"Los palimpsestos" de Aleksandra Lun
Sábado 31 de octubre, 11 de la noche. El sonido de la lluvia se rompe con gritos de jóvenes disfrazados de espíritus celebrando una fiesta importada. Antes de cerrar la librería me dirijo a la mesa de novedades y cojo un libro (varios libros, pero solo de uno quiero decirles hoy) para acompañarme el fin de semana. Es un libro pequeño (apenas media cuartilla), con una portada muy sugerente creada por Pepe Far y un título sonoro que me traslada automáticamente a la Antigüedad: Los palimpsestos. Miro automáticamente el nombre de la autora: Aleksandra Lun: ni idea. Pero el libro es atractivo y además lo edita Minúscula y eso, para mí, es siempre sinónimo de calidad. Lo meto en la mochila.
Domingo 1 de noviembre, 9 de la mañana. La casa está fría y mientras espero a que el café se haga, abro el pequeño libro y leo la información que ofrece sobre la joven (nació en 1979) autora polaca que lo escribió. Primer impacto: el libro está originalmente escrito en español. Primera asociación: La analfabeta de Agota Kristoff.
Me sirvo el café y me pongo a leer. Segundo impacto: el ritmo del texto me arrastra como un torrente. Segunda asociación: no voy a encontrar la forma de recomendarlo.
Bebo a sorbos sin poder parar de leer. Es extraordinario. Cada vez más extraordinario. Cada vez más intrigante. ¿Qué me está contando esta mujer? ¿Qué está ocurriendo en este manicomio belga? ¿Por qué no puedo dejar de leer?
Paro al terminar el cuarto capítulo de los trece que tiene el libro. Pongo otra cafetera al fuego y enciendo un cigarro sin mirar el mensaje de la cajetilla. Voy por la página cincuenta y ocho y ya han desfilado por la historia Hitler y Hemingway, Bellini y Goethe, María Callas, Nietzsche, Karol Wojtyla, Melville, Shopenhauer, Javier Cercas y muchos otros filósofos, músicos, escritores, políticos.
Me sirvo otro café y sigo leyendo. El ritmo crece y se acelera la lectura poblada de sueños, de ciudades, de personajes que fueron personas, de lenguas, de perros y pájaros, de oraciones y palizas, de terapias abismales, de escritores y escritoras (no falta Agota Kristof) que defienden su palabra. Más café y más tabaco. Termino el libro.
Respiro hondo y lo cojo entre mis manos. Tercer impacto: se puede contar la historia de la Europa del XX en menos de doscientas páginas. Se puede reflexionar en profundidad sobre la lengua en menos de doscientas páginas. Se puede recorrer lo mejor de la literatura europea en menos de doscientas páginas. Se puede recrear la atmósfera asfixiante de un manicomio en menos de doscientas páginas. Se puede. Y además puede hacerse con mucho humor. Tercera asociación: ¿qué sería de la vida sin la palabra?
No sé cómo recomendaré este libro cuando alguien me pregunte de qué va la historia. Solo puedo decir que yo ya me lo he comprado, y que volveré a leerlo.
Izakun Legarza, Librería de Mujeres de Canarias, Santa Cruz de Tenerife.