Más libros de la semana de Literatura

"Monstruas y centauras" de Marta Sanz

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Monstruas y centauras

Monstruas y centauras

Sanz, Marta

ISBN

978-84-339-1622-8

Editorial

Editorial Anagrama

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Abro una caja y encuentro cientos de cuadernillos violetas. Los ojos se me llenan de alegría. Cojo uno. Toco la cartulina de sus tapas, me detengo en el dibujo del marcador, huelo las hojas, doblo el libro haciéndolo cilindro. Juego con él.

Es un cuadernillo, el número 12, de la nueva colección de cuadernos de Anagrama. Tiene una factura impecable. Lo manipulo sin miedo, como si fuera uno de esos cuadernos de hojas blancas que siempre llevo encima. Es el cuaderno, el ensayo, de Marta Sanz sobre los “Nuevos lenguajes del feminismo”: Monstruas y centauras. Me encanta el título. Sé a qué otro cuaderno remite. Lo meto en mi bolso. Éste es para mí.

Llego a casa con mi tesoro escondido. Enciendo el flexo que tantos años de apuntes y lecturas ha iluminado. Me sirvo un café y pongo a mano el cenicero y el tabaco. Me acomodo. Me conozco y sé que leeré de un tirón. Y así es.

Saco mi cuaderno, lo acaricio de nuevo, lo abro y me detengo en los datos previos al texto. Incluso en los técnicos. Suspiro. Enciendo un cigarro y me sumerjo en la lectura con la avidez de una adicta. Lo soy. Leo lo más rápido que puedo sin pasar por alto ninguna palabra. Mientras leo mi cabeza asiente. Engullo el primer capítulo (“Realidad: 8 de marzo”) y mientras imagino a la autora en esa inmensa manifestación recuerdo la mía. Me asaltan los recuerdos a través de asociaciones y parecidos, de miedos y deseos compartidos.

Leo sin parar, sin respirar casi, sonriendo con las ocurrencias siempre inteligentes de la escritora, admirando las citas que intercala, identificándome con sus cuestionamientos: “A veces pienso que no vivo en el mismo país que algunos de mis conciudadanos y conciudadanas…” (pp. 26-27). Leo con la ansiedad de quien busca el visto bueno de una superiora para decirse que no está tan loca.

Entro en el segundo capítulo (“La respiración consciente: inspirar, espirar, dudar”). La inclusión de la duda, del dudar, me parece magistral. Continúo la lectura frenética, inmersa en una burbuja en la que sólo estamos las monstruas y yo. Sé que estamos en el libro y necesito encontrarnos. Leo y leo. Asombrada. Confirmando que Marta Sanz es una de las mentes más brillantes que habitan este país que llamamos nuestro. Leo y nos encuentro.

Paro en seco. Releo la frase y me sale una risa espontánea y cantarina, como cuando era niña. Mi hijo, desde su cuarto, me pregunta qué me pasa. No puedo responderle. Estoy emocionada practicando con el humo de un cigarro. Pero no consigo hacer ni una “o” volandera, así que sonrío, y sigo. Tanta inteligencia condensada, tanta conocimiento expuesto, tanta precisión en el lenguaje me provoca una honda admiración y, también, algo de miedo.

Leo cada vez con más pasión. Cada vez más rápido. Sintiéndome cada vez más reconocida en el texto porque, también yo “… soy de esas feministas que no saben separar el patriarcado del capitalismo”(p. 48). Leo cada vez más fascinada por la manera en que Marta Sanz intercala comentarios sobre obras literarias, canciones, películas, cada vez más embriagada por la forma en que se cuestiona: “Al fin y al cabo, soy una mujer que debe hacerse la crítica continuamente porque ha sido educada con los esquemas patriarcales de su padre, de su madre, de su abuela, de su abuelo, de su colegio, de su universidad, etc., etc.” (p. 52). Leo cada vez más enganchada (ya me ha hecho efecto la droga de sus palabras) a los argumentos, a los desarrollos, a los ejemplos, la forma en que la autora desmonta estructuras y se desmonta ella, a la razón con la que nos advierte que “No debemos ser razonables, pero sí racionales” (p. 99).

Llego, al fin, al tercer capítulo, el último (“Representación: más cara, carne, escrutinio, lectura”). Pequeñito pero matón, pienso al leer el título. Paro un segundo (otro cigarro, sí: un día de éstos tendré que dejar este vicio y quedarme solo con la lectura, que, se supone, hace menos daño). Me pregunto qué sensación tengo hasta ahora y descubro, con cierto enfado, que pese a las sonrisas y los asentimientos un poso de tristeza, de amargura, me está ganando terreno.

Entonces engullo el tercer capítulo, impecable, y la sonrisa me vuelve, y mi cabeza asiente sin cesar como el bracito de los gatos chinos. El “Amén” que cierra el capítulo, y el libro, me llena de nuevo de esperanza. Una esperanza que no tiene nada de pueril, ni de religiosa. Una esperanza de conocimiento y asunción de la necesidad de la vindicación. Hoy, y aquí, también. Una esperanza que requiere seguir en la lucha porque, como escribe Marta Sanz al final de este magistral ensayo “… acaso podamos resignificar desde nuestra inteligencia artística y literaria. Sin prohibir nada, sin parar, en acción, con la lengua fuera, la ansiedad y la esperanza, pensándolo y reinventándolo casi todo. Que Diosa nos asista. Vale y amén” (p. 132)

De aquí, de todo lo escrito en relación a mi experiencia de lectura de las Monstruas y centauras, surge mi adicción a las obras de Marta Sanz. Una adicción ya antigua, porque Marta Sanz es escritora, una extraordinaria escritora, y como tal maneja las palabras, las oraciones, los conceptos, con una precisión (y una pasión) que sólo quienes conocen en profundidad nuestra lengua y son conscientes del valor de la escritura pueden practicar, ya sea para ocultar, disfrazar, engañar, ya para desvelar, desnudar, mostrar, como hace esta escritora.

Por eso, por el uso exacto, sincero, racional y creativo que hace Marta Sanz de la palabra, de las palabras, soy adicta a sus textos. Por eso, y porque leerla es, siempre, leer mucho más, adentrarse en otras obras, repasar artículos, analizar películas, recordar vidas y pensar.

Pensar. Porque en Monstruas y centauras (no me canso de repetir el título) leemos y pensamos sobre la realidad, y revivimos, todas y todos los que estuvimos, nuestra huelga del 8M y nuestra manifestación. Porque la autora nos obliga a cuestionarnos y posicionarnos, a ver o recordar películas, a plantearnos sin tapujos nuestra ideología y nuestros prejuicios, a buscar información y leer nuevos artículos y libros. A dudar.

A pensar, porque Marta Sanz nos obliga en esta obra a revisar nuestra cultura, a aceptar la tradición impuesta que llevamos dentro, a descubrir la enorme lista de autoras que desconocemos (o que yo desconocía), a repasarnos, y a tomar partido.

En definitiva, disfruto leyendo a Marta Sanz, y he disfrutado leyendo y releyendo este cuaderno, porque la autora me interpela, me admite como lectora inteligente, me abre caminos, me lleva a nuevas referencias. Porque la escritora no me da instrucciones, no mastica por mí la información, no me ofrece “una papita dulce” (expresión muy típica de estas islas para referirse al trato condescendiente) sino una papa grande y terrosa que hay que pelar, limpiar, cortar y cocinar antes de poder deglutirla.

Lean Monstruas y centauras. Lean o relean Daniela Astor y la caja negra, y Clavícula. Adéntrense en las autoras que en el cuaderno aparecen: Remedios Zafra, Sara Mesa, Mariana Enríquez y tantas más. Porque leyendo esta obra se verán obligadas a pensar, como yo me vi. Y pensar, bien lo sabemos, es lo único que nos puede salvar.

Izaskun Legarza, Librería de Mujeres de Canarias (Santa Cruz de Tenerife)

"Morte d'Urban" de J.F. Powers

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Morte d'Urban

Morte d'Urban

Powers, James F.

ISBN

978-84-946515-7-1

Editorial

La Navaja Suiza Editores

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J. F. Powers narra de manera hilarante en esta novela el enorme trabajo que realiza el padre Urban, relegado a un triste destino en medio de la nada más absoluta después de saborear las mieles del éxito eclesiástico, pero decidido a revitalizar la orden de los clementinos.
El encanto del padre Urban le convierte en un precursor de los predicadores, una figura tan estadounidense como las barbacoas comunitarias y el béisbol, ocupaciones a las que tan aficionado era este singular hombre de fe. Sin embargo, a pesar de ese encanto aplaudido por todos, el padre Urban no consigue atraer a más feligreses ni, lo que es peor, que sus compañeros de la orden den muestras de espíritu «emprendedor». El padre Urban ha de lidiar con envidias y conspiraciones que recuerdan a las de cualquier oficina gris. Su inteligencia y pragmatismo le hacen replantearse si finalmente tiene algún sentido la misión que tiene encomendada.
El catolicismo se convierte en una mera excusa para retratar a oscuros personajes que siguen hoy dominando Estados Unidos, un país –como en Europa, no nos engañemos– en el que siempre vencerá el mensaje que traiga de la mano más capital. Injustamente olvidado, J. F. Powers, con una escasa producción literaria, fue admirado por autores como Flannery O´Connor o William Gass (este último publicado también por La Navaja Suiza). ¿Ha envejecido mal el padre Urban? No, su mensaje es todavía hoy en día absolutamente clarividente. Leer esta novela es una oportunidad de comprender no sólo la evolución del mundo del trabajo desde mediados del siglo XX sino también las miserias y ambiciones humanas. Larga vida al padre Urban y larga vida a la orden de los clementinos.
Librería Los Editores (Madrid)

"La miel" de Tonino Guerra

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La miel

La miel

Guerra, Tonino

ISBN

978-84-17386-13-9

Editorial

Pepitas de calabaza

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“Sé que el amor, esa misión salvaje, / delicada, imposible, es la única forma / de estar en este mundo sin errar”, afirmaba Juan Vicente Piqueras en Padre, su último libro de poemas, y algo de esa melodía filosófica, e incluso de la forma de expresarla, pudo rastrearse también en 2002 en la traducción que Piqueras hizo de la Poesía completa de Tonino Guerra (un trabajo que, en sí mismo, ya tenía mucho de acto de amor, hacia el amigo pero también hacia la literatura, y de hecho así lo explica el traductor en su prólogo de hoy: “Empecé a traducirlo por el único motivo por el que traduzco poemas, por amor. Y al traducirlo regresaba, verso a verso, como el protagonista del libro, a mi aldea abandonada”).
En aquel grueso e insólito libro (pocas veces sucede que lo primero que recibimos de un poeta extranjero sea su poesía entera) ya destacaba clamorosamente el poemario titulado La miel, escrito en dialecto romañolo por un septuagenario que, tras escribir alguno de los guiones decisivos de la historia del cine europeo (Amarcord, para Fellini, Nostalgia, para Tarkovski, La noche o Blow.up para Antonioni…), decide comenzar a regresar, iniciar un repliegue de fuerzas… Y lo hace escribiendo, en el idioma del pasado, los poemas de un anciano que regresa a la aldea de su infancia, donde ya sólo viven nueve personas aisladas, solitarias, hurañas… y donde aguardan los olores, el espacio, las horas vacías, la indolencia, cierta desesperación.
He aquí uno de los libros de poemas más peculiares que se puedan encontrar, y también uno de los más hermosos. Un libro de poemas que por una parte son muy narrativos, pero que también recogen algo del tono Ungaretti, del tono Umberto Saba, y que incluso tienen un punto de antipoesía, todo para exaltar eso que Piqueras llama en su prólogo con exactitud la “civilización campesina”, pero sin idealización ninguna. Ese pueblo al que Guerra regresa de anciano es como esa “plaza del mundo” de la que hablaba Cervantes: un lugar desde donde, por encima de las protestas y los achaques y los recuerdos, glorificar todo lo que se tiene y, sobre todo, lo que se ha tenido. Pero se hace de una forma indirecta, y a veces incluso de una manera paradójica. No hay aquí ‘locus amoenus’ ni ingenuidad campestre: hay inocencia, sí, pero es una inocencia violenta, como la de Pasolini: es la violencia de la soledad, la del analfabetismo, la de la enfermedad. El libro rebosa verdad (el mejor conservante de la poesía), pero es una verdad tosca, bellísima pero nada candorosa.
Izet Sarajlic (cuya antología Después de mil balas reseñamos en ‘Los Libreros Recomiendan’) creía que “el efecto más grande en la poesía se consigue cuando el poeta logra sorprender al lector con algo conocido”. En La miel sucede continuamente, y es un libro que constituye en sí mismo una “misión salvaje, delicada, imposible”…
 
 

"Los países" de Marie-Hélène Lafon

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Los países

Los países

Lafon, Marie-Hélène

ISBN

978-84-948348-5-1

Editorial

Editorial Minuscula

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Claire ha crecido en la región del Cantal, “en ese agujero en el fin del mundo que es la granja”. Mientras que sus hermanos se entregan con afán a las tareas del campo, ella siempre destacó en los estudios y, tras pasar su adolescencia en un internado femenino de la zona, consigue una beca para estudiar Letras Clásicas en la Sorbona. Al llegar a París, donde sólo ha estado una vez en que, siendo niña, acompañó a su padre y a su hermano al Salón de Agricultura, Claire adquiere plena conciencia de su condición de foránea. Sus compañeros de clase provienen de familias intelectuales y urbanitas, cuya concepción idealizada del campo la joven no alcanza a comprender. Ella no habla demasiado de sus orígenes; no es que se avergüence, es sólo que no sabe cómo hacerlo para que la entiendan. Y entonces conoce a Alain, un almacenista de la biblioteca de la universidad oriundo de su misma región, y en él Claire encuentra un país, su país. Dice Lafon (traducida por Lluís-Maria Todó): “Con Alain, Claire tomaría la medida de una distancia ya cavada entre ella y los que, como él, seguían viviendo al unísono de sus padres y amigos fijados en el epicentro del seísmo, clavados en su lugar justo en un mundo que se trataría de recuperar tras un tiempo de purgatorio más o menos largo cumplido en una tierra extranjera donde las necesidades económicas los habían exiliado”. Claire se da cuenta entonces de que está suspendida en tierra de nadie: intuyendo que los libros podrían ofrecerle otra vida, ha dejado atrás lo conocido, pero París no ha ocupado el hueco que ha dejado su país, su hogar; París no hace mella en ella, París es el país de los demás. Como adelanta el epígrafe del libro, de Eugène Delacroix: “En realidad no poseemos nada; todo nos atraviesa”.
Marie-Hélène Lafon ha escrito un libro breve aunque penetrante, increíblemente hermoso, que sorprende por la sencillez de su planteamiento y el profundo calado de las reflexiones que suscita. Sus frases largas y en ocasiones alambicadas fluyen como un río, con una naturalidad y una frescura extrañamente plácidas. No hay en “Los países” juicios de valor ni sesudos análisis, sólo una constatación de la realidad, que sin embargo se antoja entrañable y cálida. En particular, el retrato que Lafon hace del padre de Claire en el colofón de la novela, que narra la visita de éste y el nieto a la ciudad para visitar a la hija, ya divorciada y madura, resulta particularmente conmovedor. Los países es un libro honesto, sin pretensiones, que pasa quedo, casi sin hacer ruido, y tal vez precisamente por eso deja una profunda huella en el lector.
Raquel Vicedo, Cervantes y Compañía (Madrid)

"El alma del mar" de Philip Hoare

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El alma del mar

El alma del mar

Hoare, Philip

ISBN

978-84-16222-82-7

Editorial

Atico de los Libros

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“Siento que nada malo puede pasarme si estoy con una ballena”, afirmaba Philip Hoare en algún rincón de El mar interior, un libro que era, en cierto modo, algo así como un apéndice, o una prolongación, de su anterior Leviatán o la ballena, que sigue siendo -y hay cierta unanimidad al respecto- uno de los más hermosos y mejores libros publicados en lo que llevamos de siglo XXI. Repasándolo ahora podríamos decir de esas páginas lo que el propio Hoare decía de algún paisaje: “Hallarme a solas con tanta belleza se me antoja, de algún modo, egoísta” (por eso estamos los libreros tan empeñados en compartirlo…), y también aquel otro subrayado: “Es estúpido sentir miedo en un lugar tan luminoso”.
Leviatán o la ballena apareció en España antes de que fuera tendencia la ‘nature writing’, y en cierto modo su publicación contribuiría a explicar esa moda editorial, dentro de la cual supone un hito difícilmente superable. Algunos sospechamos que terminaremos leyendo únicamente libros como éstos, libros que nos conducen directamente al corazón de la vida, libros que conjugan ciencia y poesía no tanto para explicar el mundo como para explicarnos a nosotros mismos. Nos referimos a los libros de exploraciones, a determinados libros de astronomía o de botánica, a algunos libros de viajes (no todos: hay libros viajeros muy bien acomodados…). Y en cierto modo los libros de Hoare reúnen todo eso, y además son como diarios, cuadernos de campo, con muchos apuntes históricos y sobre todo rebosantes de buena lírica. Los libros de Philip Hoare son erráticos, divagatorios, digresivos… y querríamos que lo fuesen mucho más, porque son maravillosos, y entre ellos El alma del mar ocupa ya otro lugar de honor.
Según la edición de Ático de los Libros este nuevo título cerraría la “trilogía sobre el mar”, y es verdad que, en cierto sentido, los tres títulos citados ya aquí forman como un solo gran libro por entregas, diarios y cuadernos que se van acumulando según su autor viaja y se mueve y descubre y aprende cosas nuevas (y nos extrañaría que no tuviesen continuidad, porque en ellos declara Hoare que ésta es la forma de vivir en la que quiere quedarse). Una vez que uno se ha sumergido en la música de Hoare, es imposible no querer saberlo todo sobre los cormoranes, o sobre las yubartas (cómo no compartir “la alegría de ser un delfín”…). Sus digresiones, que a menudo se alargan mucho, nunca impacientan, porque todo lo que cuenta nos fascina. Y en este libro, además, se habla más que nunca de literatura: La tempestad de Shakespeare abre un hilo que conduce a Virginia Woolf o a Sylvia Plath (quien, según se nos dice aquí, leyó al menos tres veces Moby Dick…).
El mar lo es casi todo en estos libros, porque el mar lo es casi todo: “Me he acostumbrado tanto a él, le tengo tanto miedo y lo amo tanto que, en ocasiones, me parece que sólo puedo pensar junto al mar. Es el único lugar donde me siento en casa, porque está muy lejos de casa. Es el único lugar donde me siento libre y vivo […] Siempre está rompiendo sus fronteras, dando y tomando constantemente. Es la encarnación de todas nuestras paradojas. Sin él, no podríamos vivir; dentro de él, moriríamos. Al mar no le importa. […] esta cisterna de nuestros pecados es todavía el almacén de nuestros sueños”. Ese almacén de sueños os espera en ese otro almacén de sueños que son las librerías.
 

"La huella de la noche" de Guillaume Musso

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La huella de la noche (AdN)

La huella de la noche (AdN)

Musso, Guillaume

ISBN

978-84-9181-262-3

Editorial

Alianza Editorial

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Cualquiera que haya asistido a un “encuentro de antiguos alumnos” veinticinco años después de la separación sabe hasta qué exagerado punto puede la cosa complicarse, pero nunca habíamos oído de ninguno que de repente, un cuarto de siglo después, destape un asesinato remoto e induzca a algunos más… El planteamiento es divertido pero sobre todo sorprendente y adictivo, y, leyendo esta última novela suya, no nos extraña nada que Guillaume Musso sea el escritor francés más leído en la actualidad, entre otras cosas porque, además, escribe muy bien (lo cual apreciamos nosotros gracias a la intermediación de la traductora Amaya García Gallego).
Con una trama original, Musso hace que la acción vaya y vuelva, viajando en el tiempo entre dos épocas diferentes sin que nos perdamos. Los personajes, dotados ciertamente del glamour (casi todos ellos son ricos) que corresponde a un escenario como la Costa Azul francesa, entran en una trama que tiene un protagonista claro y también unos secundarios que poco a poco van “cogiendo página”, sorprendiéndonos una y otra vez con unos golpes de volante que desembocan en un final francamente inesperado.
En esta librería nos gusta (y mucho) la novela negra francesa: Fred Vargas tiene muy buenos compañeros de estantería, y en esta casa cada vez logran más espacio en nuestra sección de literatura de intriga o policiaca.
César Muñío, Librería París (Zaragoza)

"Comimos y bebimos" de Ignacio Peyró

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Comimos y bebimos

Comimos y bebimos

Peyró, Ignacio

ISBN

978-84-17007-57-7

Editorial

Libros del Asteroide

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Durante mucho tiempo mantuvimos esa postura falsamente progresista que intuía que dedicar demasiada importancia a la gastronomía implicaba en el fondo algo un poco inmoral: las cosas del comer sólo importaban en cuanto a la necesidad (indiscutible todavía) de garantizar la alimentación de todo el mundo, y cualquier exceso, publicidad o sofisticación salía sobrando. Pero enseguida hemos visto cómo, casi de repente, muchos revolucionarios de hace no tanto blanden botellas de vino caro, y no es raro toparse con gentes de la clase media que prefieren ahorrar en calefacción para así no renunciar a las lascas de trufa blanca en la ensalada… La cosa, pues, se ha puesto de moda, y es que el mundo es, definitivamente, un sitio curioso, y es también, si no un valle de lágrimas, un territorio traidor, pero tampoco se puede negar que muy a menudo nos compensa con un entrecot en su punto, sencillamente perfecto, o con una fabada intachable, o con una tortilla de patata y calabaza que…
Y es de todo esto, tal cual, de lo que nos habla un libro estupendo que acaba de publicar Ignacio Peyró, y que en el fondo sigue la estela del maravilloso Diccionario sentimental de la cultura inglesa con el que, literalmente, nos deleitó hace dos o tres temporadas, un debut de verdad importante que lo convertía de golpe en un campeón de las letras. En este libro de hoy, como se advierte desde su subtítulo (“Notas de cocina y vida”), los asuntos gastronómicos son centrales, sí, pero sólo en una lectura superficial. El libro habla de cocina, pero ésta es apenas una guarnición decorativa para abordar temas muchísimo más generales e importantes. Este libro tiene algo de memorias personales, algo de historia de España, algo de sociología, algo de filosofía política… y casi sin salir de los fogones. Ése era el desafío y ése ha sido su éxito, porque es un libro memorable. Y será también un libro duradero: a la clásica “verdura de las eras” Peyró opone aquí la era de las verduras…
Ignacio Peyró pertenece ya a esa curiosa estirpe de prosistas españoles que, sin escribir ficción (o, mejor dicho, sin destacar en absoluto en ese terreno), son sin embargo los mejores escritores de prosa de cada generación, imbatibles a la hora de ofrecer ensayos, o columnas, o reportajes, o necrológicas, o diarios, o semblanzas, o viajes… Es la estirpe magistral de Gómez de la Serna, de Eugenio d’Ors, de González Ruano, de Chaves Nogales, de Pla, de Umbral o de Trapiello. Y no exageramos en absoluto si afirmamos que los dos libros que ha publicado hasta hoy Ignacio Peyró (así como sus prólogos o artículos) están a la altura de esa nómina galáctica, y entenderemos que alguien lo dude, o que desconfíe, pero casi mejor, porque habrá pocas experiencias más gozosas que acudir a las librerías a comprobarlo. ¿De verdad no hay algo netamente nerudiano en decir que una naranja es un “resumen del sol” o “un golpe de luz”, o creer que en cierto vino blanco se agazapa “un tragaluz del paraíso”? Bienaventurados los que tienen hambre y sed de buena literatura, porque ellos accederán a libros como éste.
Los clásicos decían que quienes se atracan o se emborrachan no saben comer ni beber, pero la verdad es que lo que pide el cuerpo es abalanzarse sobre este banquete de palabras que nos ofrece Peyró y ponerse morado, tan rojo como sus cubiertas, antes de extraer algunas pocas conclusiones elementales, a saber: 1: la vida es un lugar fenomenal; 2: hay libros que consiguen expresarlo; 3: entre los jóvenes escritores españoles, muy pocos consiguen expresarlo con la gracia y la altura de Ignacio Peyró; 4: comemos para alimentarnos, por pura necesidad, pero también para disfrutar: exactamente lo mismo afirmamos sobre la lectura; y 5: somos gente bien educada, y sobre quienes prefieren la llamada “sidra achampanada” a la sidra natural, por el momento no diremos nada.

"Kentukis" de Samanta Schweblin

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Kentukis

Kentukis

Schweblin, Samanta

ISBN

978-84-397-3489-5

Editorial

LITERATURA RANDOM HOUSE

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¿Qué pasaría si en las tiendas de electrónica apareciesen unas mascotas con forma de animal y que a priori no sabemos cómo se comportan, pues no viene indicado en las instrucciones, aunque después se mueven de forma autónoma por nuestra casa y sus ojos son dos cámaras que lo registran todo? Al otro lado de esas cámaras hay otra persona, que ha comprado la licencia para manejar una de estas mascotas. Esto es raro, personas que hacen de mascota para otras personas…
Lo que más me ha interesado de esta novela es que parte de una ficción en principio fantasiosa y la convierte en algo verosímil. Asistimos a la cotidianeidad de diversos personajes inmersos en este fenómeno, a uno y otro lado de las cámaras, y vemos cómo su vida gira de forma inquietante hacia un nuevo lugar lleno de dudas. Establece un nuevo nivel de relaciones humanas donde los modos de comunicación han cambiado y, desde este nuevo paradigma, deja al lector con un buen puñado de interrogantes e inquietudes.
Un relato hilado de modo muy fino en el que la autora argentina Samanta Schweblin, una vez más, nos sitúa como espectadores ante una serie de cuestiones no resueltas que nosotros tendremos que descifrar, y quizás acabemos preguntándonos acerca de la sociedad en que vivimos, pero sobre todo preguntándonos acerca de nosotros mismos, acerca de nuestros deseos y carencias. ¿Qué nos está pasando a los humanos?
Javier Soler, Librería Entre Libros (Linares, Jaén)