“La sirena negra” de Emilia Pardo Bazán
Tras salir de una representación teatral donde, según se nos dice, se ha reflexionado sobre “la alegría de vivir”, Gaspar de Montenegro, un joven adinerado, solitario y (como adelantaba su nombre) un poquito cenizo, comienza (o continúa) una meditación más o menos profunda al respecto, una valoración general sobre el sentido de la vida que le lleva a enfatizar su pequeña fobia social, a enfrentarse con su rígida hermana, a espantar pretendientas y a adquirir hábitos o tomar decisiones que escandalizan levemente a los círculos más rancios entre los ambientes mejor acomodados de Madrid. Nos cae bien por ello, por ser tan independiente como su creadora, pero esa simpatía viene matizada por su exceso de señoritismo, por su pulcritud despectiva, por sus amaneramientos (DRAE: “Amaneramiento: Falta de naturalidad, espontaneidad o variedad en el estilo artístico, el lenguaje, los gestos o los modales”).
No podemos destripar nada, porque aquí hay mucho de novela de tesis, sí, pero sobre todo es una novela de trama, aunque sí avisamos de que, como el título anuncia, el argumento se va deslizando capítulo a capítulo hacia zonas escabrosas, medio tétricas y hasta un poco sobrenaturales (aunque todo tiene una explicación psicológica). Acierta la contracubierta al avisar de que en esta novela, publicada en 1908, Emilia Pardo Bazán se desprende bastante del naturalismo y se entrega a lo simbólico. En su leidísimo, reeditadísimo e influyente Novelistas buenos y malos, el jesuita Ladrón de Guevara desdeñaba a doña Emilia por “caer en el realismo deshonesto y, en alguna novela, hasta en el determinismo”: en La sirena negra hay posiblemente más de lo segundo que de lo primero, a no ser que las excitaciones psicológicas, las crisis anímicas y espirituales, las obsesiones de uno u otro signo o las alucinaciones y los sueños sean también materia prima del “realismo”, como sin duda lo creía Pardo Bazán. Lo que básicamente se viene a defender es que la realidad es muy compleja, y, como por esas fechas defendía ya Freud, lo que sucede por dentro de nosotros no sólo es perfectamente real, sino que tiene evidentes consecuencias constantes en la realidad superficial y exterior.
Creíamos que conocíamos bien la obra de Emilia Pardo Bazán y de repente Nocturna nos devuelve esta novela poco difundida, extraña, incómoda y epilogal, no sólo, relativamente, en la bibliografía de la autora sino en sí misma, por su tema y su tono. Sin duda hay que añadir La sirena negra a la lista de numerosas novelas europeas que expresaban el inmenso aturdimiento ante la modernidad, los conflictos provocados por los contrastes sociales (pero no conflictos colectivos, sino conflictos privadísimos), el desconcierto ante un mundo nuevo que estallaría cinco años después de su aparición.
Juan Marqués, ‘Las Librerías Recomiendan‘.