"¡Escríbelo, Kisch", de Egon Erwin Kisch
Continúan llegando a nuestras librerías títulos sobre la Primera Guerra Mundial, condicionados por los centenarios de estos últimos años pero, en general, de valor constante, imperecedero. De hecho, lo que extraña y casi molesta es que sean tan necesarias las efemérides para que salgan a la luz libros que deberíamos haber conocido hace mucho. Sea como sea, mejor tarde que nunca. Sabemos esperar.
Acaso para culminar la conmemoración, casi in extremis, a finales de 2018 se ha publicado en la editorial Xordica un libro especialmente reseñable, no sólo por ser la obra de un escritor importante, sino por el valor literario de su testimonio. Se trata del diario de campaña de Egon Erwin Kisch, de quien ya conocíamos sus artículos y reportajes, y van desde la movilización en el verano de 1914 hasta el momento en que es herido en la primavera de 1915: menos de un año en el frente, pero suficiente para volver desquiciado y con los traumas propios de tal experiencia, contado todo con especial intensidad, de un modo vívido y sobrecogedor, aunque también original e ingenioso.
Lo más importante de una narración es su tono: ni el tema, por sublime que sea, ni los símbolos, por bien meditados que estén, consiguen convencer o fermentar si lo que haya que contar no se cuenta desde algún sitio destacado, desde una perspectiva insustituible, desde una actitud singular y genuina. Este ¡Escríbelo, Kisch! es muy curioso en ese sentido, y debe de ser verdad lo que el autor nos cuenta en su breve introducción de que no corrigió ni una coma al publicar lo que en su día había escrito en los trenes, en las trincheras, en las carpas, en la enfermería… pues las primeras entradas son las de un hombre feliz, jovial, con ganas de vivir experiencias…, pero enseguida se asiste “en falso directo” al momento en el que claramente se le congela la sonrisa y se le acaban las ganas de broma, horrorizado ante lo que comienza a vivir y a ver. Tras unas poquísimas páginas más o menos alegres, el lector casi puede notar físicamente el cambio violento en el estilo del cuaderno: se acaba la juerga y comienza el terror, el peligro, el miedo, o una sed que pocas veces se ha contado de un modo tan tremendo (“el agua sabe a champán”).
La vida en tiempo de guerra contada con perspicacia y conmoción; y el deseo de renacer a una nueva vida real: “durante una noche eterna e interminable, me dije que, si algún día volvía a vivir en un país en paz, jamás volvería a despotricar de la cama, de la calefacción, de la comida o de la bebida de un hotel, restaurante, café o casa”.