"El alma del mar" de Philip Hoare
“Siento que nada malo puede pasarme si estoy con una ballena”, afirmaba Philip Hoare en algún rincón de El mar interior, un libro que era, en cierto modo, algo así como un apéndice, o una prolongación, de su anterior Leviatán o la ballena, que sigue siendo -y hay cierta unanimidad al respecto- uno de los más hermosos y mejores libros publicados en lo que llevamos de siglo XXI. Repasándolo ahora podríamos decir de esas páginas lo que el propio Hoare decía de algún paisaje: “Hallarme a solas con tanta belleza se me antoja, de algún modo, egoísta” (por eso estamos los libreros tan empeñados en compartirlo…), y también aquel otro subrayado: “Es estúpido sentir miedo en un lugar tan luminoso”.
Leviatán o la ballena apareció en España antes de que fuera tendencia la ‘nature writing’, y en cierto modo su publicación contribuiría a explicar esa moda editorial, dentro de la cual supone un hito difícilmente superable. Algunos sospechamos que terminaremos leyendo únicamente libros como éstos, libros que nos conducen directamente al corazón de la vida, libros que conjugan ciencia y poesía no tanto para explicar el mundo como para explicarnos a nosotros mismos. Nos referimos a los libros de exploraciones, a determinados libros de astronomía o de botánica, a algunos libros de viajes (no todos: hay libros viajeros muy bien acomodados…). Y en cierto modo los libros de Hoare reúnen todo eso, y además son como diarios, cuadernos de campo, con muchos apuntes históricos y sobre todo rebosantes de buena lírica. Los libros de Philip Hoare son erráticos, divagatorios, digresivos… y querríamos que lo fuesen mucho más, porque son maravillosos, y entre ellos El alma del mar ocupa ya otro lugar de honor.
Según la edición de Ático de los Libros este nuevo título cerraría la “trilogía sobre el mar”, y es verdad que, en cierto sentido, los tres títulos citados ya aquí forman como un solo gran libro por entregas, diarios y cuadernos que se van acumulando según su autor viaja y se mueve y descubre y aprende cosas nuevas (y nos extrañaría que no tuviesen continuidad, porque en ellos declara Hoare que ésta es la forma de vivir en la que quiere quedarse). Una vez que uno se ha sumergido en la música de Hoare, es imposible no querer saberlo todo sobre los cormoranes, o sobre las yubartas (cómo no compartir “la alegría de ser un delfín”…). Sus digresiones, que a menudo se alargan mucho, nunca impacientan, porque todo lo que cuenta nos fascina. Y en este libro, además, se habla más que nunca de literatura: La tempestad de Shakespeare abre un hilo que conduce a Virginia Woolf o a Sylvia Plath (quien, según se nos dice aquí, leyó al menos tres veces Moby Dick…).
El mar lo es casi todo en estos libros, porque el mar lo es casi todo: “Me he acostumbrado tanto a él, le tengo tanto miedo y lo amo tanto que, en ocasiones, me parece que sólo puedo pensar junto al mar. Es el único lugar donde me siento en casa, porque está muy lejos de casa. Es el único lugar donde me siento libre y vivo […] Siempre está rompiendo sus fronteras, dando y tomando constantemente. Es la encarnación de todas nuestras paradojas. Sin él, no podríamos vivir; dentro de él, moriríamos. Al mar no le importa. […] esta cisterna de nuestros pecados es todavía el almacén de nuestros sueños”. Ese almacén de sueños os espera en ese otro almacén de sueños que son las librerías.