“Istmo” de Alicia Silvestre Miralles

Istmo

Istmo

Silvestre Miralles, Alicia

ISBN

978-84-1340-070-9

Editorial

Prensas de la Universidad de Zaragoza

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Istmo es un brevísimo conjunto de once poemas en el que el mar, una vez más, vuelve a ser símbolo de muerte, pero sin demasiado fatalismo: se celebra más bien su inmensidad y su generosidad y sus posibilidades y no tanto su lado sombrío, su final, su ocaso, su noche…, obteniéndose, así, algo más bien vital, enérgico, lo cual se agradece. Lingüísticamente audaz, recoge muchas citas de otros autores, préstamos ajenos, en poemas de extensión irregular (nunca brevísimos, nunca extensísimos) que presentan un sentido del ritmo notable, una melodía interesante, recargada y sabrosa pero sin excesivas estridencias, aunque sí con cabriolas arriesgadas y sorprendentes.

La verdad es que este libro diminuto y a ratos excéntrico nos ha ganado, porque tiene talento, gracia, alma. También tiene algo de soberano disparate, casi de locura (controlada), de carnaval lingüístico… pero nos parece que no hay aquí dentro un bla-bla-bla hueco sino una mirada original, una voz real, honesta. Un tanto delirante tanto en fondo como, sobre todo, en forma, pero es un delirio bien meditado y bien dicho.

Para empezar, el título es muy bueno, porque nos coloca geográficamente en el punto exacto desde el que se plantean los poemas: el ser humano ante el mar, con toda su larga simbología. Las dedicatorias que van al frente del volumen son ya el primer “susto”, porque eso de dedicar un libro a Homero o a Conrad o a Coleridge o a Cirlot puede ser hasta parodiable, pero ¡caramba!, también es muy valiente. Y así ya se puede ir preparando al lector cauto para que entienda que va a enfrentarse a un libro distinto, arriesgado, singular, y lleno de terminología marinera.

Sobre el contenido, el libro, aunque algo enrevesado en sus opciones léxicas y sintácticas, en sus muchos neologismos, en sus derivaciones idiomáticas… es bastante claro: la autora -o su personaje- se coloca ante el misterio, la inmensidad, la trascendencia, la eternidad, y ante ello se encuentra, como le sucedería a cualquiera, perfectamente perdida, perpleja, anulada. La solución es la creación, el aullido entre metafísico y lúdico, una locura bien encarrilada y con sentido, con lecturas encartadas.

En muchos momentos el discurso poético se sostiene sobre las aliteraciones, un lenguaje exuberante y voluptuoso, estructuras que buscan ante todo la sonoridad: “¿Dónde estarán las uvas ya bebidas / transidas, transcurridas, transitivas?”, o, en otro sitio: “Capitanea el bajel. / Amaina el ostro, / calla el estro, / cesa el sistro”, lo cual tiene, si se me apura, hasta un punto divertido (deliberado y consciente sí, pero acaso no del todo controlado, aunque funciona: está al límite de lo demente, pero se queda en ese límite, y resulta notable). Y hay algún momento, de verdad, genial, como el uso, tan sorprendente como pertinente, estando donde está, de la polisemia de “parto” (p. 35): ésas son las cosas que elevan el libro y consiguen algo más que salvarlo: casi lo destacan.

Nos alegramos, pues, de que un libro tan diferente como éste haya recibido la confianza de una colección tan veterana ya, y tan crecientemente prestigiosa como “La gruta de las Palabras”, de la Universidad de Zaragoza, y que tenga, así, la oportunidad de surcar por las librerías. Le deseamos buen viaje, sobre todo porque no estamos seguros de que los vientos estén muy a favor de estas propuestas.

Juan Marqués, para ‘Las Librerías Recomiendan

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