Reflexiones de escritora
Reproducimos un texto del blog de Care Santos, escritora de
literatura juvenil de gran éxito, que acaba de resultar finalista del
Premio Primavera de novela, convocado por la Editorial Espasa-Calpe y
El Corte Inglés.
Lo que nos gusta, y por lo que lo destacamos, es
por la descripción que hace de ese momento de confidencias con su hijo
de 5 años, hablando de libros.
Qué bonita es la primavera
Escribo
esto a las 23.38 de un día agotador, minutos antes de irme a la cama.
Siguiendo con mis principios, mi principal objetivo ahora es olvidar
todo lo que ha ocurrido hoy. Bueno,…
Reproducimos un texto del blog de Care Santos, escritora de
literatura juvenil de gran éxito, que acaba de resultar finalista del
Premio Primavera de novela, convocado por la Editorial Espasa-Calpe y
El Corte Inglés.
Lo que nos gusta, y por lo que lo destacamos, es
por la descripción que hace de ese momento de confidencias con su hijo
de 5 años, hablando de libros.
Qué bonita es la primavera
Escribo
esto a las 23.38 de un día agotador, minutos antes de irme a la cama.
Siguiendo con mis principios, mi principal objetivo ahora es olvidar
todo lo que ha ocurrido hoy. Bueno, no todo. Lo que no quiero olvidar:
la alegría de algunos amigos muy queridos (y algunas amigAS muy
queridAS, ejem), el abrazo del hombre de mi vida al saberlo y una frase
de mi madre de esas que hacen época («Por mucha gente que te felicite,
por muchos que sean los que se alegren, ten presente que nadie se
alegrará tanto como yo»).
Salvo esto, lo demás no importa. Ni
los halagos, ni las llamadas de los periodistas ni esta vorágine de ojo
de huracán, hermosa y falsa. Mi ego es algo así como bulímico: no le
aprovechan este tipo de cosas. Ergo, en ese sentido estoy a salvo. Lo
importante ahora es ser capaz de levantarme mañana y volver al
ordenador, a mi mesa siempre desordenada, y ser capaz de hacer lo que
debo (es decir, escribir) durante 5 o 6 horas. Escribir como si nunca
hubiera pasado nada bueno. Como si aún estuviera todo por hacer. Como
si me fuera la vida en ello.
Hoy ha sido un día agotador y
especial. Cuando he acostado a mis hijos le he dicho a Adrián, el mayor
(tiene 5 años), que hoy me han dado un premio. Sus ojitos luminosos han
refulgido más aún y ha abierto la boca, como un pez, en señal de
sorpresa.
«¿Y qué es?», me ha preguntado.
«Es un libro», he dicho.
«¿Un
libro?», en su cara brillaba la emoción de lo fascinante. No parecía
decepcionado de que su madre no haya ganado una medalla o una copa o
una bolsa de caramelos.
Mientras le arropaba, le he contado un secreto al oído (le encanta que lo haga):
«Vosotros tres sois mi mejor premio», le he dicho.
Ha sido un día feliz. Gracias a todos los que lo habéis compartido conmigo.