“Un revólver para salir de noche” de Monika Zgustova
Un revólver para salir de noche
Zgustova, Monika
ISBN
978-84-17747-35-0
Editorial
Galaxia Gutenberg
Nos gustan muchísimo todos esos libros que nos gustan mucho mientras los leemos, pero nos gustan muchísimo más los libros que nos gustan muchísimo al día siguiente de haberlos terminado, y al siguiente, recordándolos, y al siguiente, incorporados ya a nuestra mirada, casi a nuestra genética, y que recordamos siempre con agrado, y que releemos de vez en cuando para refrescarlos y re-disfrutarlos. Y nos parece que la última novela de Monika Zgustova es de éstos: disfrutamos mucho durante su breve lectura, pero desde entonces, cada vez que lo recordamos, y sucede a menudo, nos queda la sensación de agrado general, eficacia narrativa y curioso poder informativo que transmitían y siguen transmitiendo sus ciento cincuenta páginas. Es lo que se dice un libro bien hecho, diligente, perfecto en la consecución de sus intenciones.
Como su verdadero protagonista (al menos en lo que respecta a los dos primeros tercios del libro), Zgustova ha adoptado para su literatura un idioma distinto del de su origen: si Vladimir Nabokov se pasó al inglés (convencido, según leemos aquí, por su mujer, Véra, la protagonista implícita de toda la narración, y la explícita en sus últimas secuencias), la escritora y traductora praguense escribe ya sus libros en español (pero éste ya puedes leerlo también en catalán), y en un español, además, eficacísimo y atractivo, muy sugerente y ocasionalmente poético, algo que se percibe desde el mismo título elegido.
Ese género narrativo de las biografías parciales, es decir, biografías que no tienen la ambición de comprender (en los dos sentidos de la palabra) toda una vida, sino que se empeñan en arrojar luz sobre una temporada, una anécdota significativa, un aspecto de la personalidad de alguien… es más difícil de lo que probablemente pueda parecer, pues para que el resultado sea honrado y certero el autor ha de tener en cuenta, de hecho, todo lo que no cuenta, incorporando o sugiriendo las líneas principales que expliquen lo que sí se ha de contar, lo que justifica el esfuerzo. En este caso, se puede decir que lo que propone Zgustova es una reflexión sobre la decisiva ascendencia de la autoritaria y calculadora personalidad de Véra sobre la obra de su marido, quien nunca negó que, sin ella, probablemente su obra sería muy distinta, inferior en cantidad y en calidad. Ella era la que lo jaleaba, la que le supervisaba, la que le corregía, dueña de una perspectiva más clara de lo que Nabokov debía hacer en la literatura. De la admiración hacia su indiscutible talento, Véra dio un salto psicológico hacia la necesidad un tanto malsana de controlar la obra y, por tanto, la vida de su marido incluso en sus detalles más asfixiantes, pero él, probablemente más agradecido que enamorado (“Amar y necesitar: hay una gran diferencia”, dice Zgustova), supo enseguida que le convenía esa compañía. Para que ambos pudieran ser quienes realmente eran, y pudieran dar de sí todo lo que llevaban dentro, debían estar juntos, aunque Vladimir tuvo tentaciones (de todo tipo) de huir. Demasiado enfermizo todo, pero, a la vez, demasiado fecundo como para rechazarlo.
La novela, aunque breve, tienen sus páginas psicológicas, sus páginas memorialísticas, sus páginas de análisis literario, sus páginas de amor (conyugal o no), sus páginas de viajes, sus páginas de digresiones, y hasta, al final, sus páginas de road movie, y con todos esos ingredientes se obtiene un plato literario impecable, informativo y sagaz, una lectura entretenida pero duradera, de las que no acaban en el punto final.