Más libros de la semana de Literatura

“Desierto sonoro” de Valeria Luiselli

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Desierto sonoro

Desierto sonoro

Luiselli, Valeria

ISBN

978-84-17517-51-9

Editorial

Editorial Sexto Piso

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(De por qué y cómo me leí Desierto sonoro)

El pasado mes de agosto la editorial Sexto Piso, una de esas editoriales contexteras que me anima a seguir luchando, envió a la librería una galerada (copia no venal, sin corregir, etcétera) de Desierto sonoro, la última obra de Valeria Luiselli. Mi admiración, adicción, por las obras (tanto novelas como ensayos) de la escritora mexicana me impulsaron a sumergirme de inmediato en la lectura y la experiencia superó, debo reconocerlo, todas mis expectativas. De hecho, apenas terminada la primera lectura de las casi quinientas páginas de la novela, sin articular palabra, sin plantearme nada que no fuera releerla, me levanté, estiré las piernas, me fumé un cigarro relajado, cogí afilador y lápiz, encendí un flexo adecuado y me senté a empezar de nuevo. La segunda lectura fue nocturna y silenciosa y fue, especialmente, asombrada. (Definitivamente, no logro comprender a quienes, sabiendo y pudiendo hacerlo, no leen).

Pasados algunos días volví a la carga. Me pertreché para la ocasión de todo el utillaje que consideré imprescindible para la tercera (que no definitiva) lectura: lápiz y afilador, creyones (la influencia francesa en esta isla) de seis colores, una libreta de hojas blancas, dos bolígrafos, un mapa detallado de “la iunai”, el móvil con internet activo y té negro. Empecé entonces la nueva lectura, el estudio, la disección, buscando todas las referencias literarias (muchas), cada pueblo mencionado, cada canción, cada palabra desconocida, cada cifra. No salgo de mi asombro durante las horas que permanezco en el análisis y es que, como saben quienes frecuentan esta página, solo la escritura que obliga a quien lee a participar me interesa, y Desierto sonoro es un claro ejemplo de este tipo de escritura que me convierte en sujeta “proactiva” y no me deja al margen adivinando la historia.

(De por qué recomiendo la lectura de esta obra)

Tras las lecturas hechas, si recomiendo este libro es, obviamente, porque me ha gustado, y mucho. Pero eso nada dice del texto y en nada contribuye a que ustedes lo lean. En consecuencia, y negándome a llenar esta “reseña” de frases aplicables a cualquier novela de cierta calidad (argumentos de venta suelen poner los catálogos que nos llegan), intentaré, en la medida de mis posibilidades, explicarles por qué considero que leer Desierto sonoro es una buena opción.

Considero que hay que leer este libro porque el título incita a hacerlo. Porque nos provoca confusión, porque nos lleva de manera automática al desierto de Sonora, porque choca con el concepto de desierto generalmente asociado al silencio, porque es provocador, porque parece contradictorio y porque, pese a lo dicho, es un título que se corresponde con exactitud casi matemática al contenido del libro. Y es que los desiertos son muchos y no todos geográficos, y la vida está repleta de desiertos, y de sonidos y ecos.

Considero que hay que leerlo porque los elementos con los que se urde la historia son tan cercanos, tan conocidos, tan aparentemente inocuos como lo es nuestro transitar la vida. Luiselli nos presenta a dos adultos, él y ella, que son pareja; un coche expresamente comprado (de segunda mano) para el viaje que se inicia; dos niños, ella y él, que son hijos de cada adulto pero no de ambos. Nos presenta siete cajas, algunas vacías, otras llenas o en proceso. Nos presenta cintas de música y cuentos grabados (maravilloso el papel que cobra El señor de las moscas) y un enorme mapa del territorio que van a cruzar saliendo de Nueva York. Nos presenta dos proyectos de vida y tres miedos, muchos instrumentos de grabación y una polaroid. Y con estos mimbres y un amplísimo vocabulario del español con más hablantes y menos reconocimiento, nos cuenta una historia sin mayúsculas y con verdad.

Considero que hay que leer Desierto sonoro, porque con los ingredientes antedichos Luiselli fabrica un extraordinario combinado, un artefacto literario (novela, ¿por qué no?) que se yergue sobre cuatro partes, trece capítulos, siete cajas, veinticuatro fotos (la polaroid, ya saben), ciento cuarenta y tres subapartados con elegías incluidas y muchas, muchísimas vidas. Y el artefacto se sostiene, mantiene el ritmo, nos introduce en múltiples laberintos, nos acompaña y nos muestra, describe y explica tantas realidades que se convierte, porque lo es, en un mundo: el nuestro.

Y es que, en definitiva, Desierto sonoro merece ser leído porque Valeria Luiselli nos muestra, con precisión de relojera, los engranajes de parte del mundo que vivimos, obligándonos a realizar un viaje que no es solo desplazamiento espacial (ningún viaje lo es), sino salto temporal y reflexión individual (si se lee en solitario) sobre la vida propia y ajena, individual y colectiva, oficial y secreta. Porque nos regala múltiples espejos para pensar las relaciones de pareja y la manera en la que nacen, crecen y. Para sopesar la importancia de las lenguas maternas y la manera en que se acallan con la excusa de la normalidad o normatividad. Para meditar sobre el gravísimo problema de las personas (y particularmente de las niñas y niños) que migran hacia Estados Unidos en busca de un refugio que solo de manera excepcional consiguen. Para aceptar que conocemos los horrores de viajar en “La Bestia” y no hacemos nada. Para reconocer el plus de violencia que sufrimos como mujeres, en todo el mundo, y en todas las situaciones. Para mirar y mirarnos, reconocer la burocracia insaciable, la infancia sacrificada, las grietas abiertas entre lo urbano y lo rural. Espejo, espejos, para pensar y pensarnos.

El viaje, no uno concreto, sino el que de una manera u otra todas, todos, hacemos. El viaje de la vida se recoge en este Desierto sonoro que, por si fuera poco, la escritora narra en dos voces que actúan como cámaras, como puntos de vista, como enfoques que nos obligan a ver el panorama completo sin dejarnos opción para apartar la mirada. Y esos puntos de vista están justificados y agradecidos, porque la autora no se esconde, no imita, no juega con quien la lee sino que, muy al contrario, ofrece todas las herramientas para que la sepamos (muchas son, por eso, las citas y referencias de la novela).

(Y en cualquier caso…)

Ninguna lectura es obligatoria, ni debe serlo, a mi juicio. Todo lo dicho puede suprimirse porque para gustos colores y etcétera. Por mi parte, si la vida me lo permite, les aseguro que volveré a leer Desierto sonoro porque nada me hace tan feliz como el asombro que me cuestiona y me empuja.

Gracias a la autora por el texto y a la editorial por su apuesta.

Gracias a la vida, que me ha dejado leerlo.

Izaskun Legarza Negrín, Librería de Mujeres de Canarias (Santa Cruz de Tenerife)

“El infinito en un junco” de Irene Vallejo

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El infinito en un junco

El infinito en un junco

Vallejo, Irene

ISBN

978-84-17860-79-0

Editorial

Siruela

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El junco del Nilo fue la materia prima de los primeros libros, ésos que extenderían el pensamiento al infinito. Tras la tablilla, la piedra, la madera, el aire, lo que fuera donde se grabasen con mayor o menor fortuna las palabras, esta invención lo cambió todo. Irene Vallejo nos guía en un viaje por el tiempo, adelante y atrás, desde Alejandría hasta todo el mundo antiguo, entreteniéndose en Grecia y Roma pero también en la Edad Media y en la actualidad. Con voz cautivadora nos lleva a conocer el nacimiento de la escritura, los alfabetos, nos descubre el origen de la oratoria, del teatro, los primeros líricos, los filósofos.

Libro de viajes que cautiva y transmite la fascinación por la Biblioteca, por las primeras bibliotecas y por las actuales, por el libro como tesoro. También vemos florecer a los primeros autores comerciales y los libros de culto, los librerías, nos lleva a reparar en el poder de este invento que además de su fragilidad natural ha de sufrir la persecución, la censura  y la destrucción.

Se trata de una  fenomenal y minuciosa historia del libro en la que intervienen innumerables personajes durante treinta siglos de aventuras, de vida contada con pasión y sinceridad por la estupenda filóloga que es Irene Vallejo, a quien ya hemos leído con gusto en novelas como El silbido del arquero o en textos breves como los recogidos en Alguien habló de nosotros, así como en deliciosas obras ilustradas como La leyenda de las mareas mansas o El inventor de viajes.

Chema Aniés, Librería Anónima (Huesca)

“El boxeador polaco” de Eduardo Halfon

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El boxeador polaco

El boxeador polaco

Halfon, Eduardo

ISBN

978-84-17007-95-9

Editorial

Libros del Asteroide

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No fue su primer libro, ni mucho menos, y sin embargo todos tenemos la sensación de que con El boxeador polaco comenzó algo, y algo que ya no se ha detenido. Fue en 2009, y ahora, diez años después, Libros del Asteroide lo devuelve a las librerías, lo cual, aprovechando la oportunidad de la relectura, nos permite ciertas reconsideraciones.

Para empezar, es claramente un acierto que en esta edición se incluya La pirueta, una nouvelle que Halfon publicó poco después, en 2010, y que comparte por completo la melodía de las narraciones contenidas en el libro de cuentos, y que de hecho prolonga alguno de sus personajes, sigue alguno de sus hilos. Es verdad que esa pieza de 2010 es notablemente más extensa que cualquiera de los cuentos de 2009, pero su inclusión en el volumen es perfectamente coherente, no chirría, y, al contrario (y por utilizar términos muy de moda en la política española), no resta sino que suma. Uno defiende, además, que “La pirueta” es el mejor texto que ha escrito Halfon hasta hoy, el más rico y misterioso, de modo que siempre será oportuna su reedición, sea donde sea, pues es como la condensación del mundo del autor, de su particular estilo, que adopta en este caso la forma de la crónica de un viaje a Belgrado en busca de un pianista serbio al que se había conocido tiempo atrás en un festival de Antigua. El amor hacia la música espontánea de los gitanos funciona como símbolo de esa curiosidad con la que el personaje llamado “Eduardo Halfon” asiste a todo lo que ocurre, aunque a veces manifieste indolencia, fatiga o incluso rechazo. Pero su apetito de conocimientos y experiencias es inagotable, y asiste a sus días con la actitud de la incertidumbre, del no poder saber qué va a ocurrir, algo que no queda desmentido ni cuando lo que le ocurre es más bien rutinario, gris o previsible. Esa actitud, con variantes y grandes epifanías, ha continuado en las novelas Monasterio y Duelo, y en los cuentos de Signor Hoffman. Es, digamos, un hombre pasivo en continua actividad, un hombre lento que no puede parar quieto, un hombre normal al que le pasan cosas extraordinarias, o que él sabe contarnos como si lo fueran.

Se puede decir, por tanto, que aquí, más que una reedición, tenemos la fijación definitiva del libro, se establece para siempre el “canon” de textos que conforman El boxeador polaco, en un nuevo orden, con La pirueta seccionada en tres secuencias, y manteniéndose como epílogo ese “Discurso de Póvoa” en el que Halfon muestra alguna de sus cartas, una porción de su filosofía literaria. Pero, más que entrar en esa conferencia, preferimos reparar en que a lo largo del libro se produce una especie de novela de educación aparentemente invertida: se pasa de la desgana casi arrogante con la que el personaje da clases de literatura a jóvenes indisimuladamente desinteresados, a los que Halfon desdeña en la primera página de “Lejano”, hasta esa última página en la que se declara un estupor final ante lo que la literatura pueda ser. Y, curiosamente, en ese proceso entre la altivez y la claudicación, es obvio que el personaje no se ha degradado sino que, al contrario, ha crecido mucho. Al perder seguridad ha ganado grandeza. No hay nada más feo en el mundo que saberlo todo, y en ese sentido El boxeador polaco es un libro de viajes en el que se narra una ruta por el buen camino, desde la excesiva confianza en uno mismo hasta la maravillosa confusión, que es, entre otras cosas, el único lugar desde el que poder hacer cierto tipo de literatura.

Y, para los que nunca han leído a Halfon, éste es, sin la menor duda, el mejor pasadizo para acceder a su universo.

“El amigo” de Sigrid Nunez

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El amigo

El amigo

Nunez, Sigrid

ISBN

978-84-339-8038-0

Editorial

Editorial Anagrama

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Una solitaria profesora de literatura y escritura creativa neoyorquina recibe la noticia de la inesperada muerte de su amigo del alma, antiguo profesor y mentor en muchas de las cosas importantes. A los pocos días se entera de que fue la elegida por él para heredar a su viejo, artrítico y enorme gran danés. Decide hacerse cargo del animal, que se encuentra solo y traumatizado, empezando así una convivencia furtiva en su minúsculo apartamento, en el cual están prohibidos los animales.

La historia de todos los cambios en la vida de la protagonista, la dedicación a Apolo en su vejez y todas las consideraciones sobre la creación literaria que van y vienen por su mente van componiendo una narración fascinante, traducida al español por la escritora Mercedes Cebrián.

El estilo utilizado por Sigrid Nunez resulta cautivador e inteligente, y se pasea por registros muy diferentes, entre la novela y el diario personal. El personaje principal entra en largas meditaciones, sin abandonar el humor, sobre el duelo, la literatura, el arte y los vínculos afectivos actuales entre humanos, así como entre humanos y animales. Conmovedor y elegante; una rareza que fascina y a la que no te arrepentirás de dedicarle un poco de tu tiempo.

Esther Gómez, Moito Conto (La Coruña)

“Un revólver para salir de noche” de Monika Zgustova

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Un revólver para salir de noche

Un revólver para salir de noche

Zgustova, Monika

ISBN

978-84-17747-35-0

Editorial

Galaxia Gutenberg

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Nos gustan muchísimo todos esos libros que nos gustan mucho mientras los leemos, pero nos gustan muchísimo más los libros que nos gustan muchísimo al día siguiente de haberlos terminado, y al siguiente, recordándolos, y al siguiente, incorporados ya a nuestra mirada, casi a nuestra genética, y que recordamos siempre con agrado, y que releemos de vez en cuando para refrescarlos y re-disfrutarlos. Y nos parece que la última novela de Monika Zgustova es de éstos: disfrutamos mucho durante su breve lectura, pero desde entonces, cada vez que lo recordamos, y sucede a menudo, nos queda la sensación de agrado general, eficacia narrativa y curioso poder informativo que transmitían y siguen transmitiendo sus ciento cincuenta páginas. Es lo que se dice un libro bien hecho, diligente, perfecto en la consecución de sus intenciones.

Como su verdadero protagonista (al menos en lo que respecta a los dos primeros tercios del libro), Zgustova ha adoptado para su literatura un idioma distinto del de su origen: si Vladimir Nabokov se pasó al inglés (convencido, según leemos aquí, por su mujer, Véra, la protagonista implícita de toda la narración, y la explícita en sus últimas secuencias), la escritora y traductora praguense escribe ya sus libros en español (pero éste ya puedes leerlo también en catalán), y en un español, además, eficacísimo y atractivo, muy sugerente y ocasionalmente poético, algo que se percibe desde el mismo título elegido.

Ese género narrativo de las biografías parciales, es decir, biografías que no tienen la ambición de comprender (en los dos sentidos de la palabra) toda una vida, sino que se empeñan en arrojar luz sobre una temporada, una anécdota significativa, un aspecto de la personalidad de alguien… es más difícil de lo que probablemente pueda parecer, pues para que el resultado sea honrado y certero el autor ha de tener en cuenta, de hecho, todo lo que no cuenta, incorporando o sugiriendo las líneas principales que expliquen lo que sí se ha de contar, lo que justifica el esfuerzo. En este caso, se puede decir que lo que propone Zgustova es una reflexión sobre la decisiva ascendencia de la autoritaria y calculadora personalidad de Véra sobre la obra de su marido, quien nunca negó que, sin ella, probablemente su obra sería muy distinta, inferior en cantidad y en calidad. Ella era la que lo jaleaba, la que le supervisaba, la que le corregía, dueña de una perspectiva más clara de lo que Nabokov debía hacer en la literatura. De la admiración hacia su indiscutible talento, Véra dio un salto psicológico hacia la necesidad un tanto malsana de controlar la obra y, por tanto, la vida de su marido incluso en sus detalles más asfixiantes, pero él, probablemente más agradecido que enamorado (“Amar y necesitar: hay una gran diferencia”, dice Zgustova), supo enseguida que le convenía esa compañía. Para que ambos pudieran ser quienes realmente eran, y pudieran dar de sí todo lo que llevaban dentro, debían estar juntos, aunque Vladimir tuvo tentaciones (de todo tipo) de huir. Demasiado enfermizo todo, pero, a la vez, demasiado fecundo como para rechazarlo.

La novela, aunque breve, tienen sus páginas psicológicas, sus páginas memorialísticas, sus páginas de análisis literario, sus páginas de amor (conyugal o no), sus páginas de viajes, sus páginas de digresiones, y hasta, al final, sus páginas de road movie, y con todos esos ingredientes se obtiene un plato literario impecable, informativo y sagaz, una lectura entretenida pero duradera, de las que no acaban en el punto final.

“La otra verdad” de Alda Merini

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OTRA VERDAD,LA

OTRA VERDAD,LA

Merini Alda

ISBN

978-84-120080-1-2

Editorial

MARMARA EDICIONES

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Queremos recomendar un texto que hará las delicias de los amantes de la prosa poética, de los libros diferentes, de los libros que rondan los márgenes siempre ocultos de la locura. La otra verdad, de la poeta italiana Alda Merini (publicado por Mármara Ediciones), es un recorrido autobiográfico de la autora de La tierra santa y Cuerpo de amor por su estancia de diez años en un centro psiquiátrico. Mejor dicho, y aceptando la nomenclatura de la época y de la misma autora, en un manicomio.

De sobra son conocidos los problemas anímicos que sufrió Merini por todos aquellos que siguieron su estela literaria hasta su muerte, hace una década. Éste es un libro de fotografías, imágenes puestas en un orden aleatorio, habitado por un sinfín de nombres demoníacos como el Penthotal, Ciclobarbital, Largactil, Haloperidol o Dogmatil. Todos ellos sinónimos y del mismo monstruo y del mismo desprecio y olvido: el que la sociedad impone ante las enfermedades mentales y los internamientos. Nos adentramos de la mano sublime de Merini en un mundo en el que la deshumanización es total y absoluta, en el que los referentes humanos más esenciales son borrados de las cabezas de los pacientes. Los electroshocks como la mayor de las barbaries concebidas por la ciencia humana nos dejarán el corazón temblando, al igual que por la capacidad de la autora para concebir la poesía, el amor, el arte, la salvación entre todo ese páramo de desolación.

Comprendemos, al terminar el libro, la quimera a la que se ven abocados todos los enfermos para llegar a ser escuchados, ya ni siquiera comprendidos. El estigma y la señal de la locura como un vínculo que separa a todo enfermo mental de la sociedad que se dice real queda, de manera sucinta y firme, plasmada en estas maravillosas páginas.

Lucha, silencio, dolor, angustia y rabia quedan concentrados en párrafos como el que os transcribimos:

B  (así se llamaba nuestra jefa de sala) era una mujer terrible… una vez se concedió el placer de hablar conmigo, y me trató de tú.

–¿De verdad has estudiado? –me preguntó.

Yo asentí.

–¿Y recuerdas qué?

–Claro –respondí–, he estudiado de manera detallada cómo se asesina a las malas personas como usted.

O como en el siguiente, el cual cierra la parte principal del texto:

El hombre es socialmente malvado, un sujeto malvado. Y cuando encuentra una tórtola, cualquiera que habla demasiado lento, alguien que llora; le echa encima sus propias culpas y, así, nacen los locos. Porque la locura, amigos míos, no existe. Existe solo en los reflejos oníricos del sonido y en aquel terror que todos tenemos, arraigado, de perder nuestra razón.

¿Quiénes de los que estáis leyendo estas líneas no conocéis a este tipo de personas? ¿Quién, me pregunto sentado en la librería, no ha sido objeto de esta tiranía? Sólo los propios culpables.

Leed el libro. Y ya.

Vicente Velasco Montoya, La Montaña Mágica Librería (Cartagena, Murcia)

“Semilla del son. Crónica de un hechizo” de Santiago Auserón

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SEMILLA DEL SON

SEMILLA DEL SON

Auserón, Santiago

ISBN

978-84-949383-7-5

Editorial

Libros del Kultrum

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Mientras comenzamos a redactar estas líneas suenan y rebotan a nuestro alrededor los primeros compases de “A un perro flaco”, primera canción de Raíces al viento, el que a su vez fuera el primer disco de Juan Perro y que en este 2020, aunque parezca mentira, cumplirá veinticinco alegres años. Ese LP de 1995, un hito en la música española, fue el primer y espectacular resultado de ciertas curiosidades e investigaciones que “el zaragozano universal” Santiago Auserón, celebérrimo ya por su liderazgo en Radio Futura, empezó a hacer al respecto de los orígenes reales de determinados ritmos y estilos musicales, en un camino indagador que para él ya no ha tenido vuelta atrás, y que lo llevó pronto al mar Caribe. En contra de lo que nos ha enseñado la mitología o la literatura de náufragos, una isla se caracteriza más bien por ser ese lugar en el que uno nunca está solo y, en efecto, Auserón encontró en Cuba a numerosos cómplices deseosos de ayudarle, de guiarle. Enamorado de lo que encontró, atrapado por Cuba y, desde ahí, remontándose en la corriente infinita de las melodías, llegando a los cantos africanos y a los ecos árabes (que llegarían a América en los barcos de los esclavos, y que en Andalucía fecundarían el flamenco), el tenaz Auserón se ha instalado en esas raíces, pero sin dejar de explorar, de aprender y de enseñar lo que descubre a través de nuevos discos como La huella sonora o el magistral Mr. Hambre, pero también a través de libros, artículos, conferencias o incluso de una tesis doctoral, dirigida por José Luis Pardo, pendiente de publicación. 

A las populares pero ya originalísimas y autoexigentes Canciones de Radio Futura, recopiladas para Pre-Textos en 1999, siguieron las Canciones de Juan Perro en Salto de Página. Y después llegó El ritmo perdido. Sobre el influjo negro en la canción española, una obra maestra del pensamiento musical que ha conocido reediciones pero que nos tememos que no leyó tanta gente como un estudio tan ejemplar merecía. No hay peores lectores que aquellos que desdeñan un libro dando por supuesto o consabido lo que contiene. Ellos se pierden la magia, la sorpresa, la maravillosa posibilidad de estar confundidos. Y en aquel libro la magia y el talento estaban por todas partes, especialmente en sus inicios, por lo mucho que ese ensayo tenía también de memorias personales de un muchacho que, a orillas del Ebro, escuchaba discos compulsivamente, leía poesía buena y comenzaba a soñar con las músicas que habría más allá, o que hubo mucho antes.

El título que Libros del Kultrum presenta ahora es una recopilación de magníficos textos dispersos hermanados por el tema cubano, desde una necrológica de Compay Segundo (“un músico de primera que ama el riesgo de la verdad” y que debió a Auserón bastante de su fama más allá de la isla) hasta una conferencia reciente en la que se luce como erudito, no sólo músico virtuoso sino musicólogo brillante, y en la que comprende, entre otras lecciones, que “sólo la lengua consiente el establecimiento de fronteras sonoras, apuntaladas por los programas de enseñanza y por la defensa militar del territorio. La música, por su parte, se complace en saltarse dichas fronteras y se alimenta con frecuencia de los cantos del enemigo”. 

No es habitual que los protagonistas de algo sean también cronistas superdotados de esa misma disciplina en la que han destacado. Está lo que Miguel Pardeza hizo con el fútbol y su infancia en el maravilloso Torneo (que, felizmente, tendrá pronto continuidad), pero no se nos ocurren, entre nosotros, muchos más ejemplos. Santiago Auserón es un escritor portentoso, dueño una prosa precisa y sabrosa que no decae ni fatiga a los profanos, muy al contrario, ni siquiera en las (pocas) ocasiones en las que ha de ponerse técnico y sumergirse en “la subdivisión del tiempo binario en corcheas regulares [que] facilita la polirritmia o superposición de cuentas binarias y ternarias, permitiendo la variación de acentos en torno a las claves de son y de rumba -entre otras-, dentro de la matriz más universal de la síncopa conocida como tango africano”… No querríamos que terminasen nunca sus divagaciones, sus recuerdos (con fotografías incluidas), sus semblanzas de viejos músicos. Y es de destacar la edición de Libros del Kultrum, impecable, detallista, audaz, tipográficamente noble. Esta Semilla del son es una verdadera delicia en todos sus detalles, que confirma a Auserón no sólo como un maestro de los acordes sino de las palabras, y no sólo por lo que respecta a sus celebradas letras para canciones, sino por estos artículos, opúsculos e intervenciones. “Pon tu huella en el escrito infinito“…: si a Bob Dylan le dieron el Nobel, que le den a ‘Juan Perro’ el Cervantes.

“La danza de los tulipanes” de Ibon Martín

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La danza de los tulipanes

La danza de los tulipanes

Martín, Ibon

ISBN

978-84-01-02271-5

Editorial

PLAZA & JANES

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Mundaka, Bermeo, Murueta, San Pedro de Atxarre, San Juan de Gaztelugatxe, Gernika, el Castillo de Arteaga, el Bosque de Oma… Escuchar esos nombres nos evoca nuestra historia, lugares de gran belleza, la tranquilidad del mar o el verde de los bosques. Todos estos territorios, y muchos otros, se encuentran en uno de los espacios más bellos del norte de la Península Ibérica, la Reserva de la Biosfera de Urdaibai. La reserva es atravesada por el río Oka, el cual desemboca en la ría de Mundaka, uno de los destinos predilectos para los surfistas. La orilla de las marismas, que cambian de paisaje gracias a las mareas, es recorrida por una de las líneas de metro más impresionantes, y es en las vías de estos ferrocarriles donde comienza la historia de La danza de los tulipanes, la última obra del aclamado Ibón Martín.

Uno de los trenes de la mencionada línea arrolla a una de las periodistas más importantes de Gernika. Con ese hecho Martín va a iniciar una carrera apasionante que transcurrirá entre relaciones personales, asesinatos y algunos de los aspectos más duros, controvertidos y polémicos de las últimas décadas. Gracias a la historia personal de cada uno de los miembros del equipo de la Ertzaintza, y a las pesquisas que éstos deberán afrontar, vamos a poder conocer y reflexionar sobre sucesos muy actuales. Entre ellos están las necesidades acuciantes que llevan a mucha gente a recurrir al marisqueo ilegal, el problema del tráfico de drogas, la violencia de género y la violencia estructural u otros aspectos de gran importancia para la España actual, de los cuales no podemos hablar para no adelantar los acontecimientos que se irán descubriendo en la novela. Es destacable el fondo psicológico de los personajes, realmente bien creados, y la fuerza de las dos policías que llevan la batuta en La danza de los tulipanes. Dos mujeres muy diferentes que mostrarán a lo largo de la obra su inteligencia, su fuerza, sus emociones más humanas o su capacidad para afrontar las decisiones más duras, y, al mismo tiempo, veremos sus errores y la necesidad del trabajo en equipo.

La escritura de Martín hace que nos encontremos ante un thriller apasionante, inquietante, duro, de gran fuerza emocional, extraordinariamente entretejido y, al mismo tiempo, de gran belleza.

Ibón Martín despliega en su obra un trabajo de investigación y dedicación digno de alabar, gracias al cual podemos disfrutar de una gran lectura que va atrapando al lector según pasan las páginas hasta no poder dejar de leer. Un thriller sobresaliente, de asesinatos e intrigas, que se ve acompañado por un viaje por el Urdaibai, que el autor nos va a ir describiendo poco a poco con gran maestría, convirtiéndose el paisaje en otro de los protagonistas de la obra. Sin lugar a duda ha logrado crear una historia para disfrutar antes o durante una visita a la Reserva de la Biosfera, que de por sí ya es espectacular.

Es muy probable que la capacidad para describir el paisaje y los municipios se deba a que Ibón Martín empezó con la escritura de viajes, con la descripción y el amor hacia su tierra, Euskadi. Desde ella saltó a la novela negra con una serie con tintes nórdicos que supuso un hito en el género, El faro del silencio.

Noelia Solís y Héctor Monterrubio, Librerías Ícaro (Segovia)