“En la ciudad líquida”, de Marta Rebón
En la ciudad líquida (Caballo de Troya 2017, 6)
Rebón, Marta
ISBN
978-84-15451-84-6
Editorial
CABALLO DE TROYA
Hace pocas semanas, en un recorrido de ‘Los Libros Recomiendan’, nos sorprendíamos de la llamativa cantidad de novedades editoriales que, de uno u otro modo, tiene a Tánger como escenario, como decorado, como paisaje, a veces incluso como protagonista. Y entre aquellos siete libros destacábamos En la ciudad líquida. Derivas, interiores y exilios, el debut de la barcelonesa Marta Rebón.
Éste es, sí, su primer libro, y sin embargo todos hemos leído a Rebón muchísimo más de lo que en un primer momento pudiéramos imaginar. Hemos leído, tal vez, miles de páginas suyas, si es que nuestros ojos han recorrido Una saga moscovita, de Vasili Akiónov; Vida y destino, de Vasili Grossman; El doctor Zhivago, de Borís Pasternak; Las almas muertas, de Nikolái Gógol, o Gente, años, vida,de Iliá Ehrenburg, entre muchos otros (como el muy reciente Inmersión. Un sendero en la nieve, de Lidia Chukóvskaia). Ahora es ella, por fin, la que decididamente toma la palabra, sin ejercer de intermediaria de nadie que no sea ella misma, pero lo hace en buena medida para hablar de todos ellos (y de muchos otros) en un libro no sólo gozosamente errante sino deliberadamente errático en el que se unen la literatura y los desplazamientos, los kilómetros y los versos.
El escritor Danilo Kiš (de quien también se habla aquí) advirtió en sus Consejos a un joven escritor que no hay que escribir libros sobre lugares en donde sólo hayamos estado esporádicamente, de paso. Marta Rebón no cae en ese error, pues todas las ciudades de las que habla fueron la suya durante algún tiempo prolongado, y tampoco incurre en esa otra torpeza, tan habitual, de presumir de viajera. Nos fascinan los libros de viajes, pero resulta irritante lo difícil que es que los escritores nómadas contemporáneos no acaben jactándose de algo tan poco glorioso como sentarse y dejarse desplazar. Lo que importa en los libros de viajes, lo que marca la diferencia, no es el desplazamiento mismo ni desde luego la mayor o menor distancia, ni el supuesto exotismo, sino la calidad de la mirada, y en ese sentido este libro es una lección, y eso que se dice en la contracubierta sobre “la voz elegante” de la autora es exacto. “Elegancia” es tal vez el mejor sustantivo para calificar esta prosa, que es también serena, incisiva, como de otro tiempo (algo que, por supuesto, apuntamos como elogio), y su forma de contarse a sí misma en lo que cuenta, de colarse en su propio texto, de introducir una subjetividad que a menudo se hace explícitamente memorialístca, diarística, testimonial… recuerdan bastante, para entendernos, a Philip Hoare, pero no tanto al de Leviatán o la ballena como al de El mar interior (y no sólo –ni siquiera principalmente– por el modo de introducir imágenes). Rebón consigue ser trascendente sin ponerse estupenda, y es muy hábil a la hora de encontrar citas magníficas, algunas de las cuales figuran como exergos al frente de los capítulos. Entre muchas otras destaca una de Tolstói que advierte que si eres capaz de no escribir, entonces es que no debes hacerlo. Desde aquí nos alegramos de que Marta Rebón, por fin, haya demostrado que es de las que no pueden no hacerlo, pero también celebramos que no haya tenido prisa, que se haya tomado el tiempo suficiente para hacerlo tan bien, y en un libro que, además de venir presentado en una edición realmente cuidada, ofrece también una amplia colección de buenas fotografías.
Juan Marqués, ‘Las Librerías recomiendan‘