Más libros de la semana de Literatura

"Guerra y trementina" de Stefan Hertmans

Avatar for Los Libreros Recomiendan Por    |

Guerra y trementina

Guerra y trementina

Hertmans, Stefan

ISBN

978-84-339-8009-0

Editorial

Editorial Anagrama

Mas información

Que las leyes del universo funcionen según ritmos cíclicos es una cosa realmente fenomenal, porque eso hace escatológicamente innegociable el eterno retorno de los veranos. Mientras haya espacio, en efecto, habrá por obligación un verano al año, y mientras haya vida utilizaremos los veranos para leer libros gordos, o para recuperar lecturas que quedaron un poco sepultadas, arrinconadas en su día por otros apremios. Y uno de los libros que, como si fuera por efecto del calor, ha ido escalando posiciones en la pila de libros por leer y ha emergido a la superficie en forma de lectura prioritaria, es esta Guerra y trementina, de Stefan Hertmans, traducida por Gonzalo Fernández Gómez.
Quienes leímos en 2009 su recopilación de ensayos El silencio de la tragedia sabíamos ya algo de la lucidez bienhumorada de este autor, uno de los más importantes y premiados en lengua neerlandesa, pero al parecer este libro de ahora ha sorprendido incluso en Bélgica a los lectores más familiarizados con esos otros registros de su obra que no han llegado hasta nosotros desde la lengua flamenca (su poesía, sus cuentos…). Hertmans se apunta a la moda del “relato real”, pero lo hace bien, ejecutando a través de la biografía parcial de su propio abuelo materno una narración que atraviesa Europa entre 1891 y 1981, y que, como bien dice el escritor, comprende de un modo casi literal dos universos diferentes, dos paisajes simbólicos irreconocibles de tan exageradamente disímiles. Pocos libros no estrictamente biográficos son tan claramente el libro de una vida, con la ventaja, para algunos lectores, de que nos movemos en el terreno de la no ficción, y que la vida que aquí se nos despliega fue real y muy significativa en cuanto testimonio de varios mundos distintos, desde la Gante casi todavía feudal de 1891 hasta el nuevo mundo de 1981, con su exploración espacial o su informática incipiente.
Érase una vez, en fin, un abuelo, que al final de su vida se puso a redactar sus memorias, y que, terminadas tras varios años y unos cuantos cientos de páginas, se las entrega poco antes de su muerte a su nieto cuando éste, inédito también todavía, apenas anda balbuceando sus primeros intentos literarios propios. Hasta ahí, la cosa es más o menos normal. Lo raro es que ese nieto, pese a su curiosidad omnívora y el amor hacia su abuelo, tarde más de treinta años en sentarse a leer ese testimonio (y que, al final, lo haga sólo porque se acerca el centenario de la Primera Guerra Mundial, excusa que, francamente, parece un poco estrafalaria, casi inverosímil, como si Hertmans necesitase a toda costa justificar de algún modo esa demora extrema, esa posible dejadez…: cualquiera hubiera leído esos dos cuadernos inmediatamente, para complacer al querido memorialista, o tras su muerte, para honrarlo). Y lo extraordinario, en otro orden de cosas, es que esa crónica, al parecer, se revele a su vez extraordinaria cuando el ya escritor profesional y consagrado se digna recorrerla. Decimos”al parecer” porque esas páginas nunca las llegamos a leer, ya que lo que ha hecho Hertmans no ha sido transcribirlas y envolverlas en sus propios comentarios sino en realidad reformularlas por completo, adaptarlas a su propia estructura y a sus conveniencias literarias, y el resultado no es un texto confuso lleno de costurones sino un libro portentoso, híbrido de muchas cosas, con dos protagonistas que compiten por la primera persona, con realidad cruda y vívida pero seguramente con su parte de ficción (y ya sabemos que todo lo que contiene una mínima gota de ficción se convierte en plenamente ficticio), con guerra y paz. Se supone que el corazón del relato es la narración de la Primera Guerra Mundial (con detalles menores de intendencia pero también con los previsibles retratos de la destrucción, la crueldad, esas cosas que muchos casi preferiríamos no leer pero leemos fascinados), narrada con implicación genuina y, todavía, con cierta motivación bélica que casi se agradece por auténtica (hay gente capaz de escribir de la guerra de un modo meloso, y eso es más inmoral que contar las cosas como son, con su brutalidad extrema y absurda, aunque debe de ser impactante leer cómo tu abuelo disparaba y remataba a alemanes, algo de lo que por supuesto nunca habló), pero en realidad las estampas del Gante finisecular, con su pobreza y sus casinos, sus fundiciones y sus lagos de fin de semana, sus fiestas religiosas y su fábrica de gelatina (y esa visita al dantesco y sangriento lugar es una clara premonición de lo que Urbain va a encontrarse en las trincheras), tienen casi más encanto e interés, y también en ellas tenemos la sensación de leer algo completamente nuevo, por claramente real, por verdadero.
Todas las vidas son distintas, y todas las vidas bien contadas inciden sin proponérselo en esa diferencia, en lo original, en lo insustituible, convirtiendo en literatura duradera lo que estuvo bien vivido, con verdad y atención, con apego indeliberado por esos detalles que de repente se hacen únicos. Fenómenos sobre los que tanto hemos leído como la degradación del enemigo o la imposibilidad de la rehabilitación social de quien ha luchado en los campos de batalla quedan aquí reflejados de un modo estupendo, por auténtico, pero quedan matizados por el amor a la pintura, por las particularidades del carácter de aquel hombre, tan bien diseccionadas, o por apuntes minúsculos que valen lo que todo un Imperio por su potencia significativa (“mi abuelo sólo vio desnuda a su mujer en una ocasión”, y por accidente…) y que ayudan a explicar siglos de vida. Es la gran lección de Tolstói (queridos historiadores, no os fijéis más en los reyes que en los campesinos, no paséis más tiempo en los parlamentos que en la tundra, descended a los detalles más diminutos o fracasaréis…), y no es raro que en este libro se cite a Sebald. La diferencia es que el viejo Urbain, ese viudo conservador, católico, amable y melómano que fue el abuelo de Stefan Hertmans, no hablaba de oídas.
(Post data: Hasta que no nos ha dado por citar a Tolstói en esta reseña no habíamos reparado en el de repente obvio homenaje al escritor ruso que late en el título de Guerra y trementina. Sí: es otra buena pista).

"Románov. Crónica de un final, 1917-1918. Memoria y correspondencia de una familia"

Avatar for Librería Zubieta-Troa Por    |

Románov: crónica de un final 1917-1918

Románov: crónica de un final 1917-1918

AA. VV.

ISBN

978-84-8393-240-7

Editorial

Páginas de espuma SL

Mas información

La Historia es esa gran señora que de vez en cuando tiene la capacidad de convertir momentos históricos en mito, en imaginería popular, en anécdotas, bellas o macabras, que se transmiten de generación en generación. Y si hay un país que durante siglos ha sido capaz de despertar la imaginación y la atracción de medio mundo por su grandiosidad, su autoritarismo oriental o la revolución mundial, por su increíble riqueza cultural, ése es sin duda Rusia: la gran Rusia zarista primero, la gran Rusia soviética después. Y este librero es uno de los enamorados de esa Rusia soñada, esa Rusia de cuento y épica, de atraso y progreso feroz.
Y buena parte de esa mítica historia de la Gran Madre Rusia viene protagonizada por la familia aristocrática de los Románov, que durante trescientos años dominaron la política rusa convertidos en los zares de todas las Rusias, no sólo geográficamente, sino por los vaivenes y las personalidades tan diversas de sus dirigentes, que van desde el gran reformador Pedro I, la deslumbrante Catalina la Grande, pasando por diversos emperadores, unos vencedores frente a Napoleón, otros tiranos y desequilibrados, pero que llevaron a Rusia a ser una gran potencia, para acabar con un final digno de su propia historia: violento, sangriento, triste y de repercusiones mundiales, porque ¡el zar Nicolás II y la familia imperial han sido asesinados por los soviets! Y la historia contemporánea europea saltaba por los aires, revolución mediante.
En pleno centenario de la trágica matanza, la exquisita y siempre valiente editorial Páginas de Espuma ha tenido la maravillosa idea de regalarnos una edición de lujo para adentrarnos en este momento histórico, pero en vez de lanzarnos una gran historia de Rusia o de la revolución, o una gran biografía de la familia imperial (como la de Los Románov de Montefiore en Crítica), o de la familia imperial (al modo de Las hermanas Románov de Rappaport en Taurus), el libro tiene el don de adentrarnos en la microhistoria, porque los textos “son el resultado de una selección entre las cartas, los telegramas, las notas de diario, las memorias, los testimonios y los documentos oficiales escritos por la misma familia, los personajes más allegados o los responsables del cautiverio”. Así, el libro se configura en una especie de relato epistolar, y el hilo narrativo lo van configurando los propios protagonistas. Sin épicas, sin aspavientos, sin los adornos que los historiadores o novelistas suelen imprimir. Historia pura y dura, pequeños hechos, palabras ciertas, es decir, la vida misma. Y el drama, que camina lento, en dos años de renuncias y encierros. El zar Nicolás II era un personaje tímido y doméstico, devoto y educado, pero aislado de la realidad rusa, que ya estaba inmersa en un periodo convulso de crisis política y económica, y que se vería agravado por el estallido de la Primera Guerra Mundial. Su mujer, Alejandra Fiodorovna, alemana, nieta de la reina Victoria de Inglaterra, reservada y poco dada a los cambios, no ayudó con su amistad con el famoso Rasputín, o trayendo a la familia la hemofilia, que tuvo al zarevich enfermo en su infancia. Las cuatro hijas (Olga, Tatiana, María y Anastasia) posiblemente fueron las más famosas, envidiadas y fotografiadas de la época, por su belleza y esplendor, apartadas del ruido, perdidas de la cruda realidad.
Todo esto lo iremos viendo en ellos por sus cartas, sus comentarios, plagados de jugosos detalles de lo cotidiano, de los paisajes, palacios y personajes que se pasean por sus líneas, ingenuos a veces, ajenos o inconscientes otras tantas de las consecuencias de los gritos de cambio, temerosos y aferrados siempre a sus domésticas rutinas familiares (trabajos en el jardín, paseos, juegos, enseñanza, misa y devoción), conscientes del momento que vivía Rusia, responsables de sus cargos, educados y con gran dignidad, pero sin saber dar respuesta a todo ello, salvo en ciertos gestos valientes y nobles, pero inútiles. El rodillo revolucionario se los llevó por delante, y sus testimonios dan fe de no saber todo lo que se les venía encima, ni a ellos ni a Rusia.
Por todo ello, esta lujosa edición en cartoné y mimada en cada aspecto, plagada de fotografías, de perfectas introducciones y acertadas notas, convierten este libro en un magnífico acontecimiento para los amantes de la Historia, pero no sólo de la rusa, sino para todos aquellos que quieran vivir los maremotos del devenir, del comprobar cómo todo es fugaz, de ángeles caídos y demonios entronizados, y al revés, de cómo lo cotidiano se puede convertir en infierno o el infierno en la patria de los proletarios del mundo. ¡Davai, Páginas de Espuma, enhorabuena, y gracias!
Adolfo López Chocarro, Librería Troa-Zubieta (San Sebastián / Donostia)

"Historia de Venecia" de John Julius Norwich

Avatar for Los Libreros Recomiendan Por    |

Historia de Venecia

Historia de Venecia

Norwich, John Julius

ISBN

978-84-16222-69-8

Editorial

Atico de los Libros

Mas información

En La otra Venecia, Predrag Matvejevic creía que “la mala reputación que habitualmente acompaña a los textos sobre Venecia se puede explicar de distintos modos. Casi todo el mundo que ha estado en ella y que tiene la más mínima relación con la literatura considera su deber anotar lo que ha descubierto”… Tenía razón, sin duda, pero era poco comprensivo: aunque la belleza inverosímil y como extraterrestre de Venecia, en efecto, más bien invita al silencio más profundo y modesto, es mucho pedir que los escritores se repriman ante, por ejemplo, la plaza de San Marcos, que según Dionisio Ridruejo era “el mayor espectáculo que los hombres hayan preparado jamás para sus ojos”.
Hemos leído cientos de libros sobre Venecia, de todo tipo (ensayos, viajes, poemas, novelas, diarios, o hasta el testimonio de un veneciano…), y algunos de nosotros hemos pasado tantas horas pasando páginas sobre esas calles y canales que es como si en parte habitásemos allí (algo que, no nos engañemos, tiene sus desventajas…), pero ningún libro, ningún plano, nos ha podido transportar a la Venecia de ayer y de hoy, a la Gran Venecia, con la fuerza, la nitidez y la erudición de este repaso histórico de John Julius Norwich, cuyo ‘zoom’ sobre la Serenissima es potentísimo.
La ficción es estupenda, sí, pero la realidad es simplemente maravillosa; la imaginación es una gran cosa, no diremos que no, pero la Historia es imbatible… Y la historia íntima de aquella ciudad imposible está a la altura de cualquier mito que sobre ella pudiera proyectarse. Desde que a alguien (claramente demente) se le ocurriera levantar todo aquello sobre unos cuantos miles de estacas de pino, roble y alerce (imitando lo que, con éxito, habían logrado antes en pequeñas comunidades de pescadores, y aunque después ciudades poderosas como Eraclea o Malamocco se hundieron…) hasta la turismofobia de hoy, pasando por el momento en que los bárbaros comprendieron que esos canales eran un buen atajo para llegar a Roma por el norte, o después la Cuarta Cruzada (esa que convirtió a Venecia en la ciudad dominante en el Mediterráneo), o finalmente, y antes de una “Decadencia” que ya quisieran muchos…, los siglos de inmenso esplendor político, económico y cultural (con la industria editorial revolucionando el libro, la comunidad de maestros pintores recreando y mejorando un mundo que el veneciano Marco Polo, muy apoyado, se lanzó a recorrer hasta sus confines…), la historia de esa ciudad de agua y cielo es espectacular. Los relatos de piratas, de amores y hasta de magos que Venecia también ha albergado no hacen sino añadir algo de azúcar novelesco a una historia general que es fascinante y parece fantástica desde su misma concepción: si casi cualquier historia parcial contada con pasión resulta apasionante, la historia de Venecia tiene, naturalmente, muchos más alicientes, y ha encontrado en Norwich (fallecido el pasado mes de junio, muy poco después de la publicación en España de este libro que comentamos) a su cronista perfecto, entregado, enamorado, sagaz. Si el siglo XX español ha sido, fundamentalmente, explicado por los ingleses, habrá que decir lo mismo de Venecia gracias sólo a este volumen aglutinador, exhaustivo, magníficamente escrito y majestuoso por muchos motivos: por lo que retrata y por cómo lo hace, por su fervor ante el fulgor, por su amor hacia toda esa grandeza que, sí, se está sumergiendo un par de centímetros al año…

"Río revuelto", de Joan Didion

Avatar for Librería La Buena Vida - Cafe del Libro Por    |

Río revuelto

Río revuelto

Didion Dunne, Joan

ISBN

978-84-946425-9-3

Editorial

Gatopardo Ediciones

Mas información

Al igual que muchos lectores, llegué a Joan Didion con El año del pensamiento mágico, un libro de memorias que narra la pérdida de John Gregory Dunne, escritor y pareja de la autora. Dunne, de raíces irlandesas, provenía de una familia adinerada, y junto a la periodista, hija de unos inmigrantes en busca del sueño americano, crearon un universo en el que la literatura era el pilar sobre el que giraban sus vidas.
Con Noches azules quedé compungido. En ella Didion narra cómo fue vivir la muerte de Quintana, hija única y adoptada por la pareja, cuyo nombre hace referencia a la ciudad mexicana favorita de ambos. El texto es doloroso a la vez que bello, como uno de esos cuadros que al contemplarlos colapsa el entendimiento.
En Noches azules se puede apreciar la fragilidad y la entereza de Joan Didion, el amor materno, la dificultad de encajar la pérdida, la soledad impuesta. De nuevo surge la literatura. Y de nuevo es insuficiente para retener la vida de los seres queridos. Y de nuevo la escritura es terapia para interiorizar, racionalizar y compartir la experiencia.
Como periodista, Didion estuvo ligada al Nuevo Periodismo, término acuñado por el recién fallecido Tom Wolfe. Fue ahí, con las técnicas de la narrativa aplicadas a la no ficción, donde Didion se fraguó su prestigio como cronista. El ángulo en el que colocó su mirada le permitió colarse en las cabeceras más prestigiosas de Estados Unidos. Los que sueñan el sueño dorado recoge parte de este trabajo.
Hace pocos meses Gatopardo editó Río revuelto, su primera novela, que junto al documental Joan Didion: el centro cederá, vuelve a poner a la escritora de Sacramento en la mesa de novedades de las librerías.
Fueron siete años y el rechazo de doce editoriales lo que tardó Río revuelto en ver la luz. Didion trabajaba en Vogue durante el día. Y por las noches, frente a la máquina de escribir, daba forma a los McClellan, los protagonistas de esta novela, una familia californiana con menos virtudes que flaquezas.
Río revuelto se desarrolla en un periodo de más de treinta años. En ese espacio temporal, la escritora despliega sus habilidades incipientes de narradora y plantea esta historia con Lily como centro gravitatorio. La pasión, las convenciones sociales, el fin del amor, la familia, el vacío existencial son algunos de los motivos que se van acumulando en sus más de trescientas páginas.
La voz narradora, dotada de gran fuerza psicológica, engarza uno a uno a sus personajes, hasta dar forma a esta novela con ecos de Fitzgerald, sostenida en largas noches de alcohol a los pies del porche de un rancho, mientras California se está transformando, bajo un ambiente que de caluroso acaba en decadente, y que confirma que la ficción del sueño americano es una ecuación que siempre está por resolver.
Si bien Río revuelto no quedará entre los títulos imprescindibles de la Gran Novela Americana, Joan Didion demuestra sus buenas dotes como narradora de largo aliento, además de dejar claro que es una gran conocedora del espíritu de su época. En la plasticidad del texto laten ya su sensibilidad y su agudeza. Didion ya era Didion en su primera novela.
David García Martín, La Buena Vida. Café del Libro (Madrid)

"La larga carretera de arena", de Pier Paolo Pasolini

Avatar for Los Libreros Recomiendan Por    |

La larga carretera de arena

La larga carretera de arena

Pier Paolo Pasolini

ISBN

978-84-16529-64-3

Editorial

Gallo Nero Ediciones

Mas información

A sus treinta y siete años, cuando aún no había dirigido ninguna película pero ya se las había visto en más de una ocasión con la Justicia italiana, Pier Paolo Pasolini recibió el encargo de recorrer las playas italianas y escribir un reportaje en tres entregas para la revista Successo. Era el verano de 1959 y todo ardía: “la playa está en la plaza. Las puertas de las casas y los cafés dan a la escasa arena, y, sobre la escasa arena, se esparce la multitud de los grandes días de verano. Una feria estupenda, de rojo, azul y verde, en la que los jóvenes, los niños, las madres, los marineros, la pobre gente, se amontona festiva entre gritos, risas y juegos”.
Pasolini es más poeta en su prosa o en su cine que en su poesía (donde tendía a una amplificación excesiva, a cierta grandilocuencia), y en La larga carretera de arena lo demuestra cada pocas líneas de un modo destellante. Todo es cotidiano y todo le sorprende, y hasta lo vulgar le resulta extraordinario, revelador, digno de exaltación. Según él mismo dice, le “arrastra un gozo tal por ver que es casi como si estuviera ciego”, y el resultado, más que un reportaje de las playas italianas, es una improvisada apología del verano, pura celebración de todo lo que vive.
Ya hay algo gozoso e irresistible simplemente en algunos topónimos –Castellammare, Tarento, Pescara, Cattolica, Chioggia…–, míseros y calcinados (dado que por esos días hasta “el sol arde”), pero Pasolini aporta además su mirada ante los paisajes y junto a las gentes, convencido de que “la curiosidad siempre es más fuerte que la prudencia”: hay una bañista holandesa “bella como un pequeño ciprés”, alemanes “rubios como mazorcas”, “piernas desenvainadas como un par de dagas”, en Nápoles le invade “una peste a pescado que parte el corazón”… Aunque permanece pocas horas en cada lugar (o, directamente, pasa de largo), el viajero no deja de anotar alguna pequeña impresión, una pincelada, un juicio o un prejuicio. Esta edición de Gallo Nero, traducida por David Paradela López, presenta sangrados los fragmentos que no se publicaron en Successo y, aunque no se explican los motivos de esas omisiones, en muchos casos es fácil intuirlos. Sí se dio luz verde, sin embargo, a un fragmento que, al circular, ofendió a las gentes de Cutro (retratado como “el pueblo de los bandidos”), y se reproduce como apéndice la carta que Pasolini escribió en respuesta a esa reacción (y en la que sus explicaciones y disculpas, probablemente, multiplicarían el sentimiento de ofensa, algo muy pasoliniano).
Aunque “el demonio del viaje me empuja hacia el sur”, desde Roma a Sicilia bordeando el Mediterráneo, Pasolini culminó su recorrido subiendo por la costa adriática hasta Venecia y Trieste, lugares bien conocidos por él, playas de su infancia, y así remató un viaje y una crónica que, leídos ahora como libro, constituyen un retrato parcial y un tanto arbitrario, pero también nítido, hiperpoético e hipervital, de las orillas de una Italia que, para bien o para mal, ya era neorrealista. Nosotros hemos leído este libro con los pies metidos en el agua, bajo todo el sol del mundo, rebozados en arena, con los ojos borrosos por la sal… pero no es el único modo de recorrerlo, y podrá ser también un consuelo en el invierno, o acaso un sucedáneo leído tierra adentro. Sea como sea, la lectura de este libro supone un jolgorio elemental, algo un tanto primitivo, pues es una defensa de la vida en estado puro, del dejarse llevar, de la improvisación estratégica y de la indolencia atenta, de la pereza vigilante, del placer trabajador. Un libro perfecto para el verano, entendiendo que el verano lo es todo, que siempre es verano, y que la vida, aparte de una estirada carretera flanqueada por playas, es un largo y refulgente mes de agosto en el que sumergirse a conciencia, pero también un poco inconscientes.

"Los perros duros no bailan", de Arturo Pérez-Reverte

Avatar for Librería Castillón Por    |

Los perros duros no bailan

Los perros duros no bailan

Pérez-Reverte, Arturo

ISBN

978-84-204-3269-4

Editorial

ALFAGUARA

Mas información

Hay libros de los que es difícil hablar. Hay libros que recordamos después de un tiempo de haberlos leído. Hay libros provocadores.
Pérez-Reverte regresa a su estado más puro para rendir homenaje a una de sus pasiones, los perros. Me ha recordado mucho a su Territorio comanche (convertida en lectura recomendada en muchos institutos), por aquello que se lee en ella de que en la guerra las víctimas principales, las únicas realmente inocentes, son los niños y los animales.
Una novela corta y magistral donde los personajes son perros, como en un nuevo coloquio cervantino. Animales de todos los estratos sociales (callejeros, guardianes, de pelea, residentes en mansiones de buenas familias…) pero todos ponen de manifiesto el valor de la amistad, la lealtad y el compañerismo. Son capaces de darlo todo por sus amigos.
Conoceremos los lugares donde acuden los perros cuando se escabullen del control de sus dueños, viajaremos a los ambientes más sórdidos donde los animales se convierten en carnaza, en un simple objeto económico, víctimas de las apuestas.
Entre la crítica social y el amor por los perros, un siempre polémico Arturo Pérez-Reverte, no nos deja indiferentes. Debemos tomar partido, yo me he convertido en un fan de Negro.
Víctor Castillón, Librería Castillón (Barbastro, Huesca)

"Recuerdos durmientes", de Patrick Modiano

Avatar for Librería Canaima Por    |

Recuerdos durmientes

Recuerdos durmientes

Modiano, Patrick

ISBN

978-84-339-8012-0

Editorial

Editorial Anagrama

Mas información

Entre los siete mil millones de seres humanos que aproximadamente, según Naciones Unidas, habitan hoy este contradictorio planeta nuestro, sólo uno es capaz de escribir los libros de Patrick Modiano, y ésa es una impresión menos obvia o boba de lo que pudiera parecer en un primer momento, pues lo que queremos decir es que los libros de Modiano parecen sencillos, a veces superficiales, hechos con nada… y sin embargo nadie sabría imitarlos con éxito. Sus prestigiosas narraciones son leves, sí, pero también indagadoras, son directas pero también extrañamente poéticas, están escritas con una prosa casi impersonal que, sin embargo, esconde claramente galerías ocultas y se nos presentan de forma directa pero rebosantes de misterios más o menos declarados. Casi todos sus libros son, al cabo, relatos de fantasmas, y remiten a un pasado, invariablemente parisino, con tantos enigmas como los pasillos de las pirámides del Valle de los Reyes, en ese Egipto que también fue francés.
“A veces, me gustaría dar marcha atrás y volver a vivir todos esos años mejor de lo que los viví”, leímos en Un pedigrí, la primera novela de Modiano que publicó Anagrama, y eso es algo en lo que se insiste por extenso ahora y que en realidad se ha ido insinuando a lo largo de esa línea novelística de Modiano que ensaya una particularísima autoficción, y en la que parece querer espantar espectros personales, saldar cuentas pendientes consigo mismo, atar cabos sueltos. Hay otra veta en su obra que es más histórica, y, aunque afectó a personas tan cercanas como sus padres, habla más bien de los años de la Ocupación alemana o incluso de antes, de modo que las novelas de esa vertiente exploran situaciones o retratan personajes no con la memoria sino con la reconstrucción histórica o, más frecuentemente, con la imaginación literaria, completando con la ficción lo que los documentos (o, mejor, su ausencia) callarán o disfrazarán por siempre. “Nadie se acuerda de nada”, se leía en Dora Bruder (acaso, en general, la novela más perfecta de Modiano), pero aquí está la literatura para desquitarnos un poco.
Recuerdos durmientes (que se publica simultáneamente a la obra teatral Nuestros comienzos en la vida y a Lacombe Lucien, un guión de cine escrito junto a Louis Malle, todo traducido por María Teresa Gallego Urrutia) es una novela que comienza de un modo amable y va derivando hacia confidencias valientes, por serias. No vamos a desvelar nada, pero Modiano (o su trasunto literario) despacha en este libro lo que, técnicamente, pudo ser complicidad en un asesinato de 1965, y aunque la participación del narrador (o del personaje) fue puramente conjetural, y por supuesto a posteriori, “sin comerlo ni beberlo”, las consecuencias o los riesgos son suficientes como para que el Premio Nobel de 2014 todavía escriba sobre ello con cautela (o, hábilmente, lo finja). Los personajes, en un apunte genial, “hablan con puntos suspensivos” sobre el ¿accidente?, o se habla de ciudadanos que van “andando al lado de su vida”… Sin humor, pero con tino, con finura, con elegancia inimitable, Modiano nos cuenta que “durante mucho tiempo estuve convencido de que los encuentros de verdad sólo podían tener lugar en la calle”, y sus novelas son un monumento a esa certeza. Callejeras y epifánicas, cotidianas pero inextricables, urbanas pero secretamente salvajes, las narraciones de Modiano funcionan ya como un plano literario de París que pudiera superponerse al París real, a escala 1/1 pero mejorándolo, embelleciéndolo o, por lo menos, haciéndolo más interesante, más seductor, más mágico.
Librería Canaima (Las Palmas de Gran Canaria)

"Benarés, India", de Jesús Aguado

Avatar for Los Libreros Recomiendan Por    |

Benarés, India

Benarés, India

Aguado, Jesús

ISBN

978-84-17143-39-8

Editorial

Editorial Pre-Textos

Mas información

La verdad es que, bien pensado, eso de ser poeta e irse a vivir a la India es un poco hacer trampa. Y no sólo por el extra de inspiración, amplitud mental y serenidad que ese país, al menos en nuestros prejuicios, ofrece, sino por eso que el propio Jesús Aguado explica en este curioso diario de que en la India tienen un respeto casi supersticioso por los poetas, y si demuestras que lo eres tienes poco menos que inmunidad diplomática desde que te apeas del avión. Estamos exagerando, sí, pero no demasiado: Aguado, según cuenta él mismo, se movía por los pasillos indios con el único libro de poemas suyo en el que aparece su retrato en la solapa, y eso le abrió puertas o le agilizó trámites. “Un poeta siempre es bien recibido en la India”, le decían, y así él podía acceder más rápidamente a sus abluciones civiles o a las gestiones del alma.
Ésa era la parte buena de las estancias en Benarés que recuerda para nosotros en este libro el magnífico poeta malagueño, y la mala eran los mosquitos, el calor, el caos del tráfico, algunas discusiones entre gritos (pues son budistas, sí, pero también humanos). Lo espiritual se une a la calamidad en unas páginas en las que Aguado no incurre en el misticismo postizo y superficial precisamente porque su atracción por las culturas orientales no es eso que ahora se llama “postureo”, sino verdadero trabajo interior, y por otra parte la suya es una erudición realmente generosa, esto es, que no abruma ni fatiga al lector con excesivos datos, sino que lo hechiza y entretiene con algunas pocas cosas que sugieren una inmensidad, un mundo rico, enigmático y sabio al que entregar parte de la vida, y en el que no da miedo morir.
Lo que aquí se cuenta son dos largas estancias en Benarés separadas por varios años, más varias visitas breves, pero nunca queda muy clara la cronología, y se diría de hecho que las dos estancias prolongadas se superponen y se solapan y hasta se confunden, como si la estructura del libro quisiera compartir y hacer suya esa abolición del tiempo que, al parecer, se da en las filosofías del Indostán. Da un poco igual cuándo sucedieron las cosas, parece insinuarse: el caso es que sucedieron y dejaron su poso, su enseñanza, su mensaje, aunque a veces se tarde lustros en estar preparado para descifrarlo y entenderlo. Así sucede, por ejemplo, en el mejor pasaje del libro, cuando Aguado cuenta cómo reconoció en un conductor de carros hindú la misma camiseta verde que, por viejísima y raída hasta el extremo, Aguado había desechado y tirado a la basura con pena quince años atrás: si esa historia es inventada, es una gran idea literaria; si es real, entonces casi estamos hablando de un milagro, una de esas cosas que sólo suceden lejos.
Pero hay mucho más: es sublime y reconocible el endecasílabo con el que Aguado, aliviado, da por terminada una relación amorosa tóxica: “¡Qué hermosos son los búfalos sin ti!”, y en los epílogos al libro recorremos el Ganges en una barquita o visitamos la librería más singular y estrafalaria del planeta. Nosotros, como libreros, hemos de destacar este pasaje, pero sin desvelarlo: esas horas en la librería Motilal, donde una cobra blanca puede perfectamente aparecer y saludarte con la lengua si sacas de las estanterías algún volumen, o donde la gente se queda a dormir entre cucarachas y ratones (que, estando en Benarés, pueden ser parientes cercanos), o donde el librero, al vender un libro, lo estrella contra el suelo de plano para librarlo del polvo acumulado en décadas… son impagables, y ponen una de sus tres guindas epilogales a un libro realmente particular, diferente, dueño de un extraño equilibrio y una armonía inexplicable entre tanto salto temporal, tanto cambio de tema, tanto poema (bueno) interpolado, tantas horas muertas (pero no vacías) de meditación. Un cuaderno tan sencillo casi como su título, pero también complejo, estratégicamente misterioso, naturalmente raro.