Más libros de la semana de Literatura

"La muerte, el amor y la menta", de Vicente Verdú

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MUERTE EL AMOR Y LA MENTA,LA

MUERTE EL AMOR Y LA MENTA,LA

Verdú Vicente

ISBN

978-84-947671-6-6

Editorial

BARTLEBY EDITORES,S.L

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“Que escribir / sea un consuelo / es desconsolador”, escribe Vicente Verdú en su nuevo libro (que es el segundo suyo de poemas), y probablemente tenga razón, pero para sus lectores leerle es ante todo un placer, un nuevo aprendizaje. En un libro que condensa larga experiencia, sabiduría activa, belleza indagadora y emoción contenida, el veterano ensayista nos brinda un enorme puñado de versos memorables, con una tendencia aforística que sin embargo no convierte la suya en una “poesía de frasecitas” (¡la poesía no se hace con frases!) sino en un texto vivo que entre intuiciones y tropos audaces accede a pequeñas conclusiones, a verdades trabajadas, con algún lamento elegante (“Me arrepiento, pues, / de no haber dado más de mí”), sin terminar de resignarse a tener que rendirse.
“La mayor libertad se obtiene / cuando desaparece el deseo de agradar”, nos dice, y lo hace entre “lobos amarillos” y “lagunas de lavanda”. “El amor sólo sabe turbiamente de sí / y no admite investigación alguna”, comprende con buena puntería, y lo hace entre selvas que bostezan y “mansos cocodrilos blancos”. Hay muchísimos animales coloreando los poemas de Verdú, haciendo voluptuosa una poesía que busca también lo racional, inyectando magia a la inteligencia. Por lo demás está, claro, el apremio de lo vital, la perplejidad por lo vivido, las cautelosas promesas de lo todavía vivible…, y también los miedos privados y las amenazas de la enfermedad, pero incluso éstas se ven impulsadas por los anhelos, el deseo, la necesidad palpitante y acaso definitiva de una elevación: “Si vivo, al menos, / un año y medio más / conduciré / el nuevo Amarok / de Volkswagen”. ¿Ironía? En absoluto. Pura ternura hacia sí mismo, una suerte de “autodulzura” que suprime la autocompasión y que, tan bien expresada, queda proyectada en todos, por todos, para todos. Un coche mejor como destino: un futuro en el que seguir avanzando, vivos, muy atentos: “Siempre deseé ser eterno, / por curiosidad”.
La muerte, el amor y la menta es un libro muy especial, escrito en carne viva, pero sin dramatismo. Es un libro sabio, serio por el tema latente pero bienhumorado, agradecido, todavía juguetón. Y es ante todo una celebración, no sólo de lo disfrutado sino de lo soñado, lo pensado, lo posible: “¡qué gran paz / pasear con una mujer inteligente!”. Hay melancolía, y una tristeza natural, pero no nostalgia: “El tiempo no se ve, de acuerdo, / pero son estremecedoras sus fotos”. Se trata, simplemente, de que es una pena ir a morirse, y estos poemas saben expresarlo sin obviedades y sin tópicos (aunque hablen del lugar común por excelencia, el destino de todos).
Pudoroso y verdadero, lleno de talento y de picardía, menos fúnebre que gozoso, pre-elegíaco pero no descarnado, más o menos conforme (aunque cueste), es éste un poemario inolvidable, importante, rebosante de luz ante la puerta de las sombras.

"Encontraste un alma. Poesía completa", de Edith Södergran

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Encontraste un alma

Encontraste un alma

Sodergran, Edith

ISBN

978-84-16830-79-4

Editorial

Nórdica Libros

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Recomendar un libro de poesía no es tarea fácil. Cuántas veces se nos pregunta: “¿Se vende ahora más poesía que antes?”. Y la repuesta siempre es rotunda: no, se vende la misma que siempre; poca pero constante. La venta de poesía es como la poesía: un gesto revolucionario. Cuatro gatos hambrientos que ronronean al calor de un atrevimiento de alma.
Qué barbaridad que se publique poesía completa (y en edición bilingüe, traducida desde el sueco por Neila García Salgado). Pero claro, es poesía para los lisiados, para los amputados, para los incompletos. “¿Son esto poemas?” “No, son retales, migajas, trozos de papel del día a día”.
Ahora vamos a clases de positivismo, algo tan simplón como decir que un acorde mayor es alegre y que un acorde menor es triste. No, la poesía es el color, es la afinación, es la consecuencia sonora de la emoción. La belleza no es un lacito rosa que envuelve una figura de porcelana. Dame realidad y te daré un poema, dame realidad y te daré un poema hermoso. Así se recibe a Södergran. Te abofetea y a ella no se le mueve un músculo. Y así, con todo el descaro, te planta la foto de la verdad, mientras el espectador no abarca, mientras nos sonreímos porque lo ha vuelto a hacer. Así Edith, así; sin domesticar. Y locos de agradecimiento, bailamos. Y los locos tenemos permiso para estar locos, porque Södergran nos lo concede.
Ella sabe que el poema está listo; cuándo está listo, como tan bien y también lo sabía Tranströmer. Su poesía significa exactamente lo que significa. ¿Lo has visto? ¿Has oído eso? Ha dicho exactamente lo que quería decir: la verdad ha ocurrido.
Södergran nos deja estar tranquilamente tristes. Qué difícil es gestionar el dolor ajeno, y qué poco diestros somos en acompañar y dejar estar. No quiero decir que ella lo haga bien, es que simplemente no le importa. Ella no complace. En un arrebato de romanticismo, me atrevo a decir que Södergran es como las lentejas, por aquello del hierro.
Por supuesto, desechad mi intento de recomendar su poesía. Se basta ella solita.
“Buscabas una flor
y encontraste un fruto.
Buscabas una fuente
y encontraste un mar.
Buscabas una mujer
y encontraste un alma-
estás decepcionado”.
Eso, estamos decepcionados.
Lola Barroso, Librería Pasajes (Madrid)

"Aire de familia. Historia íntima de los Baroja", de Francisco Fuster

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Aire de familia

Aire de familia

Fuster, Francisco

ISBN

978-84-376-3791-4

Editorial

Ediciones Cátedra

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Inaceptablemente joven todavía, pero veterano ya en estos asuntos de la filología, Francisco Fuster García (Alginet, 1984) es el responsable de que en los últimos años hayamos podido acceder a un buen puñado de libros descatalogados, desconocidos o directamente inexistentes por dispersos (nos referimos, claro, a las recopilaciones de artículos), y, como ya se ha señalado en otras ocasiones, eso le convierte en uno de los más activos representantes del renuevo generacional en los estudios sobre la “Edad de Plata de la cultura española” (1876-1936), junto a historiadores como Jordi Amat o Andreu Navarra en la literatura, Nicolás Sesma Landrin en la historiogafía o Idoia Murga Castro en lo que se refiere a las artes escénicas (y ningún buen lector debería perderse él catálogo de su flamante exposición Poetas del cuerpo. La danza de la Edad de Plata). Algunos de ellos trabajan desde la Universidad (o a pesar de ella…), y según los más pesimistas serán quienes apaguen la luz de estos estudios, lectores sin lectores, últimos representantes de una estirpe de las Humanidades. A la espera de que los hechos desmientan las profecías, podemos seguir leyendo y releyendo los libros que Fuster ha editado, con particular insistencia en Azorín y Julio Camba, con calas en Santiago Ramón y Cajal, Santiago Rusiñol, Rubén Darío o hasta el padre Benito Jerónimo Feijoo
Pero es verdad que Fuster siempre ha mostrado sin tapujos una debilidad palpitante por la figura de Pío Baroja, al que sólo en una ocasión ha editado directamente (sus Semblanzas), pero al cual ha abordado con la intermediación de otros autores, como el propio Azorín (reeditando, muy ampliado, su Ante Baroja), Camilo José Cela (Recuerdo de don Pío Baroja) o el doctor Luis Sánchez Granjel (El último Baroja). También había dedicado Fuster a Pío Baroja su único libro hasta hoy, procedente de su tesis doctoral, Baroja y España. Un amor imposible, que ante todo era un minucioso y conseguido análisis de El árbol de la ciencia. Pero ahora Fuster ha querido explicar que “no se entiende a Baroja sin los Baroja” (p. 95), de modo que, de la mano de los libros de recuerdos que los propios aludidos escribieron (no sólo las memorias de don Pío sino, por supuesto, Los Baroja, de Julio Caro Baroja, o ese libro precioso pero tan amargo de la madre de éste, doña Carmen Baroja y Nessi), el joven investigador ha escrito un volumen felizmente divulgativo pero incisivo cuando debe serlo, de estilo ligero pero penetrante en determinados detalles, breve pero completo, sintético pero suficiente. El asunto hubiera dado para dos mil páginas de reflexiones, divagaciones y aun digresiones, pero Fuster ha querido ser comunicativo, ofreciendo lo que será un recordatorio muy sugestivo para quienes ya hayan pasado por los libros citados, y lo que tal vez constituye un pequeño pero meritorio compendio para los nuevos interesados, como una introducción a la insoslayable lectura directa de la obra de los protagonistas de estas páginas, a los que Fuster, justificadamente, se refiere a menudo como “clan”.
Nos ha gustado la importancia que el autor da a las casas (las de Juan Álvarez Menizábal y Ruiz de Alarcon en Madrid, el caserón de Vera de Bidasoa…), los párrafos finales del capítulo dedicado a Ricardo Baroja y el modo de re-abordar una figura tan hipercomentada como la del autor de las Memorias de un hombre de acción: esa mezcla curiosa (pero no infrecuente) de sedentarismo y anhelos en alguien probablemente más huraño que introvertido, y sobre todo muy celoso de su independencia, austero, y trabajador inflexible, no tanto por vocación como por la convicción de que las cosas nunca se le tuercen del todo a aquel que siempre, sin apresurarse pero sin vacaciones, está dedicado a su tarea. Es algo que nos sucede a muchos: llega un momento en el que no es fácil distinguir felicidad de tranquilidad, y para estar tranquilos hay que estar produciendo, en parte por satisfacer el afán creativo pero sobre todo por las prosaicas necesidades del día a día. Y, sea como sea, si alguien estuviera tentado de atribuir ausencia de grandeza en una vida como ésa, un tanto frailuna, olvida que las cosas esenciales de la vida de alguien ocurren no tanto en la realidad como en el pensamiento, en la imaginación, en los sueños… y Baroja entregó un buen número de libros que demuestran que su vida, en ese sentido, fue majestuosa, rebosante de una riqueza a la que accedía más en su mesa de estudio que a la hora de sentarse a comer con los demás, mucho más hablador consigo mismo, y en sus papeles, que con un prójimo ante el que mostró más cordialidad que complicidad.
Hay muchos momentos altos en este libro, citas muy bien escogidas (Ernesto Giménez Caballero escribió que Baroja “tocaba las nubes con la boina”…), y a veces hasta los cabos sueltos son virtudes. No siempre, claro (Darío Baroja, muerto con veinticuatro años, merecía sin duda más espacio que las pocas menciones que recibe, y si esa marginación se debe a lo poco que sus familiares hablaron de él en sus libros entonces habría que escarbar en ese silencio, tan locuaz, o por lo menos tan misterioso…), pero hay un momento (pág. 127) en el que Pío Caro Baroja habla de unas cartas que su padre, el editor Rafael Caro Raggio, envió durante la Guerra Civil desde Madrid, donde estaba aislado, a su mujer y sus hijos, que sobrevivían como podían en el caserón de Itzea. Aquéllas eran “cartas llenas de tristeza, con destellos de ilusión y constantes recuerdos a Julio y a mí, cartas de un hombre que lo ha perdido todo y que escribe a una familia que a veces duda de su existencia por parecerle irreal. Son cartas llenas de un cariño profundo, puro, poético, escritas con los ojos empañados por las lágrimas y en las que cada palabra aislada encierra años de vida, de recuerdos y de sentimientos”. Hasta donde sabemos, esas cartas no se han publicado nunca, y nosotros queremos leerlas, de modo que, amigo Fuster, póngase, por favor, a ello.

"Un andar solitario entre la gente", de Antonio Muñoz Molina

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Un andar solitario entre la gente

Un andar solitario entre la gente

Muñoz Molina, Antonio

ISBN

978-84-322-3350-0

Editorial

Seix Barral

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Este libro no es una novela, pero tampoco es un ensayo. No es un libro de fácil lectura, pero sí de una lectura muy gozosa. Es un libro que abre muchas puertas, y que nos va a llevar a una multitud de autores que, probablemente, no hemos leído previamente.
El autor nos habla de un narrador que sigue a un caminante anónimo por la ciudad, que va tomando notas, memorizando toda clase de estímulos audiovisuales (compro oro y plata, por ejemplo, puros materiales de derribo) y va husmeando en los titulares de los periódicos de las personas que se sitúan a su lado en el metro. No sabemos el nombre de narrador ni del caminante, pero sabemos que se siente Thomas de Quincey, Charles Baudelaire, Fernando Pessoa, Edgar Allan Poe, James Joyce, Walter Benjamin, Herman Melville, Federico García Lorca o Walt Whitman. Todos estos escritores, precisamente, son descriptores y nos hablan, en muchos casos, de ciudades que no conocían o a las que se enfrentaban por primera vez, y ahí está gran parte del secreto de este libro, porque muchas veces no nos dice la ciudad por la que camina, porque lo que quiere es que veamos cómo desconocemos nuestras propias ciudades y cómo somos extraños en nuestro propio mundo. Llevamos un teléfono móvil que nos hace agachar la cabeza, nos aislamos del mundo que nos rodea y no leemos en la calle lo que el mundo nos cuenta. No leemos los anuncios en las paredes que esconden vidas enteras.
Al caminar aislados, hemos perdido la maravillosa costumbre de escuchar conversaciones a retazos, e imaginar de dónde viene y a dónde va esa frase. Si analizamos sólo la mitad de una conversación telefónica –la del interlocutor que está a nuestro lado – podemos imaginar cuál era la pregunta o cuál habrá sido la respuesta.
¿Acaso no tiran muchas veces los escritores de esos hilos y retazos para construir sus mundos propios? Sacar un mundo propio de la mitad de otro ajeno es parte de la genialidad de ser escritor.
Muñoz Molina, que maneja el lenguaje con un gusto y una habilidad que permite una lectura muy fluida y sencilla, a pesar del formato extraño de la novela, podría parecer ese cascarrabias que se queja de que el mundo va demasiado rápido para su gusto, pero es todo lo contrario. Sabe que no todos disfrutamos de su placer cotidiano, y más bien nos está diciendo que él es feliz así, y que igual nos gusta a nosotros también. Es feliz de esta forma, a pesar de una leve recaída de una vieja depresión.
Él ha hecho, en la vida real, un cuaderno con recortes de prensa y anuncios, dibujos y fotografías y puede verse parcialmente entre el texto. Y parece que se lo ha pasado de maravilla con este experimento. ¿Lo mejor del libro? Que a nosotros también nos lo hace pasar muy bien, y nos hace sentir satisfechos por haber superado el reto de leer esta novela –pero si antes he dicho que no es una novela, en fin…– que no es fácil, pero que reconforta. Y ahora a ver las bibliografías de todos estos autores que se citaban arriba, porque si han inspirado un libro así, tienen que ser muy interesantes.
Juancho Pons, Librería Pons (Zaragoza)

"Teoría King Kong", de Virginie Despentes

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Teoría King Kong

Teoría King Kong

Despentes, Virginie

ISBN

978-84-397-3385-0

Editorial

LITERATURA RANDOM HOUSE

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“Hoy escuchamos a hombres que se lamentan de que la emancipación femenina les desviriliza. Echan de menos un estado anterior, en el que su fuerza estaba enraizada en la opresión femenina. Olvidan que esta ventaja política que se les había concedido tenía un coste: el cuerpo de las mujeres pertenecía a los hombres; en contrapartida, el cuerpo de los homres pertenecía a la producción, en tiempos de paz, y al Estado, en tiempos de guerra. La confiscación del cuerpo de las mujeres se produce al mismo tiempo que la confiscación del cuerpo de los hombres. Los únicos que salen ganando en este negocio son los dirigentes”: Virginie Despentes, Teoría King Kong.
Al cumplirse poco más de diez años de su primera publicación en Francia y tras un año descatalogado, Literatura Random House recupera un texto icónico para el feminismo europeo. Con un estilo directo pero reflexivo, la autora desgrana algunos de los episodios que marcaron su vida y que no son sino frutos de la sociedad heteropatriarcal y capitalista en la que vivimos. Cada capítulo de estas breves ¿memorias? ¿ensayo? es un cuestionamiento de nuestra rutina diaria que nos invita a repensarnos y a repensar el mundo decadente que nos rodea.
¿Qué podemos encontrar en Teoría King Kong? Una crítica frontal al capitalismo que feminiza la pobreza y que desvaloriza a las mujeres cuando son las cuidadoras y al proceso de revictimización de las mujeres que han sufrido una violación. Llama al empoderamiento de la mujer, al empoderamiento de la víctima, a arrebatarle al capitalismo ese poder de sumisión y humillación.
Virginie Despentes habla desde el punto de vista de una mujer fuerte y libre que ha sido todo lo que ha querido ser en esta vida, sin etiquetas, sin ataduras: vendedora de discos, escritora, directora de cine, prostituta, crítica musical, cantante de rap y trabajadora de peep-show. Todas estas vivencias enriquecen su relato, no sólo el biográfico como Teoría King Kong, sino también sus novelas, ampliamente aplaudidas por crítica y público como demuestra la cantidad de premios cosechados (Premio de Flore, Premio Renaudot, Premio La Coupole) o el éxito de ventas de Teoría King Kong o de su trilogía Vernon Subutex. Es precisamente la última entrega de Vernon Subutex la que nos ha llegado el pasado mes de enero, también de la mano de Literatura Random House, cerrando esta historia encuadrada dentro del neopunk francés. Una historia, una vez más, sobre la decandencia de la sociedad francesa que bien se puede extrapolar al conjunto de Europa, encarnada en la piel de un viejo rockero y vendedor de discos.
Virginie Despentes se nos dibuja como una de las autoras más fascinantes de la narrativa actual europea y de la que esperamos con impaciencia la reedición de Bye bye Blondie, Lo bueno de verdad, Perras Sabias o Fóllame (que, por cierto, ella misma llevó a la gran pantalla en 1998 en colaboración con Coralie Trinh Thi). Toda una experiencia sumergirse en el imaginario de esta autora con los ojos y la mente bien abiertos. Sin prejuicios.
Alodia Clemente, Librería LaRossa (Valencia)

“El silencio y los crujidos”, de Jon Bilbao

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El silencio y los crujidos

El silencio y los crujidos

Bilbao Lopategui, Jon

ISBN

978-84-17115-47-0

Editorial

Impedimenta

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Hace todavía poco tiempo, apenas unos años, leíamos de vez en cuando unos diarios, o unas memorias, o un epistolario… para asomarnos a la vida directa tras una buena temporada de novelas. Ahora sucede al revés, y cuando raramente salimos de los libros testimoniales y regresamos a la ficción pura, casi se produce cierto desconcierto, un regreso a casa que a la vez exige detenerse y pensar, como recordar un idioma materno que se ha medio olvidado, disponerse a leer con otra actitud.
Ahora el placer primigenio de la narrativa neta ha llegado en avalancha con los tres cuentos largos que forman este “tríptico de la soledad” (tal es su subtítulo) que ofrece Jon Bilbao, quien tras los cuentos de Estrómboli, en 2016, confirma que está en años de plenitud creativa. Este libro es, probablemete, todavía superior a ese anterior, y las tres ‘nouvelles’ que lo componen exhiben un dominio de la escritura que comienza a ser abrumador en muchas de sus páginas. Las historias que Bilbao ha engendrado, y el detallismo entre gozoso y a la vez asfixiante con el que ha reflexionado sobre todas las posibilidades de sus personajes en situaciones francamente extraordinarias, son magníficas. Las tres, como queda claro desde la cubierta, tienen que ver con el aislamiento (en los tres casos anhelado), pero también con una elevación que no es sólo alegórica sino física, y de ahí los tres títulos parciales: “Columna”, “Tepuy” y “Torre”. El primero propone una divertida (pero no cómica) rivalidad o competencia entre dos anacoretas retirados al desierto, el segundo despliega la exploración de un espacio selvático virgen (pero más habitado de lo que cabía suponer…) y el tercero y más extenso tiene algo de ciencia-ficción, y habla de un futuro cercano e improbable para reflexionar sin sombra alguna de moralismo sobre un presente insatisfactorio. Los tres son, insistimos, magistrales, los tres son, digamos, pesimistas (y de hecho los tres ascensos terminan en batacazos formidables que en los dos primeros casos son irreversibles…), los tres son memorables, pero es probablemente el segundo el más inspirado y deslumbrante, y sin duda el mejor resuelto, el más redondo y rico.
Sea como sea, El silencio y los crujidos es un libro sereno y feroz al mismo tiempo, tremendo y potente en sus significados pero sin estridencias ni aspavientos retóricos, sutil pero nada tramposo, subversivo y transgresor pero sin incurrir en ningún vandalismo literario. Una pequeña maravilla. Una consagración.

Juan Marqués, ‘Las Librerías Recomiendan

"El hombre negro", de Carmen de Burgos

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El hombre negro

El hombre negro

Carmen de Burgos. Colombine

ISBN

978-84-948073-0-5

Editorial

Uve Books

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El hombre negro es un libro deliciosamente escrito por una mujer adelantada a su tiempo como fue Carmen de Burgos. Escritora nacida en 1867, revolucionó con sus cuentos, artículos y novelas breves a la sociedad acartonada de su época. Ahora nos llega en cuidada edición de bolsillo, publicada por la editorial asturiana Uve Books.
El hombre negro es la historia de Elvira, una chica de provincias que se casa con Bernardo, sin demasiada convicción pero con la esperanza de que, a su lado, pueda llegar a ser una mujer feliz y respetada. Nada más lejos de la realidad: su marido resulta ser un hombre malvado sin ningún tipo de escrúpulos, que hará cualquier cosa para llevarse por delante a sus competidores y llegar a lo más alto. Cuando ella deja de ser un apoyo con el que sacar provecho a sus intereses, el matrimonio se convierte en un infierno. Elvira es una mujer valiente, resuelta y con las ideas muy claras. Necesita salir de las paredes de su bonita pero oscura casa, de su luminosa cárcel. Fantasea con amar a los amigos de Bernardo, ser libre, destruirle y vengar su maldad.
“Colombine” es uno de los tantos pseudónimos que tuvo Carmen de Burgos. Fue la primera periodista española que trabajó en una redacción y la primera corresponsal de guerra. Activista y feminista, dirigió la primera campaña en prensa a favor del divorcio y luchó durante décadas por el sufragio femenino y la independencia de la mujer. Otros pseudónimos que usó fueron “Marianela”, haciendo un guiño a la protagonista de la novela de Benito Pérez Galdós o “Perico el de los palotes”.
El hombre negro, de Carmen de Burgos, es el primer libro publicado en la colección ‘De Rescate’ en Uve Books. Pequeños escritos rescatados de librerías anticuarias que recogen los anhelos, sueños y pensamientos de escritoras y escritores olvidados de los siglos XIX y XX. Exquisita edición ilustrada, recomendada para lectores replicantes.
Álvaro Muñoz Guillén y Cristina Sanmamed Prieto, La Puerta de Tannhäuser (Plasencia)
 

"Ordesa", de Manuel Vilas

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Ordesa

Ordesa

Vilas, Manuel

ISBN

978-84-204-3169-7

Editorial

ALFAGUARA

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La obra de Manuel Vilas, al menos desde que la reinició y casi rectificó en los poemas cruciales de El cielo, está construida sobre cierto exceso, y nunca ha sido necesario ser demasiado sagaz para percibir que tras lo excesivo se esconde casi siempre la fragilidad.
Muchas veces, al hablar sobre todo de sus libros de poemas, se ha aludido a la obra de Walt Whitman, dado que Vilas estaría llevando a cabo una especie de actualización contemporánea de ese proyecto totalizador, voluptuoso, enérgico y celebrativo del americano, y ahora, leyendo Ordesa, es difícil no acordarse también de las Hojas de Hierba, cuando al frente del libro, casi a modo de pórtico, se lee aquel tremendo “Quien toca este libro toca a un hombre”, porque lo que leemos aquí es una suerte de striptease sentimental, un abrise en canal para, sin renunciar en cierto modo al exceso, mostrar toda esa fragilidad escondida, enmascarada, semioculta. En la obra de Vilas la carcajada está muy cerca de la conmoción, el humor y el horror son más hermanos que nunca, pero jamás había llegado tan lejos en ese camino como en este último libro, realmente portentoso en muchas de sus páginas, deliberadamente demencial en otras y siempre seductor, adictivo, poderoso.
Es apabullante el esfuerzo que Manuel Vilas ha hecho por entender a sus padres (y con ellos a toda su familia, tanto ancestros como descendientes). Creo que todos los que lo somos anhelamos y a la vez tememos algo así, esto es, que nuestros hijos se detengan a recordar, pensar y analizar lo que hicimos, tratando de comprendernos y de salvarnos. Vilas es mucho más generoso con sus seres queridos que consigo mismo, y sólo para sí mismo tiene reproches, o al menos reproches serios. Pero ha sabido escribir esta particular saga familiar sin patetismo, y sin que tanta y tan extrema confidencialidad incomode. Vilas posee el don de tratar temas realmente trascendentes con un humor basado en una solemnidad postiza que, sin embargo, es en el fondo genuina. El cómo se dice es irónico, por hiperbólico y exaltado, pero lo que se dice es algo bien sentido. Que se recurra a lo cósmico o lo pseudo-teológico para tratar temas menudos, domésticos, cotidianos, es automáticamente cómico (aparte de realmente divertido, en el caso de este autor), pero es un recurso de la timidez porque Vilas no quiere hacer chistes, ni siquiera hacer reír, sino expresar una forma de ver la vida que  es tan sublime como terrible, una “filosofía” intensa y temerosa, dichosa pero fatalista. “Las ganas de vivir siempre son confusas: comienzan con un estallido de alegría y acaban en un espectáculo de vulgaridad. Somos vulgares, y quien no reconozca su vulgaridad es aún más vulgar”.
Los lectores de Vilas saben de qué estamos hablando, y van a encontrar en Ordesa un verdadero banquete, tal vez definitivo. Es lo de siempre, pero aún mejor, por tratar temas más graves e íntimos, más personales y acuciantes. El cariño de los muertos, las patrañas de la memoria, el prosaísmo social de España… El mundo de Vilas, condensado aquí pero a la vez expandido, desbocado, irresistible.