'Las transiciones' de Vicente Valero
Esta es una novela melancólica, y eso es una gran virtud. Vicente Valero tiene una prosa muy preciosa y preciosista, eligiendo siempre la palabra perfecta, que hace que la lectura sea tan sencilla y clara que el mensaje te atrapa desde el primer párrafo. Es un poeta que escribe prosa, y esto se nota.
Las transiciones hacen alusión al cambio que todas las personas experimentamos, y en este caso está relacionado con esa transición de la que siempre nos han hablado a los que no la vivimos prácticamente.
La trama se vuelve a situar en una isla, que aunque no cita expresamente, todos sabemos, tratándose de Vicente Valero, que es Ibiza. Va cambiando desde el momento en el que el narrador – probablemente una ficción autobiográfica – y sus tres amigos vivieron su mayor momento de tensión en la adolescencia, su gran aventura, su gran peligro, y el momento en el que han de reunirse de nuevo por una tragedia largo tiempo esperada.
En este libro, como en el resto de su obra, Vicente Valero nos recuerda lo importante que es saber hablar de la memoria, del pasado, de la historia, de esos pequeños trazos de la vida que han hecho que somos lo que somos y que nos han formado y forjado.
Es un libro pausado, que se lee de un tirón, y que deja un poso melancólico pero con un gusto muy agradable.
Uno de los grandes aciertos del año, y uno de los escritores con más futuro.
Juancho Pons de Librería Pons (Zaragoza).
SINOPSIS
La muerte de Franco y la transición política se convierten en el paisaje de fondo por el que se mueven los protagonistas de esta nueva novela del escritor ibicenco Vicente Valero, «cuatro amigos inseparables» que viven su particular transición, la de la infancia a la adolescencia, en una época convulsa de cambios rápidos e imprevisibles, y en una comunidad pequeña y cerrada, insular, dedicada sobre todo al turismo. El narrador rememora aquel tiempo que fue –más allá de su significación política– un rico escenario de descubrimientos, de temores, de expectativas, en el que los adultos tuvieron que adaptarse a las nuevas circunstancias y buscar un nuevo lugar en la sociedad que se inauguraba, ante la mirada atenta y muchas veces perpleja de los adolescentes. El encuentro de los amigos veinte años después para asistir al entierro de uno de ellos provoca una doble rememoración: la de los años infantiles y la del día del funeral del amigo muerto, cuando los «amigos inseparables» de entonces son ya jóvenes en transición hacia la madurez. De nuevo, Valero nos ofrece una obra portentosa sobre la memoria particular y la memoria colectiva. Novela de transiciones, pues, en la que su autor, con una prosa que acoge con la misma fuerza expresiva la ternura y el humor, los hechos históricos y las impresiones personales, la ficción y la realidad, dibuja un retrato esencial de los niños de la Transición.