“Queridos niños” de David Trueba
Si con Saber perder (2008), lo que aprendimos es a aceptar que la felicidad es compatible con la pérdida, con Queridos niños, la nueva novela de David Trueba, lo que vamos a aprender y aceptar es que nunca ganaremos.
El argumento tiene todos los ingredientes para resultar atractivo a simple vista: se acercan las elecciones y el partido con el pasado (y el presente) más corrupto del país se presenta con una candidata madura pero inexperta en el manejo de los tiempos de la política. Asistiremos a un recorrido por toda la geografía española siguiendo los pasos de Basilio, que se incorpora al equipo del partido como asesor de los discursos de Amelia, siempre en la delgada línea entre la cruda sinceridad y la muralla desde donde las palabras de los demás no duelen.
La brillantez de este texto no reside en un novedoso planteamiento o en unos personajes nunca vistos, sino en la llamada a la conciencia que supone, sin ser un libro moralizante, que pretenda que elijas un bando. Todos somos queridos niños porque todos necesitamos confiar en que alguien nos salvará y nos guiará por el camino que es mejor para nosotros. Todo para los niños pero aún más para nosotros.
Creemos saber cómo funciona la trastienda del poder político, pero al final el engaño y la corrupción sólo cambian de gama cromática para acabar difuminándose en un engrudo formado por las cientos de certezas que creemos dominar y que no son más que débiles espasmos que nos provocamos para insuflar vida a nuestro decadente activismo mental.
Trueba ofrece en su texto el ritmo de quien escribe para que el libro se deslice por tus ojos como una película, de esas sin grandes efectos especiales pero en las que te sumerges sin importar si tocas o no el fondo.
Y en esto el autor maneja con soltura no sólo la reflexión sobre el funcionamiento del sistema político y, sobre todo, de la arquitectura de una campaña electoral, sino también las fórmulas literarias que, como si de una llave maestra se tratara, abren las puertas de la curiosidad y del disfrute. Literatura directa, rápida, certera, ante la que asientes con la cabeza en silencio.
Queridos niños no es una nana que nos sirva de preámbulo al sueño protector, sino el cruel y necesario canto de los primeros pájaros de la mañana que nos hacen abrir los ojos a un mundo que, lamentablemente, tiene los mismos defectos de ayer.
Cristina Contreras, La Montaña Mágica (Cartagena, Murcia)