Más libros de la semana de Literatura

“Las órdenes”, de Pilar Adón

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Las órdenes

Las órdenes

Adón, Pilar

ISBN

978-84-946544-9-7

Editorial

La Bella Varsovia

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La poesía nace siempre de una insatisfacción, o por lo menos de una carencia, de algo que no está completo, que no está completamente hecho o que tal vez hay que rehacer. Incluso en los casos en los que nace de la plenitud, de la gratitud, de la conformidad…, se trata de plenitudes, gratitudes y conformidades que necesitan ser expresadas, necesitan ser dichas y compartidas, necesitan salir. La realidad no es sólo lo que existe, y si la poesía importa es porque probablemente es la zona de la realidad donde más claramente nos es dada la posibilidad de renacer, de que las cosas sean de otra manera. “Cuando sea mayor / voy a tener seis años”, escribió alguien, y es en la realidad paralela de la poesía donde eso es posible. En el último poema del nuevo libro de Pilar Adón, Las órdenes, ese fenómeno vuelve a quedar explícito, y aunque probablemente se esté poniendo por escrito más una frustración que un proyecto o un propósito (“la próxima vez estudiaré alemán, / la próxima vez seré más fuerte, / la próxima vez / naceré en Viena”…), hay algo de esa suplantación, de esa impostura ideal, de esa rectificación de lo vivido. Gracias a los versos la reencarnación no es futura, sino que se hace un poco presente, aunque sea provisional.
Con ese poema se remata un libro en tres secciones en el que, más que nunca en la poesía de la autora madrileña, brillan los poemas hiperbreves (“Eso espiritual que ves en mí es miedo”; “Sólo quien tiene el amor / lo cree prescindible”; “Es una pulsión: un hombre encuentra agua / y tira una piedra”…) y en el que se llega bastante lejos en el asunto de la indagación en una misma, los ascendientes, lo corporal y lo psicológico. A quienes hayan ido leyendo las narraciones de la autora (como la magnífica novela Las efímeras o los cuentos de La vida sumergida –reseñados para ‘Los Libreros Recomiendan’ por la Librería de Mujeres de Canarias–) no les extrañarán los temas de este libro, su vocación orgánica, pero ahora se abordan, en principio, en primera persona. En ese sentido Pilar Adón es muy valiente, y no lo decimos tanto por la osadía en lo confesional como porque no parece importarle ser malinterpretada: ese poema de “¿Quién me va a cuidar cuando sea vieja?…” podría ser leído como un ejemplo de hasta qué punto puede la autocompasión ser llevada al paroxismo, y sin embargo nosotros vemos en él más humor (esos osos de gominola marca Haribo cumplen su función en el poema…), aunque “humor” nunca es la palabra exacta al hablar de Adón, y más bien habría que hablar de juego, o de proyección, pues, al igual que en otro poema añora cosas de “mi yo joven”, en ése fantasea con su improbable yo anciana. Hay otro poema que comienza “No queremos ser madres…” (casi todos los textos van intitulados) que podría ser leído como una exaltación del egoísmo o incluso de la inmadurez, pero es más perspicaz ver en él, en todo caso, cierto “peterpanismo”, o simple pero radical necesidad de independencia, de auto-protección, de que las cosas buenas no cambien, se preserven…
Sea como sea, en Las órdenes hay ante todo verdad, algo que se percibe especialmente en los poemas familiares (el de la casa de la abuela, el de las conversaciones telefónicas con la madre, los del padre convaleciente…), pero no tanto en lo que se refiere a sentimientos o personas como a los detalles más menudos, o a veces al simple lenguaje: cuando Pilar Adón escribe, por ejemplo, “aceite”, ese “aceite” es aceite, no literatura. Y eso, en un contexto de creciente hiperliteraturización de la poesía, es cada vez es más raro y más necesario. Y hay muchos lectores que lo buscamos.

Juan Marqués, ‘Las Librerías Recomiendan

"Días sin final", de Sebastian Barry

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Días sin final (AdN)

Días sin final (AdN)

Barry, Sebastian

ISBN

978-84-9181-023-0

Editorial

Alianza Editorial

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Lo ha dicho inmejorablemente Robert Gottlieb en su reciente reseña en The New York Review of Books de la edición norteamericana de esta novela: “Las novelas de Barry nos dan vidas antes que argumentos, y ahí precisamente radica su fuerza”. Las novelas de Sebastian Barry, como suele ocurrir a muchos autores extranjeros en España, han ido saltando de catálogo en catálogo: la primera en la antigua Lumen, dos en la extinta La Otra Orilla y otras dos más, las anteriores a ésta, en Alba hasta alistarse con Días sin final en las filas de Alianza (regimiento AdN). Sin haber leído estas otras, dudamos si esta novela, traducida al español por Susana de la Higuera, hay que leerla de forma exenta del conjunto de su narrativa o nos invita de forma poderosa a sumergirnos en su obra.
Sea como sea, la voz embriagadora de Thomas McNulty nos guía, sorteando peligros y muertes casi seguras, por diversas vicisitudes enmarcadas en las guerras indias y la Guerra de Secesión de los Estados Unidos. Su amor por John Cole y más tarde el de ambos por Winona, una niña sioux a la que adoptan, acaba sirviéndoles de escudo protector frente a las penurias, cuando la muerte (por bala, flecha, hambruna o enfermedad) les anda rondando a cada poco, y haciendo que el lector se sienta hondamente concernido por estas tres vidas y haga votos por su supervivencia. Aunque el relato de McNulty parezca sobrevolar por encima de las circunstancias históricas, no deja de retratar las aperreadas vidas de las gentes (los famélicos indios, los mal pagados soldados), como tampoco de describir con acentuado lirismo los despejados paisajes o incluso los combates. Hay un aire inconfundible de esperanza, de alegría, en todo lo que se nos cuenta. Por eso es imposible no dejarse atrapar por la voz del narrador desde la primera línea y caminar con él y abrir los ojos cada amanecer a la eterna novedad del mundo. No importa que sea una novela gay o del Oeste o histórica o todo eso junto porque Días sin final es una novela con mayúsculas.
Librería Rafael Alberti (Madrid)

“Cómo llegamos a la final de Wembley”, de J.L. Carr

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Cómo llegamos a la final de Wembley

Cómo llegamos a la final de Wembley

Carr, Joseph Lloyd

ISBN

978-84-9066-480-3

Editorial

Tusquets Editores

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El corazón de todos los lectores que hace catorce años se emocionaron con la traducción al castellano de Un mes en el campo, de James Lloyd Carr, se ha tenido que volver a encender al ver en las librerías españolas, por fin, un nuevo libro de su autor. Si no es así, es que nunca hubo corazón, sino, como diría el propio Carr, una bola de fibra sin calor, una bolsa de plástico vacía…
Un personaje de aquella narración sencillísima y extraordinaria (escrita por Carr en 1980) afirmaba que “cualquiera puede hacer cualquier cosa si se lo propone” (p. 69), y eso es lo que se cuenta en Cómo llegamos a la final de Wembley, publicada en 1975 (y cuyo título original llega aún más lejos a la hora de destripar el final desde el principio: How Steeple Sinderby Wanderers Won the FA Cup). El equipo del título es, por supuesto, una modestísima escuadra rural de tercera fila en la que de repente confluyen un montón de entrenadores, jugadores y hasta animadoras que “estaban en el lugar adecuado en el momento oportuno”, consiguiendo así una insólita hazaña deportiva a la vez que su inventor obtenía una de las gestas literarias más divertidas e irresistibles que hemos leído últimamente, tan simpática y deliciosa como la fotografía que los editores de Tusquets han elegido para la cubierta.
Como sucedería un lustro después con la Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez, desde el título y las primeras líneas ya se cuenta el memorable final, de modo que aquí no hay intriga pero sí muchas sorpresas, un reportaje fenomenal y enternecedor, una lectura ligera sobre un suceso sublime, pero escrita en todo momento con ese hondo humor inglés, esa lealtad hacia la vida, ese tono literario británico que es de allí y sólo de allí, intransferible, inimitable, y al que todo buen lector necesita regresar con cierta frecuencia para oxigenarse. Hay en todo ello algo aparentemente ingenuo, sí, pero es que resulta que “ingenuo” es un anagrama de “genuino”, y sin esa veta amable y campestre de la escritura inglesa la historia de la literatura universal sería como una bicicleta con una sola rueda, algo que, sencillamente, no hubiera podido avanzar.
Hay una extraña y reconfortante verdad latiendo dentro de esta epopeya, que es toda una exaltación de la extravagancia y de lo imprevisible, por muy avisado que esté lo que va a suceder (pero es que lo que importa no son los partidos, sino todo lo que ocurre a su alrededor o a raíz de ellos). La novela, traducida al español por Puerto Barruetabeña, se nos presenta en dos partes: en la primera se nos familiariza con el espacio y el ‘modus vivendi’ del pequeño lugar (donde hablar de “campo” de fútbol no tiene nada de metafórico) y, sobre todo, va desfilando el maravilloso casting (un repartidor de leche convertido en imbatible guardameta; un viejo delantero del Aston Villa retirado que de repente necesita volver a las canchas por una conversión religiosa; un párroco mucho más hábil a la hora de lanzar saques de esquina que a la de salvar almas…), y en la segunda se van sucediendo las crónicas de los partidos, eliminatoria tras eliminatoria, cada vez más difícil y más lejos y más loco… No diremos más. Sólo que, por tristes o enfadados que estemos, por mucho que llueva allá fuera, por mucho que el mundo nos maltrate o no sobrecargue… es imposible leer estas doscientas páginas sin una sonrisa constante, cómplice, feliz, o sin emocionarse en sus últimos coletazos, después de encandilarnos, y divertirnos, y conmovernos…: otra gran victoria.

Juan Marqués, ‘Las Librerías Recomiendan

"Qué vas a hacer con el resto de tu vida", de Laura Ferrero

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Qué vas a hacer con el resto de tu vida

Qué vas a hacer con el resto de tu vida

Ferrero, Laura

ISBN

978-84-204-1960-2

Editorial

ALFAGUARA

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Conocí a Laura Ferrero hace unos meses, cuando inesperadamente cayó en mis manos el libro de relatos Piscinas vacías. Gocé tanto con cada uno de sus cuentos que no pude sino interesarme por su novela, esta historia que me parece brillante de principio a fin por lograr conmover con cosas muy sustanciales como el afecto hacia los padres, la despedida de un amor, lo complejo de las relaciones humanas y la guerra interior con uno mismo.
La historia comienza hablando de su familia, compuesta de padre, madre y hermano, y que la autora describe metafóricamente como islas encerradas en otra isla más grande. La protagonista narra la historia familiar desde su niñez, contando la difícil situación familiar que vivió en sus años de juventud debido al abandono del hogar por parte de la madre, cuya historia es la que va a ir marcando el ritmo, ya que se convierte en el foco de todas las calamidades que ocurren en el entorno familiar, tanto por parte del padre, que siempre tiene la esperanza de que ella volverá en algún momento, como del hermano, que nunca superó esta pérdida, o la misma protagonista, que es capaz de dejar todo para llegar a Nueva York y encontrar respuestas a esta situación tormentosa en Gael, el hombre por el que su madre fue capaz de abandonar a sus hijos y su esposo.
La historia es cautivadora desde el principio, no tanto por el relato en sí como por la forma de explicar esos cuatro mundos que forman una familia, cómo piensan, cómo se ven entre ellos, cómo descubren los secretos más oscuros de su propia historia, cómo viven la dependencia y la pérdida de un familiar, cómo muestran su afecto a los demás, o en definitiva, cómo es vivir.
Nos  gustan los libros con voz propia, que conmuevan y que hagan reflexionar y, sin duda, Laura Ferrero supera esto con creces, por su voz, por su estilo y por sus sobresaltos emocionales.
Rocío Minaya, Popular Libros (Albacete)

"Mis libros. Ensayos sobre lectura y escritura" de Arthur Conan Doyle

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Mis libros

Mis libros

Conan Doyle, Arthur

ISBN

978-84-8393-223-0

Editorial

Páginas de espuma SL

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Resulta que una vez cenaron juntos Oscar Wilde y Arthur Conan Doyle, y su conversación, entre un enjambre de editores y directores de revistas, debió de ser memorable. En algún momento alguien se preguntó cómo serían las guerras del futuro, y Wilde, con su legendaria rapidez (y con no poco acierto), afirmó que “Un químico de cada bando se acercará a la frontera con una botella”. Pero lo que sí sabíamos es que a Wilde le gustaba brillar solo, y es entonces cuando brilla sir Arthur, al explicarlo con elegancia y dureza indirecta: “Su comportamiento y sus opiniones eran exquisitos, pese a que el monologuista, por mucho que sea su ingenio, en el fondo nunca puede ser un caballero”.
“Está bien decir que alguien es inteligente, pero el lector quiere ejemplos de ello”, afirma Arthur Conan Doyle, y el lector encontrará en esta recopilación de ensayos, entrevistas, artículos y hasta cartas al director un verdadero banquete, tanto para los irremediablemente adictos a sir Arthur como para los recién llegados, tanto para los iniciados como para los candidatos a incorporarse a esta cofradía de la felicidad. Los primeros ya saben que el escocés nunca falla, que es una lectura gozosa segura; los segundos podrán comprobarlo mientras recorren estos textos dispersos en los que el escocés reflexiona sobre sus lecturas favoritas o, aún más interesante, repasa su propia trayectoria, todos traducidos por Jon Bilbao (de quien hace pocas semanas reseñamos su novela El silencio y los crujidos). Su admiración por Macaulay, sus agudas objeciones a Johnson y Boswell (“desde el mismísimo momento en que se conocieron, Johnson estaba destinado a ejercer un dominio absoluto sobre el otro, lo que hacía la crítica imparcial tan difícil como entre un padre y un hijo”), su incondicionalidad ante George Borrow o su afecto a contemporáneos suyos como Poe, Hawthorne, Kipling y Stevenson quedan maravillosamente explicados aquí, entre una buena batería de juicios generales estupendos y muy reveladores: “Me temo que para ser escritor hay que nacer escritor”, “Alguien estrecho de miras nunca hará nada bueno en el campo de la literatura”, “El exceso de alabanzas puede acabar con una persona, que dejará de esforzarse por hacerlo mejor”, “Ni la más fértil de las imaginaciones puede inventar nada más maravilloso y estremecedor que la verdadera Historia”…
No nos extraña que, como lector, afirme que “no hay casi nada que no me interese”, pero sí es más sorprendente descubrir también a un Doyle bibliofilo, apegado a los propios volúmenes, y eso sucede en “Más allá de la puerta mágica”, el texto más extenso de la recopilación, en el que Doyle nos franquea el paso a su biblioteca: “Leer  se ha vuelto demasiado fácil hoy en día, con ediciones en papel barato y bibliotecas gratuitas. Lo que se consigue sin esfuerzo no se aprecia en todo su valor […] Un libro debería ser tuyo antes de poder saborearlo, y a menos que te haya costado trabajo hacerte con él, nunca disfrutarás del verdadero orgullo de poseerlo”.
Con serenidad (pero con la ambición nítidamente lesionada), Doyle explica con mayor claridad que nunca su aversión hacia su más célebre criatura: “Al final todo recibe el reconocimiento que se merece, pero creo que si nunca hubiera creado a Holmes, que emborronó otros trabajos superiores, mi posición literaria en la actualidad sería más alta”, opinión que en otro lugar desarrolló de un modo más razonado, aunque discutible al atribuir tan poca trascendencia a las maravillosas historias de su personaje: “Las buenas obras literarias son las que hacen que, tras haberlas leído, el lector sea alguien mejor. Pero nadie puede mejorar -en el sentido elevado al que me refiero- por leer a Sherlock Holmes, aunque puede haber disfrutado de una hora agradable al hacerlo. No era mi intención hacer una obra mayor, y ninguna historia de detectives podrá serlo nunca; todo lo relacionado con temas criminales no es más que una forma barata de despertar el interés del lector”.
Quienes podemos decir de Doyle lo mismo que él decía sobre los autores citados (y sobre Walter Scott, y sobre Samuel Pepys, y sobre Coleridge, y sobre…) hallamos en esta colección de ensayos una verdadera ventana abierta al estudio del autor, pero también a su psicología, a una intimidad que pocas veces dejó revelarse explícitamente. Es un libro realmente iluminador e importante, lleno de joyas, lleno de inteligencia, lleno de amor activo por la literatura, vista sobre todo desde el lado del escritor, un escritor que se esforzó por serlo y que, al cabo, está en el Parnaso como uno de los más grandes.
(Post data, puramente anecdótica y probablemente irrelevante, aunque yo creo que no: hacía muchos años que, leyendo absorto en el metro, no me pasaba de parada. Con este libro ha vuelto a sucederme.)
 

"Caricaturas de grandes creadores: músicos clásicos", de Pablo Morales de los Ríos

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Caricaturas de grandes creadores: Músicos clásicos

Caricaturas de grandes creadores: Músicos clásicos

Morales de los Ríos, Pablo

ISBN

978-84-17236-40-3

Editorial

Libros.com

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Delicioso libro que compone un magnífico compendio de caricaturas de las principales figuras de la historia de la música occidental. Es también una reivindicación de la caricatura como medio artístico, poderosamente visual, capaz de captar en unas pinceladas las principales características de la psicología y el entorno del personaje, todo ello aderezado con un toque de humor. Quizá por eso se trata de un género algo denostado o considerado de segunda categoría pero que aquí resulta un regalo visual para los amantes de la música clásica y de la caricatura en general. El autor ha seguido un orden cronológico a la hora de organizar el material y cada caricatura va acompañada de unas breves notas que explican la contribución más importante del compositor a la historia musical de Occidente, así como la mención de sus obras más destacadas. Al final del libro se incluye un breve glosario de términos musicales.

Narices prominentes, frentes y barbillas imposibles, interminables mostachos, espaguetis rossinianos y bellas guitarras como la de Tárrega, el libro puede leerse de seguido o bien saltando de un compositor a otro, de una época a otra.
Una historia más de la música, sí, pero en este caso desde una nueva perspectiva, original, atractiva y un poquito irreverente.
Ester Vallejo, Librería Jurídica Lex Nova (Madrid)

"Qué queda de la noche", de Ersi Sotiropoulos

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Qué queda de la noche

Qué queda de la noche

Sotiropoulos, Ersi

ISBN

978-84-16677-54-2

Editorial

Editorial Sexto Piso

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En los últimos tiempos se valora mucho la “literatura ligera”, sin que parezca repararse demasiado en que la distancia entre lo ligero (a menudo una virtud) y lo leve (un defecto irremontable) es muchas veces peligrosamente pequeña. Se confunde lo sencillo con lo simple, lo cotidiano con lo banal, lo cercano con lo inane, lo pequeño con lo carente de ambición significativa, a la maravillosa Natalia Ginzburg con […]. Y en ese apego por los libros fáciles de leer hay, claro, algo de pereza, un síntoma alarmante incluso para los que no somos nada catastrofistas en cuanto al futuro de la cultura o de la lectura o de la inteligencia. Es verdad que no todas las novelas están obligadas a ser tan frondosas y geniales como Solenoide, por poner un ejemplo reciente de literatura que de repente te hace recordar lo que es la literatura, llegada cuando estamos acostumbrados ya a novelas que, sin esfuerzo alguno, sin poso, se leen en cincuenta minutos y se olvidan para siempre en cinco. Las comparaciones son, sí, odiosas, pero también inevitables, y sin duda hay sitio para todo tipo de libros, sin jerarquías ni prejuicios, pero a la hora de repartir méritos conviene no olvidar la diferencia entre la grandeza descomunal de algunos proyectos (y, lo que es más importante, lo satisfactorio de sus resultados, como en el caso de la citada novela de Cartarescu) y la insustancialidad esencial de nouvelles construidas sobre una supuesta anécdota.
Decimos todo lo anterior porque a la editorial Sexto Piso, entre otras cosas, habrá que agradecerle que siempre ha salido a la caza del lector exigente, siempre ha apostado por una literatura enjundiosa, nada complaciente, con un alto listón de calidad, rebuscando en los catálogos foráneos libros sólo aptos para lectores no perezosos, trabajadores, activos, a contracorriente de lo que nuestros apresurados tiempos parecen demandar. Un nuevo y buen ejemplo de esto es la novela Qué queda de la noche, de la escritora griega Ersi Sotiropoulos, que narra tres espesos días de 1897 en los que el poeta C.P. Cavafis y su hermano John vagan por un París agitado todavía por el ‘affaire Dreyfus’, confundido por las vanguardias artísticas, sacudido y aletargado a la vez como sólo las grandes ciudades pueden, simultáneamente, alterarse y reposar, esa ciudad frenética en lo que lo distinguido es aburrirse en medio de las fiestas más sofisticadas… En esta novela, traducida por Vicente Fernández González y Antonio Vallejo Andújar, encontramos a un joven Cavafis ya no sólo tendente a la soledad sino más bien introvertido, literalmente onanista, casi un poco misántropo y sobre todo ensimismado con sus reflexiones poéticas, a menudo un tanto angustiosas por aquello de “la ansiedad de las influencias” (“Baudelaire, Rimbaud, Hugo, me abrumáis. Vuestra talla me aplasta”, medita el griego en p. 143…). El candidato a poeta vagabundea insomne por París, evita presencias indeseadas, corrige poemas, duda de su vocación, compite en secreto con su hermano, se desespera. Lo pasa mal, y saber que lo pasa mal por tonterías y vanidades lo hace pasarlo aún peor… Todo le alimenta pero todo le estomaga. Son, al parecer, días de encrucijada personal, de disyuntivas interiores, de replanteamiento de la vocación en medio de una existencia que expande o contrae su sentido según pasan las horas: “La noche era tan dulce… Los poemas podían esperar” (p. 129).
El desasosiego del personaje se contagia al lector, y es una incomodidad de naturaleza creativa pero también erótica, llena de recuerdos, anhelos, mala conciencia, reincidencias… Casi todo lo que sucede en esta novela sucede por dentro del personaje, en su psicología, pero también sucede en el lenguaje, muy rico, aunque la trama lo va llevando todo hacia un ambiguo lugar llamado “el Arca” donde suceden cosas imprecisas y misteriosas… Es importante, con todo, advertir que el valor de esta novela no es testimonial, no es biográfico (entre otras porque la novela es siempre ficción y esto es una novela), y si el protagonista no fuese un poeta decisivo en formación sino un personaje perfectamente anónimo e inventado la novela funcionaría igualmente, incluidas las reflexiones metapoéticas, la crisis con la métrica o la rima en medio del acoso de los “ismos”, el agobio de la tradición presionando siempre (y para un escritor griego el peso de lo heredado ha de ser aún más abrumador…). Sotiropoulos necesitaba a un personaje de viaje, fuera de su rutina, en reconstrucción, y lo ha hallado en Cavafis cuando comenzaba a ser Cavafis, con tantas dudas como hambre de gloria, con tantos proyectos como inseguridad, con tantos deseos como represiones… La novela es, en todos los niveles, de una solvencia impecable, y no es extraño que haya llegado hasta nosotros refrendada ya por algunos premios. Seguro que ganará alguno más. Desde luego, los merecería.
 

"Moriría por ti y otros cuentos perdidos", de Francis Scott Fitzgerald

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Moriría por ti

Moriría por ti

Fitzgerald, F. Scott

ISBN

978-84-339-7997-1

Editorial

Editorial Anagrama

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La editorial Anagrama acaba de publicar Moriría por ti y otros cuentos perdidos, de Francis Scott Fitzgerald, una recopilación de textos descartados por editoriales, otros recientemente encontrados, proyectos para cine, “arranques fallidos”… escritos en su mayoría entre 1920 y 1940. Los fanáticos de Fitzgerald encontrarán aquí lo que buscan: textos autobiográficos en los que rastrear su vida con Zelda, su relación con Hollywood, sus problemas con la bebida… Textos destinados no ya a un tipo de lector, sino de persona: los insatisfechos de la vida, los que necesitan la absoluta perfección de la belleza, los que una vez la encontraron y por supuesto perdieron y no pueden, de ninguna manera, conformarse con nada menos que el “rayo verde”. No encontraremos aquí sus mejores textos, pero tratándose de quien se trata, eso sigue poniendo el listón muy alto. Como ejemplo, este diálogo contenido en el  relato que da título al libro:

“–Deja que te pregunte una cosa.

–Esta noche, no, Atlanta. Todavía no me he recuperado del shock.

–¿Qué shock?

–El shock de descubrir que sólo eres una mujer como cualquier otra”.

En “Día libre de amor” nos damos de bruces con esto:

“–¿Vive usted aquí? –pregunté, sorprendida

–No… Estoy de visita –respondió él titubeando–. He venido a visitar a un joven.

–Que yo sepa, aquí no vive nadie.

–No, no vive nadie. El joven es… o, más bien era, yo”.

Como siempre, recorrer sus páginas es algo así como pasear por un sendero tranquilo en el que a la vuelta del recodo más transitado te encuentras un abismo. O un diamante. El gran conocedor del dolor que produce el espejismo del sueño americano, el que escribió como nadie sobre la futilidad, la juventud y su pérdida. Y que quiso reinventarse y dejar de escribir sobre muchachas hermosas y jazz y al que no le permitían hablar del desgaste del alma humana y tuvo que vivir en la lucha entre contar lo que quería contar o contar lo que el lector seguramente quería leer y así pagar las facturas. Esta cuidada edición nos llega con una introducción inicial y una particular para cada texto, a cargo de Anne Margaret Daniel, que nos los sitúa en su tiempo y en la biografía del autor. Mención aparte merece la traducción de Justo Navarro, quien ya firmara la modélica de El gran Gatsby, también publicada en Anagrama y actualmente agotada. Un lujo.

Rita Sánchez, Librería Europa (Nerja)