“Estar aquí es esplendido” de Marie Darrieussecq

Estar aquí es espléndido

Estar aquí es espléndido

Darrieussecq, Marie

ISBN

978-84-17800-86-4

Editorial

Errata Naturae Editores

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Estar aquí es esplendido, de Marie Darrieussecq, publicado por Errata Naturae

Te mira. Éste es un libro que te mira. Te mira y te mira. Te mira desde los ojos desnudos de su protagonista. Paula Modersohn-Becker posa natural, sencilla; sin más indumento que un collar de ámbar entre los pechos descubiertos y una tela blanca bajo la barriga engañosamente grávida —cuando la pintora se autorretrató aún no estaba embarazada—. «Y atención: es la primera vez. La primera vez que una mujer se pinta desnuda. El gesto de desvestirse y plantarse ante el propio lienzo y decir: ésta es mi piel, voy a mostrar mi vientre, y cómo se modelan mis senos y mi ombligo… El autorretrato de una mujer desnuda, a solas consigo misma y con la historia del arte», remarca Marie Darrieussecq, la autora de Estar aquí es espléndido, uno de los últimos títulos que hemos leído en NaturaLlibres.

Y lo empezamos a leer porque Paula nos estaba mirando, con esos «ojos llenos de Cézanne, de Gauguin, de Van Gogh, del aduanero Rousseau»… tan segura de sí misma… para poner al descubierto su cuerpo y su vida: el de una artista que pintó más de setecientos lienzos y un millar de dibujos, aunque no vendiera más de tres cuadros a lo largo de su corta carrera pictórica —más que Van Gogh, en cualquier caso.

Dedicarse a los pinceles siendo una mujer a principios del siglo XX era complicado. «Padre me ha escrito hoy para decirme que debería buscarme un empleo como institutriz», anotaba en las páginas de su diario. Por suerte, la hija no le hizo caso. «He pasado toda la tarde tumbada en la arena y el brezo leyendo Pan de Knut Hamsun».

Paula tenía claras sus ambiciones. Conoció la colonia artística de Worpswede en una excursión veraniega de 1897. Allí estaban Fritz Mackensen, Hans am Ende, Fritz Overbeck, Heinrich Vogeler… y Otto Modersohn, el paisajista que le daría el apellido de casada, porque «las mujeres carecen de apellido. Ellas tienen nombre de pila. El apellido es un préstamo provisional, un signo inestable, lo efímero», señala Darrieussecq. «Ellas se inventan en un mundo de hombres, por la fuerza».

Los de Worpswede se caracterizaban por volver con sus trazos a la naturaleza y a la gente simple del campo. Pero Paula quería más. Más que «la corteza blanca y negra de los abedules», más que «la turba de las ciénagas». Y se marchó sola a París —estando casada; repetimos: estando casada— para batallar «con la luz grisácea» y con los «altos muros por encima de los castaños». Muros demasiado altos… Quería dejar a su marido para siempre, dedicarse por entero al arte.

El autorretrato de la cubierta lo pintó en 1906, estando en la capital francesa. Cuando Picasso pintaba sus Demoiselles d’Avignon, Matisse sus Nue bleu y Derain sus Trois baigneuses. Pero ni Berthe Morisot ni Mary Cassatt ni ninguna otra modernista se había desnudado en el lienzo antes. «Seguramente fue Artemisa Gentileschi (1593-1652/1653) la primera en pintar a una mujer desnuda, pero todavía no está claro si su genial Susana y los viejos es un autorretrato», puntualiza Darrieussecq en un pie de página. «Por otro lado, el autorretrato con los pechos al aire de Suzanne Valadon data de 1917».

Paula, además, se dibujó en estado. En estado de gestación. En estado de creación.

Murió dieciocho días después de dar a luz. «Sé que no viviré mucho. Pero ¿por qué ha de ser esto triste? ¿Es un festival más bonito porque dure más?»

Quizá no… quizá «no tenemos más que estar ahí, pero de un modo sencillo, perseverante, igual que la tierra está ahí, diciendo sí a las estaciones, clara y sombría».

Esta cita es de Rilke. El poeta no incluyó a su amiga Paula en la monografía que escribió sobre los artistas de Worpswede en 1902, y calificó de “pobre” su mirada. Esa mirada inclasificable, independiente, decidida y tranquila que te llama, desde la estantería, a descubrir su vida.

*El cuadro original que ilustra la cubierta del libro se exhibe en el Museo Paula Modersohn-Becker de Bremen, el primer museo del mundo dedicado a una mujer artista, por iniciativa de un mecenas bremense que amasó una fortuna colosal al inventar el café descafeinado.

Meritxell-Anfitrite Álvarez Mongay, Natura Llibres (Alins, Lleida)