El Héroe 02 de David Rubín
Un año después de la aparición del primer tomo, nos llega la conclusión de la obra más arriesgada de David Rubín hasta la fecha, y también la más lograda, aunque La tetería del Oso Malayo ya había dejado el listón muy alto. Se trata de El Héroe, una recreación muy personal del mito de Heracles (o Hércules) en el que la fantasía mitológica se mezcla con otros géneros como la ciencia-ficción o los tebeos de superhéroes.
Si el primer tomo se centraba en la infancia y juventud de Heracles y en la realización de los nueve primeros trabajos, en este segundo nos encontramos con el héroe adulto en el momento más álgido de su fama. Además encontrará la felicidad y la estabilidad al lado de una mujer con la que formará una familia. Pero esto no puede durar: la diosa Hera odia al bastardo de Zeus y no descansará hasta convertir su vida en un infierno. Heracles, lleno de amargura y odio, intentará desaparecer, pero a nuestro héroe aún le quedan trabajos por hacer.
Así, nos encontramos con un tomo mucho más oscuro que el primero y también más épico, puesto que los enemigos cada vez son más duros y las misiones más complicadas. Las escenas de acción y las batallas, narradas con gran pericia, abundan, pero también queda espacio para explorar el lado más intimista del héroe, consiguiendo un retrato muy logrado de sus emociones y sentimientos.
Como ya apuntábamos, partiendo de la mitología (en este tomo nos encontraremos con personajes como Prometeo, Caronte o Medusa), Rubín construye un auténtico tebeo de superhéroes, y uno excepcional además, en el que sin abandonar su estilo personal se perciben influencias de los autores que más admira, desde Kirby a Tezuka, y homenajes como el que hace al Snoopy de Schulz.
Nos encontramos ante una obra mayúscula, con la capacidad de atraer a un público muy variado, como sólo pueden hacer las buenas historias. Eso sí, un público adulto, ya que debajo de esos colores pop nos encontramos con un relato lleno de dureza y con escenas de sexo y violencia muy explícitas.
El niño que fue David Rubín puede estar orgulloso de lo que ha conseguido el adulto.