendan’ aquí), un viaje por ciudades y escrituras que el año que viene conocerá una edición revisada. Y ahora, después de traducir también a la nueva Premio Formentor, Liudmila Ulítskaia, o de editar el Viaje a Rusia de Josep Pla, Rebón ofrece un tratado sobre “el alma de Rusia” menos apegado a la actualidad de lo que parece: viene explícitamente impulsado por la ocupación de Ucrania, pero su alcance es mayor, tanto a la hora de remontarse a los orígenes del conflicto como a la de aventurar cuál puede ser el “destino” colectivo de aquel gigante.

El complejo de Caín (El complex de Caín, en catalán) fue reseñado para ‘Las Librerías recomiendan’ por la Librería Noviembre (Benicàssim, Castellón), y fue uno de los libros más recomendados de cara al verano por parte de las librerías. Ahora Marta Rebón responde amablemente, y en profundidad, nuestras preguntas.

PREGUNTA. Más que tratar de la presente invasión de Rusia sobre Ucrania, nos parece que en realidad en este libro usted vuelca y sintetiza buena parte de lo que ha ido descubriendo a lo largo de muchos años de dedicación. ¿Es así?

REPUESTA. Sí, así es. No quise escribir un análisis geopolítico ni intentar adivinar la posible deriva de esta guerra. Lo que me interesa sobre todo de este conflicto son las bases culturales y el marco mental que han hecho posible esta guerra en Europa en el siglo XXI. Cuando estudié Filología Eslava, Rusia dominaba el temario. A pesar de que en el mapa postsoviético su influencia tendía a disminuir, los conocimientos sobre la Ucrania independiente no habían mejorado demasiado en nuestro país. Por eso, quería ofrecer algunas claves de Ucrania como nación, de su compleja relación con Rusia. Escogí referentes que pudieran resultar familiares para los lectores. Apenas hay literatura en ucraniano traducida, así que a menudo opté por autores rusófonos nacidos en territorio de la actual Ucrania. Si bien Ucrania fue uno de los grandes bastiones del Partido comunista en los inicios de la URSS, también favoreció su desmantelamiento cuando los ciudadanos votaron masivamente a favor de la independencia de su país. Accedieron a desnuclearizarse y a entregar su arsenal atómico a Rusia a cambio de que se garantizara el respeto a sus fronteras.

La propaganda rusa se ha filtrado en muchas esferas y ha penetrado a niveles profundos. Sin ir más lejos, se ha tenido que recordar a Alemania que también tiene una deuda histórica con Ucrania, no solo con Rusia. En la tan celebrada victoria rusa sobre el nazismo también había ucranianos luchando en el ejército rojo y sus bajas ascendieron a un número considerable en proporción con su población. Algunas de las reflexiones que hago en el ensayo son reconsideraciones de cosas conocidas, pero vistas (creo) desde otro prisma.

P. ¿Por qué se fue a Cracovia a escribirlo? ¿Necesitaba sentirse físicamente cerca del tema a tratar?

R. En gran medida sí. De repente Barcelona parecía estar muy lejos, en especial en cuanto a la cobertura del tema, sobre todo al principio. Enseguida me di cuenta de que pasaría mucho tiempo antes de que pudiera volver a Rusia, pero me quedaba Polonia para estar más cerca de Ucrania. Precisamente en los primeros meses de guerra estaba acabando de traducir una novela polaca ambientada en la ciudad ucraniana de Lviv. Hay que decir que Polonia ha hecho un esfuerzo descomunal de acogida a los refugiados, y en Cracovia en todas partes me encontré carteles en contra de la guerra y banderas ucranianas.

Fui a ver una producción de Las tres hermanas de Chéjov en el Stary Teatr y, como guiño cómplice, Moscú se cambió por Kíiv. Ha habido un cambio radical en las relaciones entre estos dos países, Polonia y Ucrania, que tenían heridas históricas sin resolver. Y lo importante es que surgió de una reacción de la población civil.

P. Creemos que está documentado de sobra que usted ama la cultura rusa, su historia, su tradición… pero eso no le impide ser tajante en cuanto a la “psicología social” de aquel país, que, dice usted, más bien “debe entenderse como una civilización en sí misma, es algo más que un antiguo imperio”. Hay algo de pesimismo o, mejor, de resignación: ¿es imposible que Rusia cambie, que renuncie a esas grandezas y miserias, ambiciones y frustraciones que la definen? 

R. Cuando hablo de Rusia en esos términos, es importante precisar que aludo sobre todo al Kremlin. Hay datos de encuestas según los cuales un 80% de rusos apoyan la guerra, pero no se pueden dar por válidos en un contexto de represión y de control absoluto de los medios de comunicación. El Kremlin llegó a esta invasión “con los deberes hechos” en cuanto a la destrucción de la sociedad civil y de la libertad de expresión. En la última década ha sido una tendencia al alza. En el fondo, para quien seguía la política interior rusa, con el acoso a periodistas o el escandaloso envenenamiento de Navalni, lo del 24 de febrero no fue una sorpresa total, sino una nueva y gran decepción ante los hechos consumados. Es descorazonador saber que Rusia ha hecho un retroceso de décadas. Y lo digo también porque hay ya unas cuantas generaciones que solo han conocido gobiernos putinistas. Han interiorizado que la política no es asunto suyo, que no podrán cambiar nada. Quien ha podido se ha ido a otros países. Y, si no comulgas con el militarismo, no tienes más remedio que llevar una doble vida. Dado que Rusia no ha hecho un proceso profundo de revisión de su historia, sino de revisionismo, ha seguido patrones autoritarios ya probados a lo largo de su historia.

Ante la falta de imaginación de una Rusia sin Putin y el temor a la represión, hay una preponderancia de la resignación y del descontento pasivo en detrimento de la protesta activa. No deja de ser paradójico la constante alusión al “Occidente corrupto”, mientras los oligarcas poseen propiedades y envían a sus hijos a estudiar a ese mismo lugar demonizado. Ha sido triste que se haya puesto tanto el foco en la cancelación de la cultura rusa, sin antes cuestionarse siquiera cuál ha sido la cancelación de la cultura ucraniana en los últimos siglos, o cuál es la opinión de los intelectuales, académicos, líderes civiles y ucranianos frente a esta guerra. Cuando Rusia disolvió la ONG Memorial, las cosas no podían estar más claras: era una apuesta total por la involución.

 

P. “Hemos vuelto al tiempo de los mapas”, dice usted, muy expresivamente. ¿Tantos años de paz han sido un espejismo? Estrategias y espionajes siempre ha habido, pero ¿esto es el comienzo de una nueva época de guerras, invasiones, ataques, ocupaciones…?  

R. Cuando se deberían poner todos los esfuerzos en combatir la emergencia climática y la crisis económica, así como en brindar ayuda a otros refugiados, etc., Rusia ha apostado por reconfigurar el “orden mundial” mediante una guerra, algo que ya llevaba fomentando con acciones de guerra híbrida, la injerencia en elecciones de otros países o el apoyo a partidos populistas. Rusia lo tenía todo para ser un país admirado, una herencia cultural envidiable, una historia de la que podría haber extraído muchas enseñanzas, una población con un potencial creativo e intelectual enorme, posibilidades de liderar cambios realmente globales y de gran calado…, pero su gobierno prefirió crear un régimen autocrático blindado por los servicios secretos y con una población hipervigilada. No está claro hasta qué punto Rusia tendrá capacidad para lanzar más guerras, pero sí que no ha dudado en violar la integridad territorial de un país vecino, cosa que ya había hecho antes, pero no tan al oeste. A lo largo de su historia, Rusia ha conocido pocos periodos de paz, incluidas las últimas tres décadas, así que la cultura bélica está muy interiorizada. En estos meses también se ha constatado lamentablemente su habilidad para amenazar, incumplir acuerdos, dar explicaciones contradictorias, negar hechos, etc.

P. Una pregunta difícil: de sus traducciones, digamos, más imponentes, ¿cuál nos recomienda especialmente, Las almas muertasEl maestro y MargaritaEl doctor Zhivago Vida y destino

R. Las cuatro son imprescindibles. Son grandísimas novelas escritas en ruso, tres de cuyos autores nacieron en territorio de la actual Ucrania (Gógol, Bulgákov, Vasili Grossman) y dos tenían orígenes judíos (Pasternak y Grossman).

P. Y la pregunta que hacemos siempre para cerrar: entre las novedades literarias que han aparecido últimamente (en, digamos, los últimos tres meses, ¿cuáles nos recomiendas con más entusiasmo? 

El Museo de la Rendición Incondicional, de Dubravka Ugresic

Los brotes negros: En los picos de ansiedad, Eloy Fernández Porta

Historia de los abuelos que no tuve, de Ivan Jablonka

Abejas grises, de Andréi Kurkov

 

[Preguntas de Juan Marqués. Fotografía de Outumuro]