"Actores vestidos de calle" de Luisa Castro
Trece años después del ya casi inencontrable Amor mi Señor, y a las puertas de una nueva edición de su poesía reunida (en Visor Libros) que renueve la también agotada recopilación anterior, Señales con una sola bandera, de 2004, Luisa Castro ha regresado a la actualidad poética con un libro magnífico. Se trata de un libro muy consciente de sí mismo, muy meditado, pero no parece exactamente eso que se llama “un proyecto”, entre otras cosas porque es un libro escrito a lo largo de muchos años, y por tanto difícilmente podría ser unitario. Pero cuidado: no hace falta que sea unitario para que sea coherente.
Entre estos Actores vestidos de calle se agazapan dos tipos de intimidad: la de la observadora y la de la confidente. Hay, en efecto, cosas que llegan del exterior para primero herir y después inspirar a la poeta (como la masacre de la escuela de Beslán, en septiembre de 2004, que da pie al primer poema), pero la poesía es el género del yo por excelencia (algo que se suele olvidar por sistema siempre que, últimamente, se discute tanto sobre la “autoficción”…) y es en la propia privacidad donde Castro encuentra su mayor verdad, su principal impulso para escribir: “Desde hace tiempo / sabes de qué cosas debes prescindir, / no lo haces sin lágrimas, / te desprendes de parte de un tesoro, / el que te hunde, / el que te hunde, sí”.
En algún momento anhela Luisa Castro “una libertad / que nunca tendrá la ligereza de lo salvaje”, y en verdad ha habido en su poesía desde siempre algo leve y algo animal, algo hospitalario y algo silvestre, dureza y a la vez ternura, algo familiar y hogareño disimulando una asfixiante violencia íntima. En este libro, sin duda el mejor suyo de versos hasta hoy, la poeta gallega vuelve a sus temas para afrontarlos con una madurez definitiva, y para elevarlos: “Para llegar a ser un ángel / me han hecho falta / cuarenta y nueve años”… La experiencia se alía con el talento en estos poemas, y la indagación en sí misma pasa también por la memoria: “¿Habría en tu equipaje sitio para los recuerdos / con una vida sin tacha?” .
Leemos demasiados libros que dejan la sensación no muy acogedora de que son en el fondo productos de la propia literatura, libros que se derivan de las lecturas o las películas, y no de la vida. Por eso se agradece especialmente un libro con tanta alma como Actores vestidos de calle, tan claramente honesto, tan poco atento a “lo literario”, tan personal pero a la vez accesible, tan sabio y tan sugerente: “Se ha producido ya ese desgaste / que hace que la forma / no recupere nunca su función. / Vasijas rotas. / La sopa derramada. / Los crímenes. / ¿No estaba en tu mano evitarlos?”.