“Las cajas de Berta” de Dario Jacob Alvisi y Amélie Graux
Vivimos un momento lleno de incertidumbre, casi casa día nos levantamos con nuevas prohibiciones y malas noticias, los mayores estamos desbordados por los acontecimientos, por la inseguridad que nos genera el no saber cómo vamos a estar mañana… Y si los mayores estamos así… ¿cómo están los niños y las niñas?
Muchos se jactan de predicar que los más pequeños son los que mejor lo están llevando porque los niñ@s se adaptan a todo muy fácilmente. Pero sea esto cierto o no, son un remolino de emociones que muchas veces nos empeñamos en controlar e identificar y enseñarles a gestionar y para esto muchos padres y madres recurren a los libros.
Pues bien, aquí os recomendamos “Las cajas de Berta”, editado por NubeOcho, que nos obliga a replantearnos todo eso orden, toda esa clasificación e identificación de las emociones tan de moda últimamente.
Berta parece la niña perfecta. Todo en ella, en su entorno, su habitación, su ropa siempre vestida del mismo color, todo está siempre ordenado. Incluso sus emociones. Todo lo que siente lo ordena en cajas de colores.
Sin embargo, un día, las cosas salen al revés, sus emociones se aglutinan en la garganta… no sirven las cajas. Berta estalla, se deja llevar por lo que siente, no puede más y tras sacar todo lo que lleva dentro decide no volver a guardar sus emociones, ahora le gusta hablar de lo que siente.
Al leer esta historia recordamos lo importante que es hablar de lo que sentimos y también expresarlo activamente. No solo está bien partirse de risa, también es necesario gritar y llorar en un momento dado. No sólo hay que identificar lo que sentimos, también hay que sacarlo, dejarlo fluir y no estigmatizar ninguna de las emociones que sintamos o sientan los pequeños.
“Las cajas de Berta” es un álbum ilustrado imprescindible tanto para grandes como pequeños. Como curiosidad, nos cuenta su editor que el libro lo ha escrito un librero italiano, Dario Jacob Alvisi. ¡Ah! Y no nos olvidamos de las ilustraciones de Amélie Graux, divertidísimas y con la pizca justa de ironía.
Por Marina Díaz, Turuletras