"Los países" de Marie-Hélène Lafon
Claire ha crecido en la región del Cantal, “en ese agujero en el fin del mundo que es la granja”. Mientras que sus hermanos se entregan con afán a las tareas del campo, ella siempre destacó en los estudios y, tras pasar su adolescencia en un internado femenino de la zona, consigue una beca para estudiar Letras Clásicas en la Sorbona. Al llegar a París, donde sólo ha estado una vez en que, siendo niña, acompañó a su padre y a su hermano al Salón de Agricultura, Claire adquiere plena conciencia de su condición de foránea. Sus compañeros de clase provienen de familias intelectuales y urbanitas, cuya concepción idealizada del campo la joven no alcanza a comprender. Ella no habla demasiado de sus orígenes; no es que se avergüence, es sólo que no sabe cómo hacerlo para que la entiendan. Y entonces conoce a Alain, un almacenista de la biblioteca de la universidad oriundo de su misma región, y en él Claire encuentra un país, su país. Dice Lafon (traducida por Lluís-Maria Todó): “Con Alain, Claire tomaría la medida de una distancia ya cavada entre ella y los que, como él, seguían viviendo al unísono de sus padres y amigos fijados en el epicentro del seísmo, clavados en su lugar justo en un mundo que se trataría de recuperar tras un tiempo de purgatorio más o menos largo cumplido en una tierra extranjera donde las necesidades económicas los habían exiliado”. Claire se da cuenta entonces de que está suspendida en tierra de nadie: intuyendo que los libros podrían ofrecerle otra vida, ha dejado atrás lo conocido, pero París no ha ocupado el hueco que ha dejado su país, su hogar; París no hace mella en ella, París es el país de los demás. Como adelanta el epígrafe del libro, de Eugène Delacroix: “En realidad no poseemos nada; todo nos atraviesa”.
Marie-Hélène Lafon ha escrito un libro breve aunque penetrante, increíblemente hermoso, que sorprende por la sencillez de su planteamiento y el profundo calado de las reflexiones que suscita. Sus frases largas y en ocasiones alambicadas fluyen como un río, con una naturalidad y una frescura extrañamente plácidas. No hay en “Los países” juicios de valor ni sesudos análisis, sólo una constatación de la realidad, que sin embargo se antoja entrañable y cálida. En particular, el retrato que Lafon hace del padre de Claire en el colofón de la novela, que narra la visita de éste y el nieto a la ciudad para visitar a la hija, ya divorciada y madura, resulta particularmente conmovedor. Los países es un libro honesto, sin pretensiones, que pasa quedo, casi sin hacer ruido, y tal vez precisamente por eso deja una profunda huella en el lector.
Raquel Vicedo, Cervantes y Compañía (Madrid)
Izaskun
21 noviembre, 2018 at 2:36 pm
Bellísima reseña, librera traductora. Coincido plenamente con la apreciación de la “lectura queda” que deja huella. Me gusta particularmente esa colección de minúscula y espero que este libro tenga una buena salida en Navidad (habrá que intentarlo). La vida de Claire en esa “tierra de nadie” tiene el poder de la belleza y la asunción sin batalla.
Gracias por reseñar,
Izaskun
Izaskun
21 noviembre, 2018 at 2:36 pm
Bellísima reseña, librera traductora. Coincido plenamente con la apreciación de la “lectura queda” que deja huella. Me gusta particularmente esa colección de minúscula y espero que este libro tenga una buena salida en Navidad (habrá que intentarlo). La vida de Claire en esa “tierra de nadie” tiene el poder de la belleza y la asunción sin batalla.
Gracias por reseñar,
Izaskun