“Saltamontes va de viaje” de Arnold Lobel
En multitud de hogares, hay un nombre que acompaña a los más pequeños en el placer de adentrarse en la lectura y que reúne muchas preferencias confesas de los adultos. Como dice el cuentista y escritor Pep Bruno, se trata de “uno de esos escritores imprescindibles para ser más feliz“.
Ese nombre es Arnold Lobel, uno de los grandes clásicos de la LIJ del siglo XX. Un autor que encontró en la sencillez, en lo cotidiano, en la amistad, el humor y el juego, el arte de contar historias.
Con una fórmula repetida de cuentos breves agrupados, sus obras están siempre protagonizadas por animales (ratones, sapos, búhos, elefantes, aves o cerdos), son aparentemente simples, aunque están llenas de sutilezas, matices y preguntas.
Tal día como hoy, un 22 de mayo de 1933, nacía Arnold Lobel en Los Ángeles, y lo podríamos celebrar recomendando cualquiera de sus libros. Felizmente, en los últimos años, sus obras se mantienen vivas en nuestras librerías por editoriales como Santillana, Ekaré o Kalandraka, y algunas de ellas están disponibles en todas las lenguas del territorio. Sólo tenéis que hacer una búsqueda en todostuslibros.com para comprobarlo.
Pero quizás por la coyuntura que estamos viviendo, hemos optado por “Saltamontes va de viaje” (Kalandraka), seis relatos que sitúan a su protagonista ante la felicidad del descubrimiento del camino. Un camino improvisado, repleto de encuentros y de aventuras, y que acabará llevándole a “cualquier parte que quisiera ir“.
En cuentos como “El club”, “La travesía” o “Siempre”, los más pequeños van siguiendo las peripecias de los escarabajos que sólo admiran la mañana y no admiten en su grupo a quien piensa diferente; de un mosquito obsesionado con la norma, aunque esta sea imposible de cumplir; o mariposas que siempre siempre, cada día, hacen exactamente lo mismo.
Sin excesivos aspavientos y con muchísimo humor, lo que Lobel nos está presentando son distintos comportamientos humanos: el sectarismo, la capacidad de adaptación, las obsesiones o la intransigencia. Y mientras, en su camino, Saltamontes no renuncia a la observación, la curiosidad, la tolerancia o el placer de la naturaleza.
Es este un libro tan inteligente que va ganando capas y matices a medida que evoluciona la edad y la profundidad lectora, por lo que deberíamos conservarlo muchos años en nuestras bibliotecas para no dejar de sorprendernos con él y con la extraordinaria potencia de su autor.
Sonia Domínguez / Grupo Kirico