"Cleopatra. La mujer, la reina, la leyenda", de Lucy Hughes-Hallett
Lo que la ciencia-ficción hace con el futuro, la mitomanía lo hace con el pasado. Y, por otra parte, el pasado es un work in progress, algo que se va construyendo poco a poco entre todos, contradictorio y enigmático, cancelado pero no resuelto, terminado pero no superado, algo siempre pendiente.
El caso de Cleopatra es paradigmático en ese sentido, como se explica en un libro que, traducido por Amelia Pérez de Villar para la editorial madrileña Fórcola, acaba de aparecer entre nosotros. Resulta que todo lo que teníamos entendido sobre la reina egipcia es, esencialmente, propaganda romana remota, acuñada cuando todavía seguía viva la aludida, toda una leyenda negra planeada y teledirigida desde Roma para justificar invasiones, ejecuciones, campañas.
Lo que aquí he explicado de un modo tan sucinto es algo que, con detalles impagables y una perspicacia a menudo genial, Lucy Hughes-Hallett explica en su primer capítulo, tan goloso de informaciones y tan apasionante que impide que ningún lector se sustraiga ya a su poder adictivo. En esas primeras cincuenta páginas la historiadora (autora de una biografía, justamente celebrada, de Gabriele D’Annunzio) esboza lo que el mito nos ha legado: la imagen caprichosa, egomaníaca, sádica y ambiciosa de una mujer que, efectivamente, estuvo en el centro de todas las miradas de su siglo, pero a continuación la ensayista inglesa nos explica lo que de hecho la historiografía ha podido concluir objetivamente sobre ella, una gobernante muy competente, y es entonces cuando nos enteramos de hasta qué punto la manipulación por parte del poder (que, por lo que se ve, viene de antiguo) ha desvirtuado la verdad, o al menos la parte central de ella. Sucede además que “a los historiadores y poetas de la Antigüedad les interesaban los relatos, y la historia de Cleopatra, como la mayoría de las que se contaron antes y después de ella, era eso: un relato de sexo y violencia, de amor y de guerra”. De modo que el hecho comprobado y veraz de que Cleopatra fuese amante de dos emperadores romanos (Julio César y Marco Antonio), y de que diese hijos a los dos (algo no tan conocido, pero verdaderamente determinante), o la certeza de su suicidio…, provocó, por las muchas y “naturales” consecuencias de esos hechos, que la imaginación (interesada, insistimos, sobre todo por la estrategia de un tercer emperador, Octavio) y la fantasía (juguetona por definición) hiceran su trabajo, aunque en este caso de un modo espectacular y duradero, vigente durante siglos y operativo todavía hoy, impulsado no sólo por lo de que exótico pudiera tener el asunto, sino por las convenicencias políticas de un imperio que necesitó estigmatizar a otro hasta convertirlo en una sucursal del infierno, patria de todos los vicios…
Desde esos presupuestos, Hughes-Hallett va analizando magistralmente los hitos que han ido sosteniendo, apuntalando o enriqueciendo el mito de Cleopatra, desde los cronistas de su tiempo hasta Hollywood, de modo que tanto los interesados en Shakespeare como los fans de Elizabeth Taylor tienen aquí un nuevo libro de cabecera, escrito con esa prosa rica y eficaz que es marca de la casa del ensayo inglés, una obra sagaz e interesantísima que, curiosamente, no se propone tanto derribar mitos como celebrarlos, pero no desde el punto de vista de la farándula o la frivolidad sino desde la perspectiva de.la sabiduría y el verdadero conocimiento.