"Hôzuki, la librería de Mitsuko” de Aki Shimazaki
Hôzuki, la librería de Mitsuko
Shimazaki, Aki
ISBN
978-84-16830-73-2
Editorial
Nórdica Libros
Hôzuki, la librería de Mitsuko o cuando una hora de lectura tiene el efecto de la orilla del mar.
Entre los muchos placeres que puede esta vida ofrecernos hay dos, sencillos y solitarios, que me llenan de paz: uno es sentarme frente al mar y, con la mirada perdida y el oído atento al ritmo de agua y sal, dejarme llevar para, simplemente, respirar. Otro es zambullirme en un libro de papel suave y olor seco y no abandonarlo hasta la última palabra, disfrutando con todos los sentidos de su lectura y el café que la acompaña.
Hoy no pude ir al mar. Casi nunca puedo pese a ser isla, pero he tenido el privilegio de sumergirme en una de esas lecturas que me serenan el día. Hoy, de entre las tongas por leer que colonizan mis mesas, elegí Hôzuki, la librería de Mitsuko. Lo elegí por ser de autora de origen japonés, por el tema de la librería, por ser novedad y, sobre todo, por estar editado por Nórdica Libros. Y es que una, que es bibliófaga por necesidad, no solo se apasiona con autoras que la obsesionan y de las cuales requiere engullir la obra completa (¡tantas!), sino que tiene la mala costumbre de hacerse adicta a ciertas editoriales en las que confía ciegamente y cuyos libros devora. Una de esas editoriales (¡cada vez más!) es, para mí, Nórdica Libros: por su impecable diseño, por la textura de su papel, por la comodidad de su letra, por sus traducciones, por la cuidadísima selección de autoras (y -es), por la selección de obras; en definitiva, por su calidad.
Hoy no pude ir al mar, pero me deleité con la lectura de Hôzuki, la librería de Mitsuko, una breve novela escrita por Aki Shimazaki, autora japonesa que lleva décadas viviendo en Canadá y escribe en francés, traducida al español por Íñigo Jáuregui y editada en la colección Otras Latitudes. La historia que se lee es aparentemente sencilla: Mitsuko Tsuji tiene una librería de lance en la que trabaja a diario compartiendo vida y espacio con su madre (divorciada, expresidiaria y católica), y su hijo Tarô (siete años, sensible, inteligente y mudo). Para mantener a la familia, y a la librería, Mitsuko trabaja un día a la semana en un club de alterne. En la librería monta escaparates, limpia cristales, coloca libros, atiende pedidos y recibe a una mujer desconocida y a su pequeña hija. Una mujer que le pide libros de filosofía y que nos permite conocer la historia de la protagonista.
Pero la historia es lo de menos. O no. Es una historia interesante que parece desvelarse en las primeras páginas y, sin embargo, no se resuelve hasta las últimas. Es una historia bien construida, que atrapa, pero hay algo más allá de la historia, por debajo, tal vez por encima, que me impulsa a recomendar la novela. Porque esta novela nos habla de las relaciones familiares y de los vínculos maternofiliales con una sinceridad poco común; porque narra amores posibles y errores probables; porque describe con certeras pinceladas las diferencias sociales; porque nos presenta las tradiciones japonesas sin juicios ni moralejas. Porque nos habla de mujeres con vidas propias, que cargan con dignidad sus historias y siguen adelante. Porque nos cuenta la diversidad y la integración. Y, sobre todo, porque nos habla del lenguaje.
El lenguaje, las palabras, las que se usan y las que se callan. Eso es, fundamentalmente, lo que me ha apasionado de este texto y me ha llevado a anotar el nombre de su autora para seguir indagando. El lenguaje porque siendo japonesa la autora escribe en francés y eso me lleva a La analfabeta de Agota Kristof y a un tema que me persigue: el lenguaje, porque la diversidad de significados de una palabra como la que da nombre a la librería es fascinante. El lenguaje por la manera en que los signos, las diversas formas de escritura que se usan en Japón, pueden abrir, cerrar, cambiar el sentido de lo escrito es mucho más que interesante. El lenguaje, porque la manera en que cada persona, según su historia de vida, comprende las palabras, la manera en que designan el mundo, es también una forma de conocer a quien nombra. El lenguaje contenido y preciso de la novela, y la reflexión sobre las palabras, eso es lo que me brindó una mañana de paz.
Una hora de lectura, tres cafés y algunos cigarros políticamente incorrectos, y la sensación de que nombrar, decir, escribir la vida, es, también, crearla. La sensación de que un buen libro es un placer necesario. Si les gustan las palabras, léanla. En papel. Con tinta. Con tacto. Disfrutando de la orilla.
Librería de Mujeres de Canarias, Santa Cruz de Tenerife.
Rosa María
15 diciembre, 2017 at 2:26 pm
Me ha encantado, me ha parecido deliciosa y a pesar de su brevedad toca los temas importantes de la vida. Luego leyéndola he tenido la sensación de libertad de la que hace uso a pesar de todo, la protagonista, con una firmeza de carácter y sabiendo lo que quiere en todo momento.
Rosa María
15 diciembre, 2017 at 2:26 pm
Me ha encantado, me ha parecido deliciosa y a pesar de su brevedad toca los temas importantes de la vida. Luego leyéndola he tenido la sensación de libertad de la que hace uso a pesar de todo, la protagonista, con una firmeza de carácter y sabiendo lo que quiere en todo momento.
Victoria
30 junio, 2018 at 7:22 pm
Delicado, como un haiku o el ikebana.
Victoria
30 junio, 2018 at 7:22 pm
Delicado, como un haiku o el ikebana.