“Las hogueras azules” de Juan F. Rivero
Va siendo cada vez más difícil creer a los poetas, y por eso es llamativa la verdad con la que nos habla, o desde la que parece hablarnos, el sevillano de 1991 Juan F. Rivero en este sorprendente y reconfortante libro, Las hogueras azules, publicado a las puertas del verano por Candaya. Alguien capaz de describir la naturaleza como “violencia paciente”, o tan genuinamente indócil como para escribir, en líneas consoladoras, que “en contra de lo que mi generación se esfuerza en demostrar, el futuro era fértil y nos lleva en la boca, como una amiga me contó que hacen las hembras con los cocodrilos”, reclama ser atendido. Y lo cierto es que por aquí no estamos seguros de que el futuro vaya a ser fértil, pero estamos completamente convencidos de que la poesía debe proclamarlo, y de que los poetas que lo afirman, en contra de todas las modas y las sumisiones de este siglo, son los que merecen ser escuchados.
El libro de Rivero es irregular en muchos sentidos, tanto en formas como en tonos como en puntos de vista, y también es desigual en los resultados de los poemas, pero eso es porque hay un número sorprendente de ellos que son poemas memorables, con la dificultad añadida de que se trata de poemas de, digamos para entendernos, corte clásico, con sabor oriental, que de alguna forma reformulan la poesía del paisaje o que, al menos, demuestran que ésa no es una fórmula agotada. Los lugares comunes se robustecen en este libro: el silencio, la nieve, el gorrión… Cualquiera puede escribir poemas resultones y eficaces sobre asuntos no poéticos que nacen muertos, y eso es lo habitual y lo que se celebra, pero quien intente decir algo original sobre la luna se va a ver en un interesante aprieto. El poeta ha de enfrentarse a lo difícil, es decir, a las cosas que no son de un tiempo sino del tiempo (y “raras veces el tiempo / se ha dejado tocar el corazón”). Observen, por ejemplo, este poema: “Aún hace frío. / Entre las ramas muertas, quieto, / el gorrión”. ¿Tópicos? Todos, sí, pero para componer un poema precioso y verdadero sobre la esperanza. La “violencia paciente” tiene sus terribles leyes, pero “de las grietas más hondas / brotan los árboles”. O dicho aún mejor: “Las cosas son tan bellas que se rompen”.
“He descubierto al fin que la alegría / consiste en no creer”, dice Rivero al principio, casi como aviso para lectores, y aunque en las páginas que siguen hay cultura y tradición y pensamiento y biografía y hasta ciencia, conviene suspender todo lo aprendido y entregarse a lo contemplado para hacerse cómplice de la voz que aquí nos habla, tan joven como antigua, tan intuitiva como sabia. Se les dice a los lectores del futuro: “No hay nada más hermoso / que ser frágil / en un mundo infinito”… Ésa es una gran lección, como que una vez más haya sido un veinteañero el que ofrezca el que es tal vez, de momento, el mejor nuevo libro de poemas publicado en España en 2020. El futuro, en efecto, viene fértil.
Juan Marqués, para ‘Las Librerías Recomiendan‘