“La hija pequeña” de Fatima Daas
En septiembre de 2021 la editorial Cabaret Voltaire, una de esas pequeñas inmensas editoriales que amamos, publicó en nuestro país La hija pequeña, de la autora francesa Fatima Daas. La novela, publicada en Francia en 2020, fue vertida a nuestra lengua por la traductora Lydia Vázquez Jiménez, conocida y querida en nuestra librería por la traducción de las obras de Annie Ernaux para la misma editorial. El texto, de un extraordinario ritmo entrecortado, dio inmediatamente mucho que hablar (tal como ocurrió un año antes en el país vecino), probablemente porque todavía hay personas a las que les cuesta aplaudir la primera obra de una escritora tan hábil como joven (nació el año 1995).
El libro, construido con frases breves y directas enlazadas en pequeños párrafos que a su vez se estructuran en capítulos cortos, está narrado en primera persona con la voz de la protagonista que (nos da igual que si se trata de un seudónimo), toma el nombre de la propia autora. Nos encontramos entonces con una novela protagonizada por un personaje complejo y profundo que lleva el nombre de Fatima Daas, nombre que repite insistentemente al inicio de cada capítulo. Una novela que narra la búsqueda de identidad de la protagonista, perdida inicialmente entre elementos identitarios teóricamente irreconciliables y que a lo largo del texto, siempre a golpe de nombre, hacia la aceptación de su ser múltiple.
Una novela protagonizada por una adolescente que se debate entre su ser francesa y ser hija de inmigrantes argelinos, entre su fe musulmana y su sexualidad lésbica, entre su juventud y la madurez de sus tareas escolares, entre su vida como universitaria parisina y como chica de barrio conflictivo, entre la lengua familiar que no domina (el árabe que hábilmente introduce en cada capítulo) y la francesa que sus padres apenas hablan, entre el recuerdo amoroso del padre en la infancia y la conciencia adolescente del maltrato que sufre su madre; entre las diversas contradicciones en las que, si nos miramos con atención, todas podemos reconocernos. Una adolescente que se culpabiliza, se siente no deseada, se considera una carga, se rebela, sale de marcha, sufre y hace sufrir. Una adolescente.
Además de la excelente creación del personaje de Fatima, el texto de La hija pequeña tiene tres características que lo hacen especial y muy recomendable a nuestro juicio. Por una parte, el inicio de cada capítulo reiterando el nombre con las fórmulas “Me llamo Fatima” o “Me llamo Fatima Daas”, que nos remite a la oralidad y convierte cada capítulo en una especie de ficha informativa que nos permite conocer a la protagonista y nos obliga a construirla desde la lectura como si de un puzle complejo se tratara.
Así, en el inicio de la novela leemos:
“Me llamo Fatima.
Mi nombre es el de un personaje simbólico del islam. Es un nombre que hay que honrar.”
En el segundo capítulo la misma fórmula nos remite a una información totalmente distinta:
“Me llamo Fatima Daas.
Mi nombre es el de una muchacha de Clichy que tiene que cruzar la vía de circunvalación parisina para proseguir sus estudios.”
Y así ocurre en cada capítulo hasta llegar a ofrecer a quien lee toda la información que requiere y cerrar afirmando en el último capítulo:
“Me llamo Fatima.
Fatima Daas
He nacido por accidente, por cesárea.
Mi nombre es el de un personaje simbólico del islam.
Es un nombre que hay que honrar.
Un nombre que no hay que ensuciar.”
Por otra parte en muchos capítulos la autora introduce una palabra o expresión árabe que traduce y cuya etimología disecciona logrando, así, que nos acerquemos a la angustia que sufre la narradora intentando conocer su propia identidad.
Por último el ritmo de cada párrafo y de cada capítulo queda marcado por la brevedad consiguiendo, magistralmente, no acelerar la lectura sino hacer sentir a quien lee que se le entrecorta la respiración, que tiene que frenar más de lo deseado, que algo cojea, como cuando si estuviéramos ante una anacrusa, como si nos invadiera un hipo incesante, como si algo se quebrara.
En definitiva, La hija pequeña nos parece un texto más que recomendable que consigue apelarnos y muestra una coherencia magnífica entre la forma y el contenido. No nos queda más que desear que mucha gente lo lea y que la autora tenga en el futuro mucho éxito.
Izaskun Legarza Negrín, de la Librería de Mujeres de Canarias