Theodor Kallifatides: “Timandra es un modelo para cualquier ciudadano exigente”
El escritor griego, Theodor Kallifatides, estuvo en España presentando ‘Timandra’. Las librerías independientes aprovechamos para lanzarle varias preguntas
Con cada nuevo libro de Theodor Kallifatides que va apareciendo en nuestras librerías, va creciendo el número de lectores/as enamoradas/os de su voz, tan particular. Ahora llega Timandra y, aprovechando una breve visita a Bilbao (para recibir el Premio BBK Gutun Zuria) y Madrid (para reunirse con libreros y periodistas), le arañamos unos pocos minutos para lanzarle algunas pocas preguntas, cuatro de las cuales vienen de boca de libreros/as.
PREGUNTA. La crítica ha distinguido tres líneas en su narrativa: los libros autobiográficos (como Otra vida por vivir, Madres e hijos o Lo pasado no es un sueño), las novelas en las que se mezcla el testimonio personal con la ficción (como El asedio de Troya) o la ficción total, aunque pueda estar basada en personajes reales (como esta Timandra que se publica ahora en España). ¿En cuál se encuentra usted más cómodo?
RESPUESTA. Definitivamente, la autobiografía no es lo más cómodo. Es muy difícil hablar de sí mismo, porque la tendencia natural es mentir. Como griego, sé muy bien lo que es mentir. La recreación de la Historia tampoco es fácil, porque hay que ser riguroso, hay que documentarse mucho para recrear… Lo más cómodo, pues, es la literatura pura. Se escribe sin la misión de decir algo concreto, uno escribe para su placer, sin la presión de ser exacto. Como autor, son unas vacaciones.
P – ¿Qué es lo que más le interesó del personaje de Timandra?
R – Timandra es libre, es inteligente, está interesada en la política, en el pensamiento y en las artes. Es una mujer respetada y poderosa, y es además responsable en el manejo de su poder. Me parece un modelo no sólo para una mujer, sino para cualquier ciudadano exigente.
P – [pregunta de Jesús Trueba, de La Buena Vida (Madrid)] Es importante ver que Timandra se publicó en 1994, mucho antes de las últimas olas feministas. Y visto lo bien que ha conseguido usted colocarse en la mente de una mujer, reproducir su perspectiva o sus sentimientos, ¿qué opina de esas personas que creen que, por ejemplo, sólo una mujer negra que escriba poesía puede traducir a una poeta negra? Es decir, que para entender del todo a un/a escritor/a hay que compartir su sexo, su edad, su raza…
R – No puedo estar de acuerdo con esa forma de ver las cosas. Desde el momento en que existe la empatía, ya queda desautorizada esa opinión. Llevo décadas casado con mi mujer, creo que puedo comprender lo que me dice, puedo ponerme en su lugar, puedo entender sus reacciones o sus necesidades. Es verdad que nunca podré compartir el sufrimiento o el miedo de, no sé, un esclavo africano en el Caribe, pero creo que sí puedo comprenderlo, y por tanto puedo hacer el ejercicio de imaginarlo y escribirlo.
P – [de Olivia Lahoya Cuende, de la Librería Estudio (Miranda de Ebro, Burgos)] En Madres e hijos dice: “Mi madre es mi patria. Cuando la pierda, perderé mi patria”. Especialmente en esta obra, se percibe una sensibilidad que parece tener mucho que ver con ese sentimiento de pertenencia y arraigo que debe a su país de nacimiento y, sobre todo, a su madre. ¿Siente que la muerte de su madre, es decir, la imposibilidad de una forma de regreso, y por tanto la pérdida de un principio, de un pasado, ha afectado, de alguna manera, a la parte más esencial de su escritura?
R – Sí: aunque sea relativamente tópico, la muerte de tus padres, de tus hermanos y el hecho de ser el único que queda de la familia implica una pérdida de tu tierra, de las conexiones que te definen. Aunque tenga mi propia familia, no es lo mismo. Así que continué escribiendo porque no había nada más que pudiera hacer.
P – [de Bea Fernández y Rafa G. Rivas, de Sputnik (León)] ¿Constituye para usted la literatura su refugio personal? ¿Evocar y recordar a los clásicos y sus mitos y reflexionar a través de ellos es una forma de protegerse contra el mundo actual?
R – No, todo lo contrario, es un esfuerzo por entender el mundo de hoy. Si tomamos, por ejemplo, el mito de la Hidra de Lerna, a quien Hércules consiguió matar al final, ¿qué es sino la corrupción de las personas, de la sociedad, un monstruo de cien cabezas, algo con lo que se simboliza a la mafia? El mundo no es nuevo: somos los hombres los que, siendo nuevos, cometemos las mismas atrocidades que las generaciones que nos han precedido.
P – [de Carmen Juan y Sara J. Trigueros, de 80 Mundos (Alicante)] ¿Qué reflexión se puede seguir haciendo desde el Mediterráneo del presente a partir de nuestras raíces culturales?
R – El mundo mediterráneo ya estaba bien conectado, incluso en la Antigüedad, aunque, por desgracia, sepamos poco de esas conexiones. Pero de ahí surgió la invención de bellas ideas: la idea de libertad, la idea de asilo, la idea de justicia, la idea de los derechos de la persona. Es como para estar orgulloso de esa herencia, pero sin fanatismos ni nacionalismos. Se trata, simplemente, de entenderla.
P – Usted comenzó escribiendo poesía. Es lo primero que publicó en Suecia.
R – Fue un accidente, no es algo que me propuse, ni que me propongo. Iba tomando notas y sólo después me di cuenta de que había escrito un poema. Mi forma de aprender sueco fue caminar, escuchar a la gente, dejar que el nuevo idioma entrase en mí. Escribía cosas cortas, impresiones, frases que había oído por la calle… y un día me senté y eran versos. Los envié a la que era por entonces la editorial más importante de Suecia y a los tres días me llamaron para que pasase por las oficinas para firmar un contrato de edición. Tres días. Ahora un autor joven ha de esperar respuesta por parte de una editorial al menos doce semanas.
P – ¿Y qué está escribiendo ahora?
R – ¡Twitter! [risas]. No, no puedo escribir mucho ahora. Soy viejo, estoy cansado. Garabateo artículos, cuentos cortos…, pero siento que mi obra literaria ya está hecha, la doy por buena y por cumplida. Es posible que algún día escriba algo de valor, pero me he ganado el derecho a descansar. Es como lo que pasó cuando Philip Roth anunció que no escribiría más. Hubo una conmoción: el principal escritor estadounidense vivo se retiraba. ¿Pero estás descontento, le decían?, ¿sucede algo? Y no, no pasaba nada, simplemente que tenía ganas de descansar esos últimos años, de disfrutar sin lo que implica estar escribiendo una novela. Cuando estás sumergido en un texto estás huraño, te despiertas obsesionado con algo, nervioso, no hablas con tu mujer, te aíslas, te frustras, te esfuerzas… No, todo eso ya lo conozco, ahora quiero descansar.
[Fotografía y coordinación de preguntas de Juan Marqués]