“Facsímil”, de Alejandro Zambra

Facsímil

Facsímil

Zambra, Alejandro

ISBN

978-84-339-9912-2

Editorial

Editorial Anagrama

Donde comprarlo

Escribir un libro sorprendente, “original”, distinto… es relativamente fácil. Lo dificilísimo y meritorio es que siga siendo asombroso varios años después de su publicación, que retenga toda la potencia de su aparición, que no se pierda o se disuelva en la anécdota de su forma, que su apuesta siga vigente, que no caduque pronto, que no se olvide, que al cabo de poco tiempo no dé exactamente igual.

El año pasado se publicó Poeta chileno, de Alejandro Zambra, y fuimos varios los que defendimos que se trataba de la mejor novela en español editada en 2020, una preciosa bomba de ternura y malicia, de inteligencia y sentimentalidad de la buena, de gracia y de talento. Aquella novela venía a confirmar, por si hiciera falta, la adicción que muchos tenemos ya a la literatura de Zambra, casi un género literario en sí mismo, reconocible siempre a pesar de la diversidad de sus planteamientos. Alguien que debutara con el arriesgadísimo Bonsái (un salto mortal de setenta páginas), o que dio verdaderas lecciones de literatura en Tema libre (pero en todas sus novelas hay buena teoría literaria, y en todos sus ensayos se agazapan audacias, toqueteos con la ficción…), nos lanzaba en Poeta chileno un libro de mayor aliento, una primera obra maestra que pudiera dinamitar los recelos de los dubitativos, de los inseguros, de los exigentes que se pasan de lentos, de los tibios del “sí, se defiende en las formas breves pero habría que verlo en una novela larga”… Bueno, pues lo vimos, y fue deslumbrante.

Ahora Anagrama ha recuperado Facsímil, un libro de 2014 que pudimos leer en Sexto Piso, y por eso decíamos, al releerlo, lo primero que hemos dicho allá arriba. La estructura del libro es, según se nos explica, la que tuvo durante décadas lo que fue, para entendernos, “la Selectividad chilena”, el extraño examen al que cientos de miles de jóvenes tuvieron que enfrentarse si querían pasar a la Universidad. Y como suele suceder con los exámenes, este libro va de menos a más: al principio se va tanteando al examinando, al lector…, para poco a poco ir aumentando la intensidad e ir entrando en terrenos más frondosos. Las tres primeras partes del libro pueden llegar a impacientar a quien lo lea, pues el ingenio de Zambra, siendo inmenso, no es tan sobrehumano como para que todos entremos en el juego o nos sintamos cómplices de un modo de literatura que, por su dependencia de la forma del examen, adquiere más bien la forma de pasatiempo, de curiosidad divertida pero también insuficiente. Tanto al ayudar a Zambra en el “Término excluido” (lo que por aquí llamábamos el “Táchese lo que no proceda”), tanto el “Plan de redacción” (ordenar acontecimientos para que adquieran su mejor sentido) como en el “Uso de ilativos (completar huecos son palabras), nos entretenemos y sonreímos, pero también intuimos que sólo se nos está “calentando” o preparando para poder pasar a zonas más nutritivas, a “preguntas” que nos darán más puntos. Y así sucede, exactamente: la parte cuarta (“Eliminación de oraciones”) y, sobre todo, la quinta, “Comprensión de lectura”, son las que justifican más que plenamente este libro: en la primera hay verdaderos cuentos, o al menos microcuentos, sólo que amoldados a una forma insólita (el 65 es, por ejemplo, magistral), pero es en la última donde Zambra publica tres cuentos geniales, con el añadido del apéndice de “Ejercicios”, los cuales son imprescindibles para culminar el juego de unos cuentos que ya podrían haber funcionado independientemente sin ningún problema. En el caso del cuento titulado (o, mejor, no-titulado) “Texto nº 2”, estamos ante una maravilla, un cuento magnífico (sobre el retraso de la ley del divorcio en Chile) que, sin embargo, queda no complementado sino efectivamente completado con el cuestionario, que multiplica la gracia y las posibilidades de lo leído. En el último cuento del libro el cuestionario llega aún más lejos, y es casi más importante y mejor que el texto sobre el que indaga, y donde el poder humorístico de Facsímil llega a lo más alto. Con lo extraordinariamente difícil que es el humor en la literatura, qué fuerza cómica logra Zambra, qué capacidad para hacer reír sin descuidar en ningún detalle la calidad (y sin que los temas que trata -la dictadura de Pinochet, la paternidad negligente o herida…- pierdan la gravedad).

Como sucede, pues, en los exámenes, quien persevera sale premiado. Que nadie abandone en los primeros compases, pues se perderá la gloria de la segunda parte, esos dos tercios del libro que comienzan en la página 43 y que nos devuelven al Zambra más inspirado, ese con el que congeniamos automáticamente, ese del que es imposible no sentirse afín, ese del que siempre querremos leerlo todo.

Juan Marqués, ‘Las Librerías Recomiendan

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