“Ventanas” de Paloma González Rubio
La primera palabra que me vino a la cabeza al terminar de leer “Ventanas” fue BRUTAL, brutal en el más amplio sentido de la palabra y en todas sus connotaciones, bueno, eso y que era una novela de premio.
La historia nos sitúa en una ciudad en la que no sabemos bien si están todavía en guerra o ha llegado a su fin, una ciudad en la que impera el miedo y la tristeza pero en la que la risa y la inocencia de los niños le dan un toque de alegría. Pero la inocencia no ahuyenta a los lobos y un día hombres armados se llevan a los padres de Bruno y Silvina dejándolos solos con sus primos pequeños.
Los niños no dan crédito, piensan que pronto volverán pero las horas pasan, la noche acecha y ellos no regresan… Bruno y Silvina se ponen al frente de la situación tienen qué hacer algo, los pequeños lloran y tienen hambre… Buscan ayuda en los vecinos y padres de sus amigos pero allí donde había amistad se encuentran puertas y ventanas y cerradas, ventanas que se entreabren para cotillear y denunciar pero no para ayudar, el miedo impera y nadie quiere que se les relacione con ellos, nadie quiere ser detenido.
Así, los niños deciden partir a la comisaría en busca de su familia, y ahí empieza un camino duro, sin retorno o con un retorno en el que ya nada será lo mismo. Un camino cruel perfecto reflejo de cómo el miedo hace que el ser humano se olvide de la solidaridad y la empatía, incluso ante la infancia que se queda totalmente indefensa.
Todo esto lo narra Paloma González Rubio con una prosa perfecta e impecable que hace que se te ponga la piel de gallina, más aún cuando sabes que la historia se basa en una anécdota real.
Marina Díaz, Turuletras