"Duelo de alfiles" de Vicente Valero

Duelo de alfiles

Duelo de alfiles

Valero, Vicente

ISBN

978-84-16291-71-7

Editorial

Periférica

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A pesar de lo aparentemente distintos que son, el poeta ibicenco Vicente Valero ha ido fundando con sus libros en prosa un territorio cada vez más especial y cada vez más suyo, más reconocible, y lo ha conseguido no con recursos sofisticados o aparatosos sino, al contrario, con una sencillez muy trabajada, con una naturalidad creíble. Nunca la literatura ha dependido tanto de la realidad como en los últimos tiempos, y Vicente Valero ha conseguido hacer suya esa tendencia de un modo muy particular y notable. Su libro sobre Los extraños de su familia sorprendió incluso a quienes ya habíamos disfrutado mucho en 2004 con su ensayo sobre los Viajeros contemporáneos que habían visitado Ibiza en algún momento del siglo XX (entre ellos Walter Benjamin, Tristan Tzara, Pierre Drieu de la Rochelle o Albert Camus) o, en 2008, con su Diario de un acercamiento (donde acertaba a ver que “el pasado, del cual el poeta es vidente absoluto, debe servir para hacer fértil el presente. Esto es lo que se espera de un buen poeta”). Aquel primer título suyo en la editorial Periférica suponía un buen giro a su literatura y, aun contando cosas en principio veraces, la primera incursión de Valero en la narrativa, en la fabulación: los cuatro retratos de aquellos cuatro familiares casi fantasmales que no dejaron en la memoria mucho más que pocos y vagos datos, de los que se daba buena cuenta, formaron uno de esos libros llamados a convertirse en obra de culto, un clásico en esa historia paralela de la literatura que van tejiendo los lectores más finos.
Después llegaron El arte de la fuga (semblanzas muy personales de san Juan de la Cruz, Friedrich Hölderlin -“lo que amamos no es más que una sombra”- y Fernando Pessoa -“se puede ser muchos y seguir estando solo”-) y Las transiciones, una curiosa y bonita “novela de formación” en la que Valero volvía a cambiar completamente de registro sin cambiar en absoluto de melodía. Y en esa línea del cambio constante sin dejar de ser nítidamente él mismo, vuelve ahora a la estructura de Los extraños (en el sentido de que es un libro construido sobre cuatro historias) pero con un aire a El arte de la fuga, pues al cabo se trata aquí fundamentalmente de hablar sobre algunos autores especialmente frecuentados por Valero (Franz Kafka, Rainer Maria Rilke, Bertolt Brecht, Walter Benjamin…) y también a Las transiciones, dado que todo se cuenta desde una primera persona en principio veraz, en la que el propio autor ejercería de impostor de sí mismo, contando cuatro historias parciales en cuatro lugares distintos y con cuatro escritores principales al fondo (Brecht en Svendborg, Nietzsche en Turín, Kafka en Múnich, Rilke en Zúrich, Benjamin en todos…).
Duelo de alfiles aglutinaría, por tanto, todo lo hecho en prosa por él hasta hoy, pero introduce un hilo conductor inédito (aunque ya habló en Los extraños del tío ajedrecista, que aquí hace apenas un cameo como dueño de ese tablero portátil que Valero lleva a sus viajes). Es el ajedrez, en efecto, el tema que de algún modo va emparentando todas las historias: es un juego que queda definido como “la poesía de la inteligencia” y de hecho hay una frase que, como un estribillo, se lee en todas (“como afirman los grandes maestros de ajedrez, hasta dónde te puede llevar una partida siempre es un misterio”…), pero entre los cuatro bloques hay vínculos más claros aún y más potentes , y el principal es el de la investigación literaria, el de las conclusiones de estirpe intelectual que resultan de la visita a lugares habitados en su día por los escritores citados. “En realidad, no sé muy bien, no lo he sabido nunca, si me gusta viajar o no”, afirma Valero, y desde luego no le gusta sentirse un turista, aunque sabe que, técnicamente, lo es (y qué precioso aquel detalle del Diario de un acercamiento en el que nos contaba que los niños ibicencos de los años sesenta se disfrazaban “de turista” en los carnavales…), pero también es un turista atípico, en busca de historias o respuestas, un viajero de la escritura más que de la geografía, o incluso un explorador del pasado más que del presente. Y es también alguien que habla de sí mismo para despistar sobre sí mismo. Alguien que escribe la propia vida para indagar en vidas ajenas. La primera persona como recurso del pudor. El yo como pretexto. Lo están haciendo muchos en estos tiempos, pero pocos con el acierto y, prevemos, la perdurabilidad de Vicente Valero.
 

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