"Una historia de España" de Arturo Pérez-Reverte
Más que un patriota, nos da la sensación de que Arturo Pérez-Reverte es alguien a quien le gustaría mucho poder serlo, pero al que se lo impide buena parte de las cosas que ahora ha reunido en las noventa mini-crónicas de este libro, procedentes de sus muy populares colaboraciones en un semanario. Y el recorrido que Arturo Pérez-Reverte hace por la historia de España, desde que era una inhóspita península conocida como la “tierra de conejos” hasta 1986, es tan divertido que puede conseguir que muchos lectores del autor se vuelvan adictos a la no-ficción. Se nota mucho lo bien que Pérez-Reverte se lo ha pasado escribiendo las sucesivas entregas de este repaso (en varios sentidos) nacional, y ese jolgorio íntimo, no carente de pesadumbre, se contagia.
Obviamente, cuanta más distancia o menos información hay sobre lo que se va contando, el relato se hace más conjetural y por tanto cauteloso, y es obvio que, puestos a repasar y polemizar, la actualidad tiene más posibilidades. Queremos decir que al llegar a la página 100 (de un total de 241) ya estamos en el siglo XVIII (superados incluso esos “Siglos de Oro” tan queridos por el autor, y en los que tantas veces ha situado sus narraciones), y sólo sesenta y seis páginas después comienza el complicado siglo XX. Parece más fácil tener una opinión más formada sobre José Antonio Primo de Rivera, Santiago Carrillo, o Adolfo Suárez, que sobre Viriato, el duque de Lerma o Zumalacárregui, o poder interpretar de un modo más despejado y firme la Transición (que Pérez-Reverte aplaude convencido) que, por ejemplo, lo que un rey aragonés llevó a cabo en la llamada “campana de Huesca”.
Aquel suceso, explicado en cinco líneas y muy bien enfocado, da perfectamente el tono del libro, anuncia lo que el lector puede encontrarse: “Por esa época, en Aragón, un rey llamado Ramiro II el Monje, conocedor de la idiosincrasia hispana, sobre todo la de los nobles -los políticos de entonces-, tuvo un detalle simpático: convocó a la nobleza local, los decapitó a todos y con sus cabezas hizo una bonita exposición -hoy lo llamaríamos arte moderno-“. También parece convincente su dictamen sobre el Concilio del Trento, donde “los españoles metimos la pata hasta el corvejón. O, mejor dicho, nos equivocamos de Dios: en vez de uno con visión de futuro que bendijese la prosperidad, la cultura, el trabajo y el comercio -cosa que hicieron los países del norte, y ahí los tienen hoy-, los españoles optamos por otro Dios con olor a sacristía, fanático, oscuro y reaccionario”. A menudo es aún más claro (aunque nunca tanto como cada vez que menciona a Fernando VII, el malo malísimo de este libro, y que, sepultado entre tantos y tan extremos insultos, casi llega a producir piedad…), y, por ejemplo, “la Primera República Española, y en eso están de acuerdo tanto los historiadores de derechas como los de izquierdas, fue una verdadera casa de putas”… Excesos como ése hay por todos sitios, pero el humor neutraliza cualquier posible indignación por parte de un lector inteligente, que acepta la insolencia y la constante “incorrección política” como marcas de la casa, y decide disfrutar de anacronismos tan desternillantes y reparadores como el que afirma que los árabes construían muy bien, y que jamás hubieran encargado nada, por ejemplo, al famoso arquitecto Ahmed Calatrava…
Puesto a repartir mandobles, Pérez-Reverte guarda munición, además, para casi todo el mundo, y consigue una curiosa forma de ser conciliador y casi equidistante, a base de golpear a diestro y siniestro (a derechas e izquierdas, queremos decir…): se muestra muy anticlerical, anti-nobleza, anti-Ejército, anti-chusma… y por supuesto, después, anti-franquista o anti-comunista… Pero también salva a algunos pocos reyes, a algunos políticos, a algunos generales, algunas comunidades… que intentaron dignificar “este putiferio secular donde malvivimos”… No parecen éstas palabras propias de un nacionalista español, sino más bien las de una especie de Larra, de vocación patriota pero desesperado por las derivas de su país, que se alegra de las victorias y las conquistas de su nación pero que lamenta que no sean más duraderas, más ilustradas, más pedagógicas y profundas.
Libros de Historia
13 noviembre, 2019 at 6:49 pm
Muy buen libro. No pude dejar de leerlo ni un solo momento. El Perez-Reverte sabe como enganchar a sus lectores.