Hay-on-Wye, un festival que exporta ahora su fórmula a España (Terra)
Pero ¿dónde están los libros?, se pregunta asombrado el visitante que ha llegado hasta aquí desde Londres tras viajar casi tres horas en coche por una autopista atiborrada de tráfico, primero, y luego por serpeantes carreteras en un paisaje de colinas y prados donde pacen vacas y ovejas ajenas a las pompas del mundo literario.En esta especie de mercado alternativo para hippies tardíos – ¿no lo describió el ex presidente estadounidense Bill Clinton una vez como ‘un Woodstock para la mente’?- hay una sola librería bajo una de las carpas, donde se agolpa la gente en busca de un ejemplar firmado de una autora que parece desentonar en este ambiente.Casi arrepentido de las tres libras que pagó por aparcar su…
Pero ¿dónde están los libros?, se pregunta asombrado el visitante que ha llegado hasta aquí desde Londres tras viajar casi tres horas en coche por una autopista atiborrada de tráfico, primero, y luego por serpeantes carreteras en un paisaje de colinas y prados donde pacen vacas y ovejas ajenas a las pompas del mundo literario.
En esta especie de mercado alternativo para hippies tardíos – ¿no lo describió el ex presidente estadounidense Bill Clinton una vez como ‘un Woodstock para la mente’?- hay una sola librería bajo una de las carpas, donde se agolpa la gente en busca de un ejemplar firmado de una autora que parece desentonar en este ambiente.
Casi arrepentido de las tres libras que pagó por aparcar su coche entre otros cientos de vehículos, el visitante decide que debe haber algo más que justifique el sacrificio del largo viaje y el tener que pasar varias noches de hotel en una localidad a más de media hora de allí, pues todos los establecimientos allí están llenos, y busca el famoso pueblo de las librerías.
Allí, la decepción inicial se convierte en una agradabilísima sorpresa: esta localidad perdida de Gales, de 1.500 habitantes, que se ve de pronto inundada por más de ochenta mil visitantes, tiene alrededor de cuarenta librerías esparcidas por sus pintorescas callejas e incluso a los pies de un castillo medieval medio en ruinas.
Hay-on-Wye es un pueblo en el que durante los diez días que dura el festival creado hace ya dieciocho años por un entonces joven actor llamado Peter Florence, hoy todavía a su frente, se dan cita poetas, novelistas, historiadores, cineastas, cuentacuentos, editores e incluso algún político como el ex presidente de EEUU Al Gore, que este año hablará de su tema favorito: el cambio climático.
Tras charlar con varios de los libreros, se llega a la conclusión, sin embargo, de que la ubicación del festival, a partir de ahora, en las afueras del pueblo, donde se ha alquilado unos terrenos por varios años, no satisface a quienes son su razón de ser y le proporcionan su particular encanto.
Muchos de ellos critican lo que llaman ‘comercialización’ del festival, se quejan de que ya no esté integrado como en años anteriores en el pueblo y temen que muchos de los asistentes se limiten a asistir a las charlas, firmas de autor y otros actos en las carpas del exterior y no se molesten siquiera en entrar en Hay-on-Wye.
Ajena a esta polémica, España asiste este año como invitada especial porque este lunes se anunciará aquí oficialmente el lanzamiento, el 21 de septiembre, del festival de Hay de Segovia, y una de las carpas destinadas a las discusiones literarias ha sido bautizada con el nombre de la ciudad castellana.
Con ese motivo estarán aquí este lunes el embajador de España en Londres, el alcalde de Segovia, el director del Instituto Cervantes en la capital británica, a los que se unirán varios editores y autores españoles o latinoamericanos como Fernando Savater, Carmen Posadas, Rafael Reig y Jorge Franco.