"En el arrozal" de Marquesa Colombi
En el arrozal es la clásica historia que cuenta cómo todas las cosas han de ser buenas, y fáciles, y honradas, en medio de una vida de duro trabajo y alegres tradiciones…, pero no lo son en cuanto algo se complica, en cuanto algo no responde a lo previsto, a lo consabido, a lo acostumbrado. Como le sucedería después a la Yerma de Federico García Lorca con la esterilidad, revés que deriva en locura y violencia, o como le ocurrió al recto y justo Michael Kohlhaas, de Heinrich von Kleist, en cuanto tuvo que verse víctima de una ultrajante injusticia por parte de la Justicia…, la joven y bonita campesina casadera Nanna ve cómo todos sus deseos se deshacen por una enfermedad, provocada por las inhumanas condiciones en que tenían que trabajar las jornaleras en algunas haciendas.
Como ya se demostró en 2010 con la publicación, también en Contraseña, de Un matrimonio de provincias, y como si se tratase de todo un antecedente de Natalia Ginzburg (gran defensora de ese libro), Marquesa Colombi (Novana, 1840 – Turín, 1920) hizo de la máxima sencillez un monumento literario. Sencillez cronológica, franqueza directa del estilo y personajes de una pieza, sin dobleces, para una trama preciosa y compasiva sobre cómo salir adelante sin apearse de las ilusiones, con modestia pero con fuerza, con sacrificio pero con premio en forma de sueños. Y aunque las cosas se tuerzan (y desde luego aquí se van torciendo capítulo tras capítulo, por los caprichos de un destino tan cruel como el de la mitología), se insinúa siempre una celebración, siquiera tímida o cautelosa, por debajo de toda la amargura.
El Neorrealismo recogería ese tono, el de la alegría en medio de la adversidad, el de la espontaneidad natural de las gentes humildes, cuya expresividad, sabiduría popular y fuerza poética bastan a veces para afrontar o al menos aceptar las penurias. Así, y gracias a la intermediación de la traductora Pepa Linares, Nanna llega a sentirse “descuidada como una bayeta”, o se niega a “envejecer a la sombra de una cuñada”, mientras que su abnegada madre entiende, con experiencia de generaciones, que “las desgracias, o bien te hacen un santo, o te hacen una mala persona”… Ahora bien, y aunque no podemos ni queremos desvelar nada más allá de lo que ya adelanta la contracubierta del libro, conviene observar que el libro luce el subtítulo “Cuento de Navidad”, y cualquier buen lector sabe lo que eso significa…
Una vez más, sucede: una señora italiana que murió hace noventa y nueve años nos hace hoy mismo un regalo maravilloso, perfectamente vigente. Ésa es la magia de la buena literatura.